La espada salvaje de Conan: Relatos salvajes
Reseña del primer volumen de la colección de Planeta DeAgostini
La reedición integral de La espada salvaje de Conan realizada por Planeta DeAgostini arranca con historias publicadas originalmente en la revista Relatos salvajes. Se trata de cinco cómics por lo general breves, algunos de los cuales son auténticos clásicos del género.
Empezamos por La hija del gigante de hielo, una historia corta pero emblemática del personaje realizada por Barry Windsor-Smith y Roy Thomas. La trama es sencilla a más no poder, pero tiene una enorme capacidad de sugerencia gracias a sus páramos helados y el tratamiento de la mitología nórdica. Esta versión, sin censurar (a diferencia de la de Conan el bárbaro), acentúa el trasfondo erótico de la historia sin perder su elegancia.
A continuación, la que quizás sea la mejor adaptación realizada nunca por Roy Thomas: Clavos rojos. Es, sencillamente, una obra maestra del género. Un Barry Windsor-Smith en estado de gracia nos introduce en la sugerente y misteriosa ciudadela de jade perdida en el desierto y, tomándose su tiempo, desarrolla una historia inquietante, sin grandes excesos pero cargada de tensión, que tiene todos los ingredientes que hacen grande un relato de espada y brujería. A destacar el trabajo realizado con los personajes, sobre todo con Valeria. Indispensable.
La noche del dios negro mantiene guionista pero deja el apartado gráfico a Gil Kane y Neal Adams. La historia discurre con algo más precipitación, pero consigue hilar bien los numerosos elementos para cerrar con acierto y, por supuesto, guiño para los amantes de la obra de Howard, una tanto innecesario, pero que no desentona. No llega al nivel del resto del volumen, pero sigue siendo una buena historia.
Con El morador de la oscuridad volvemos con el tándem Thomas-Smith y a regalarnos con una historia cocida a su ritmo. Aunque la trama se ha convertido ya en un clásico (damisela – calabozo – monstruo) la puesta en escena y el ritmo de la historieta hacen que se disfrute enormemente. A destacar los detalles y el tono más explícito que en su versión bárbara.
Como cierre, El secreto del Río Calavera, que mantiene a Roy Thomas en el guión y ficha a Jim Starlin y Al Milgrom a los lápices. El resultado es una historia muy dinámica, que explota bien los elementos propios del género, con sus malvados brujos, sus fortalezas llenas de peligro y sus sensuales mujerzuelas y que gracias a las composiciones de Starlin tiene un toque muy personal y, en algunos momentos, hasta gamberro.
En resumen, un comienzo muy prometedor de una colección histórica que se ha convertido en una cita insoslayable para los amantes del género de espada y brujería.
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