También sé lo que hicísteis

Nuestra TV, nuestra educación, nuestro porvenir.

Si es lamentable que en un país se monte un negocio con las vidas privadas de algunos, no menos lamentable es que muchos vivan a costa de esto, y encima sin importarle mentir, despotricar, injuriar y pervertir todo lo que pillen en su camino, dando con ello pie a un espectáculo dantesco y despreciable, al menos para quien esto escribe. Y para el remate, lo más lamentable es prestar atención a este mundillo. ¿Cómo lo llaman? Ah, sí, la televisión inteligente.

Uy, disculpe, no sabía que la televisión inteligente se dedicase a montar chistes y esparcir la mierda que otras cadenas producen. Ni tampoco creía que el sueño de un comunicador fuese acabar en una silla recitando el tomo de los chistes fáciles a colación de lo que le pasó ayer al hijo de cierta tonadillera (me he jurado no mencionar el nombre de ningún personajillo porque no merece el esfuerzo y, más importante, no os haría ningún favor).

Un éxito esto de la televisión inteligente, ya lo creo, y gracias. Gracias, sí señor, gracias a ella a cada día que pasa toda España es un poquito más analfabeta. Gracias a ella cada día todos tienen el cerebrito un poco más chamuscado de tanto seguir un culebrón sin sentido basado en lo que pasa en el piso de al lado que, ciertamente, nos debería sudar más que cuatro saunas lo que allí suceda.

Después incluso tendremos la poca vergüenza de quejarnos de cómo funciona este patio de Monipodio. Pero, amigos míos, estáis a un paso de conocer la verdad, y a un click de ignorarla (cada cual obre en conciencia), pero si sois lo bastante valientes y responsables como para preocuparos de qué es lo que se cuece en la tierra que nunca pasa de cuartos de final, ahí os lo voy a soltar yo.

La verdad, amigos míos, es que algo en este país va muy mal. La maldita verdad de este país es el asqueroso y tremendo fracaso escolar que hay, la cantidad de incompetentes que tenemos al cargo, la mancha de burros que se pasean por los medios y la poca sesera de los que se tiran las horas frente a la caja tonta. Do you understand me?

No importa que con treinta años no se sepa quién era Gutenberg, ni quién escribió La Odisea, cuántos continentes tiene este planeta o cómo se suman dos fracciones, ¿verdad?. Nada de eso importa mientras sepamos con quién se acuesta el de al lado, a qué se dedica los viernes noche o qué color de preservativo es el favorito de cierta cantante (información interesante, útil y valiosa). Tampoco ya siquiera importará cómo se lee, cómo se habla o cómo se escribe (del daño que han hecho los SMS ni hablemos) si cada vez que en un plató un asno etiquetado de tertuliano nos demuestra su categoría y, casi al momento, llega un listillo para difundir este ejemplo y reírle la gracia. Por eso mismo, gracias, televisión inteligente, gracias por dárnosla con queso.

Ole el humor esnobista, los decorados, las faldas, las luces y las musiquitas, qué flaco favor nos han hecho las presentadoras florero que no pueden ni seguir un insulso guión, los frikis sin estima, la mala lengua a cada frase y todo ese despropósito junto que nos pone en antena a cantidad de chalados y a cantidad de tipejos sin escrúpulos que fisgonean en la bisectriz de la modelo de turno, cuando no en el fallecimiento de tal famosete que, aunque en ocasiones nunca diese un palo al agua, no deja de merecerse un respeto como cualquier difunto. En la sobremesa, elige: tomate o salsa.

Y raro será que a estas líneas del texto ninguno se esté figurando que me he pasado tres pueblos, que por una vez que tenemos entretenimiento y ocio, llega Luc Hamill y nos cierra el local. Ni mucho menos. Estará diver, aunque sigue siendo patético recurrir a la bazofia para hacer humor (si bien al menos nos muestra lo chungo de la parrilla televisiva, cosa que era innecesaria, por otro lado) cuando la genialidad estaría en proponer y cultivar un diferente tipo de recreo. Pero qué le vamos a hacer, si aquí por contar dos chistes ya se nos pone de profesión humorista, como si para ser cocinero bastase con tirar arroz a una olla...

Nada, que lo dicho: ahí tienes tu tele. Venga, aumenta el share (o como diantres se ponga) de una cadena que nos mete fútbol y series yanquis dejando de lado la cultura y la información. Anda, no tengas tanto impulso y piénsate dónde está la fuga de cerebros, estrújate los sesos y averigüa cómo va nuestro carro en esta carrera. Dime por qué en Youtube España nos pusieron como cartel de presentación al Koala, o dónde está nuestra media de formación comparada con la media alemana o japonesa, el consumo que le damos a las drogas y lo que nos matamos por el fútbol. A ver si cuando dés con la respuesta a todo eso me convences de que no somos los convidados de piedra de Europa, que para el cachondeíto de las cumbres siempre está el español.

Así que la primera llamada es para ti, espectador inteligente, que antes de decirme que si no me gusta, apague la tele, yo te diré a ti que la tires por la ventana, que reírse de las desgracias o la incultura que hay en Superniña 2007 no es creativo, ni siquiera honrado. Que por muy buitre que sea uno, al menos la honradez nunca la debe perder. Y la segunda es para el monologuista de la pequeña pantalla. Ésa es buena, intentando sacar punta de las cosas más absurdas al más puro estilo americano, tan simpsonizado aquí, que lo que criticamos en casita luego lo hacen al otro lado del charco y lo aplaudimos. Ya puestos, deja a un lado el habitáculo del corazón y atiende al del cerebro, que nada más imprescindible para seguir vivo como que funcione eso. Mientras no te enteres de que el humor y la cultura deben ir de la mano, estarás muy lejos de Groucho Marx, quien dijo “encuentro la televisión muy educativa: cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”.