Un buen cortador de zacate
Una tarde del otoño de 1992 me mudé con mis padres a la casa que ellos habían comprado en la colonia Buenos Aires en Culiacán, Sinaloa.
La casa estaba en obra negra, y tuvimos que hacer numerosos sacrificios recién llegando, como la carencia de un baño en forma, el no contar con electricidad y el tener fuera del hogar una considerable invasión de maleza. Lo primero en lo que pudimos ayudar mi hermano y yo fue en el corte de la maleza. Tomamos un par de palas y comenzamos con la obra.
No sé qué experiencias hayan tenido ustedes con la maleza en sus casas, puesto que de un tiempo para acá las casas habitación que están a la venta se venden libres de estas fieras invasoras. Pero lo que sí les puedo asegurar es que son crueles las plantas a las que, la mayoría de los mexicanos, denominamos zacate o monte. Verán: esas plantitas crecen como una alfombrilla muy pegada al suelo, y pueden permanecer virtualmente secas durante varios meses esperando la llegada de las primeras lluvias. Con la primera gota de agua, crecen a pasos agigantados, tornándose verdaderos monstruos de medio metro y muy difíciles de extirpar de la tierra, pues sus raices aunque no son anchas, son un poco profundas.
Pues mi hermano y yo nos desgastamos las manos con esas palas tratando de cortar estas hierbas; cortamos hasta que nos salieron ampollas, poco acostumbrados que estabamos al trabajo rudo. Cuando mi padre vió lo que hacíamos, pronto llegó a corregirnos: “No, muchachos, no hagan eso. Sólo están cortando la planta por encima, y para la próxima vez que llueva volverán a surgir, y cada vez será más difícil de sacarlas porque tendrán, aparte, los restos de la planta anterior formando un bulto“. Entonces nos enseñó a sacar la rama con todo y raíz; el método era bueno, pero se notaba endiabladamente cansado: teníamos que agacharnos, inspeccionando la parte baja de la planta para ubicar la raíz, tomarla lo más bajo que pudiesemos y tirar fuertemente hacia arriba.
El consejo tenía su lógica, no lo niego, pero no estaba dispuesto a arrastrame por la tierra y llenarme los brazos y las piernas de pequeñas espinas de la maleza, por lo que seguí trabajando con el mismo método. Nos llevó dos fines de semana completos el poder eliminar semejante cantidad de hierba. El trabajo fue atroz: cortamos hierbas de todo tipo, incluida una fierecilla conocida en mi tierra como uña de gato, una planta que da unas espinas terribles que te razgan la ropa y te arañan la piel, de ahí su nombre. Incluso más difícil de extraer al resultar una fortaleza por excelencia para las hormigas negras mordedoras del monte de Culiacán, esos pequeños bichos que provocan unas ronchas brutales y una comezón peor. Pero al final la maleza siempre debe ceder ante la humanidad, y eso fue lo que sucedió. Terminamos la tarea exhaustos y con las manos desechas.
Después de esto gozamos de tres semanas de vacaciones en el hogar, en plena temporada de lluvias. Después de esas tres semanas, llovía un día sí y otro también, y nuestra sorpresa fue bastante desagradable cuando veíamos con impotencia como, día con día, el zacate iba creciendo de nuevo. Orgulloso e insolente se levantaba por encima de los 15 cm. como si gozara al vernos observándolo por la ventana sin decidirnos a cortarlo de nuevo o no. Incluso la uña de gato ya estaba echando ramitas un poco más altas que el zacate.
Esta ardua tarea se repitió durante varios meses -quedándome un par de callos permanentes en el uso de la pala, por cierto- con nuestro padre aconsejándonos cuál era la manera apropiada de hacerlo cada vez que esto pasaba, y nosotros haciendo caso omiso. Su frase era: “Un buen cortador de zacate es el que lo corta solo una vez“, aludiendo a que cortándolo desde la raíz no habría la necesidad de cortarlo de nuevo o, por lo menos, creciendo menos maleza en la próxima temporada de lluvias.
Un buen día, ya cansado y con la tierra recién mojada, me decidí a implementar esta técnica. Era bastante fácil: uno debe agacharse y hacer a un lado la rama, tomar la parte más baja, asirla con fuerza y tirar lo más vertical posible, hacia arriba, como en 90°. La raíz, al no ser ancha, sale fácilmente con un tirón. Este método te permite incluso, cuando la tierra está húmeda, tomar varias ramas, tres o cuatro, y tirar de todas hacia arriba sacando todas las raíces y ahorrando tiempo. Mi padre tenía mucha razón: “Un buen cortador de zacate sólo lo arranca una vez“. La siguiente temporada de lluvias podíamos ver con satisfacción cómo la problemática maleza cedía ante la calidad de vida y la producción en el hogar. Estabamos desocupados para ayudar en otras tareas.
El Diagrama Causa-Efecto es una buena herramienta que nos ayuda a cortar los problemas de raíz
He escrito este artículo porque muchos administradores saben ubicar la maleza que les da problemas. Saben arrancar las ramas, para eso estudiaron y muchos tienen hasta experiencia haciéndolo, y son unos expertos arrancando con las palas. Pero aún cuando alguien más les indique que las raíces se quedan o incluso si alguien les dice de qué manera cortarlas mejor, seguirán creyendo que su método implementado es lo mejor que se puede hacer para eliminar los problemas de raíz. Lógicamente, el problema volverá a crecer cada vez que situaciones problemáticas rieguen sus problemáticas raíces, haciendo que el cortador de zacate gaste tiempo, dinero y esfuerzo en una actividad para nada productiva. Debemos ser conscientes de los consejos tanto de los patrones como de los subordinados: a veces ellos son muy buenos cortadores de zacate y pueden mostrarnos la mejor manera de cortarlo.
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Una anécdota muy interesante, y la conclusión muy acertada. Hay quien no aprende de sus errores; por suerte hay quien está dispuesto a reconocerlos y compartirlos.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.