Y el título, Pata, no te olvides del título. Es horroroso.
Rutina inevitable
Jane Eyre nos brinda el relato ganador del cuarto Reto del taller de literatura
En esta ocasión el reto obligaba a que la prisa estuviese presente en la historia y que, además, la acción sucediese en un espacio cerrado.
Rutina inevitable
El conejo blanco volvió a consultar su reloj de bolsillo. Llegaba tarde y lo sabía, pero aquella sensación se había convertido en eterna, como si ya no fuese capaz de sentir otra cosa. Todo se reducía a la prisa, a saltar setos mientras miraba el girar incesante de las agujas. A eso había quedado reducida su vida.
Un nuevo salto y la carrera volvió a comenzar, como en una de esas pesadillas recurrentes en las que la meta se aleja y los pasos jamás avanzan.
A veces se sentía flotar, suspendido en medio de sus ansias por llegar. Flotando en la prisa hasta que la realidad de sus obligaciones le devolvía los pies al suelo.
Y entonces volvía a correr. A saltar setos en aquel jardín laberíntico que siempre acababa igual: con sus prisas estrelladas en un muro transparente que convertía sus ansias en esperanzas frustradas.
Fuera, la mano de Alicia, divertida con aquel juguete, volteaba la bola de cristal para ver cómo el pequeño conejo blanco flotaba en el líquido que contenía y volvía a aterrizar suavemente.
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Un simpático homenaje a la obra de Carrol. Quizás no era necesaria tanta extensión, pero resulta entretenido igualmente.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.