El trono de arcilla

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic realizado por Jarry y Richemond como guionistas y Caneschi y Pieri como encargados de la parte gráfica, publicado por Delcourt en Francia

A veces comentamos que los galos, incluyendo de paso a los belgas, nos llevan una buena ventaja en el mundo del cómic. No es una cuestión únicamente de volumen de ventas, ni de variedad disponible dentro de su mercado, ni de la mucho más amplia franja de edad que disfruta de este tipo de lecturas en el país vecino; es, sencillamente, una cuestión de enfoque. Y cómics como éste lo ponen de manifiesto claramente.

 

“El trono de arcilla” –“Le trône d’argile” en el original- nos presenta sin cortapisas la Guerra de los Cien Años, uno de los conflictos bélicos más importantes en Francia, el cual marcó sus relaciones con la vecina Inglaterra como punto álgido de la belicosa Edad Media. Éste nos sitúa en el siglo XV, más concretamente en el primer número, “El caballero del hacha”, en 1418, en el palacio real donde las conspiraciones se suman para desestabilizar un trono ya debilitado por el enfrentamiento con los ingleses.

 

De por sí, ya resulta atípico abordar en este formato un episodio histórico tan complejo sin caer en simplificaciones, y más extraordinario todavía es conseguir hacerlo sin enfocarlo como un tedioso documental o como una inexacta adaptación de acción que uno termina preguntándose por qué han decidido hacer pasar por histórica. “El trono de arcilla” huye de estos dos polos consiguiendo una historia fluida y trepidante al mismo tiempo que bien documentada, presentando los personajes con sencillez para que los legos en historia no nos perdamos en los detalles de una época tan complicada.

 

Sin duda es el buen trabajo de equipo realizado por Nicolas Jarry y France Richemond, que, sin descuidar ningún aspecto de una obra de estas características, son capaces de ofrecernos panorámicas impresionantes, escenas de una acción implacable, escenarios coherentes y bien documentados, y unos personajes sólidos y bien construidos. Sin duda, todo lo que se les puede exigir a unos guionistas de cómic, tanto a nivel gráfico como a nivel narrativo –que siempre suele flojear uno de los dos, especialmente en obras de estas características-.

 

Para completar esta base, tenemos un magnífico trabajo de ilustración. Theo Caneschi nos brinda unos personajes expresivos dentro de los cánones estándar del llamado cómic francobelga, proporcionados y más bien realistas –aunque no fotográficos-, que evolucionan dentro de unos escenarios retratados magistralmente. Tanto tabernas como palacios, iglesias como castillos, se perfilan con la solidez del que se ha molestado en documentarse. Muy remarcable también este aspecto en cuanto a vestimentas, armas y otros detalles, como los cortes de pelo, que no suelen ser definitivos pero que son los que, a fin de cuentas, te permiten aceptar el escenario como creíble.

 

La coloración realizada por Lorenzo Pieri termina de rematar la faena, realzando las ilustraciones de su compañero y haciéndolas brillar –u oscurecerse durante las noches- hasta dotarles de auténtica vida. Especialmente remarcables los juegos de luces y sombras de los incendios nocturnos en París y la luz filtrándose por las ventanas de los palacios. Un trabajo realizado con exquisitez.

 

En definitiva, un cómic realizado a conciencia para cubrir un episodio nacional de gran importancia para entender la Francia actual, e incluso Europa, que obtiene el resultado natural de no haber escatimado en el equipo creativo. Lástima que en nuestro país no se aborden todavía obras de esta magnitud. Esperemos que, al menos, nos terminen traduciendo ésta.

 OcioZero · Condiciones de uso