Coma puntos, siembre comas

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Pataleta de un lector que, tal vez, no sea demasiado flexible y sí muy fiel a aquello que decía su profesora de física: los experimentos en casa y con gaseosa

Cada vez que pienso en escribir este artículo me digo lo mismo: ¿quién soy yo para ir enmendando la plana al prójimo? Bueno, pues tras pensármelo mucho me he contestado que soy un lector veterano y muy activo y, después de todo, alguien que aprecia la literatura y que le da vueltas a los temas de la escritura. Medie que con este planteamiento, y no sin cierto reparo, abordo la cuestión.

 

¿Qué demonios ocurre en nuestro idioma con los malditos signos de puntuación?

 

La plaga de la escritura tipo teléfono móvil está a la orden del día; la ignorancia ortográfica generalizada y el mal uso de las tildes también. Sin embargo, o quizás es una impresión errónea por mi parte, parece haberse instaurado una ley del silencio sobre el tema de los puntos y las comas, o, dando una visión más global, de los signos de puntuación.

 

Quizá por miedo a ser censurados, o criticados, prácticamente nunca abordamos este particular. En las pocas ocasiones en que lo hacemos, cuando alguien dice por fin “es increíble la dificultad que tiene la gente para poner las comas”, no podemos evitar no profundizar mucho, no vaya a ser que discrepemos con el vecino o nos veamos cogidos en falta.

 

Si se me apura diría que únicamente nos mojamos sin temor cuando se trata de criticar a los vagos que no ponen el signo de apertura de interrogantes y exclamaciones (signo, por otra parte, que nos desmarca del resto de las lenguas y que, además, facilita mucho la lectura en un idioma tan complejo como el nuestro).

 

Pero ¿y qué pasa con los puntos y las comas? La debacle, el acabose. En ese ámbito todo es llanto y rechinar de dientes. Y por ello, sobre todo después de leerme los más de trescientos relatos del III Certamen de Relato Joven, y los cientos que se publican en la página cada año, y los libros que reseño, y los que no reseño, y multitud de otros textos, he decidido pecar de bocazas y romper una lanza por la protesta. Y voy a empezar haciéndolo con mal pie.

 

La culpa de esto la tienen los escritores sudamericanos y los poetas.

 

Puestos a echarla, echémosla bien gorda. Y ahora, como es natural, las explicaciones.

 

Los poetas y los escritores sudamericanos (los de verdad, los buenos) han hecho lo que se espera de todo escritor y amante de la literatura: dominar el oficio y experimentar con él. Obviamente, estas dos cosas son buenas. ¿Dónde está, pues, mi queja? En que el ejemplo de éstos ha sido tomado con muy poco acierto por unos cuantos aprendices de brujo de las letras hasta, poco a poco, hacer que perdamos el norte.

 

Pululando por Internet, en foros literarios, he llegado a leer consejos tan escalofriantes como: “deberías cambiar unos cuantos puntos por comas, porque los puntos y seguido hacen que el texto sea aburrido”. Perlas así, que podrían interpretarse más o menos magnánimamente según el contexto, son sintomáticas de un fenómeno ciertamente inquietante: hay quien considera que es más literario escribir poniendo comas en vez de puntos y seguido. Y esto es una soberbia estupidez, porque no es, ni más ni menos, que confundir churras con merinas.

 

El problema es que, con la volubilidad propia de nuestra tierra, se ha terminado por premiar este tipo de textos mal escritos en los que se prueba a emular –con desacierto- a grandes autores cuya gracias es, precisamente, que son capaces de escribir correctamente con un exceso de comas o una patente ausencia de puntos. Así, somos el primer idioma que conozco en el que eso de las unidades semánticas nos lo pasamos por el forro. Sin duda, una interesante evolución para desmarcarnos del latín que nos permite, además, escribir textos enrevesados e ilegibles.

 

La moda podría haber quedado en una tontería más de las múltiples que hay en la viña del Señor; podría haber sido como decir que escribir párrafos de varias páginas, como Umberto Eco, es el súmmum del estilo (cuando es un coñazo si no se sabe hacer bien). Pero cuando ya se empieza a premiar cualquier desmán y las grandes editoriales, que siguen siendo la referencia de miles de lectores (futuros escritores), se unen al carro, la cosa deviene escalofriante.

 

Quizá mi formación técnica me haya vuelto simplón, pero creo que no es descabellado decir que a todos nos enseñaron en la escuela qué es una unidad semántica (una unidad de significado). Creo que también nos enseñaron que éstas, en castellano, se pueden combinar con conjunciones creando oraciones complejas. Lo que creo que no nos enseñaron a ninguno es que los puntos y seguido sean aburridos. Y que yo sepa, ningún buen escritor los sustituye por comas uniendo frases como ristras de salchichas, sino que éstos utilizan su ingenio para salirse del esquema clásico pero sin que sus oraciones pierdan la coherencia y, sobre todo, su sentido.

 

Al parecer, muchos terminan olvidándose de que la escritura es un medio de comunicación, y que si el lector queda confundido por lo escrito no avanzamos nada. Debe ser porque vivimos en una cultura de ver árboles, y no los bosques que tienen detrás. Por ello, y porque nadie abre el pico, nos encontramos con que la gente cree que la poesía es escribir en columnas, que en dicho género no es necesario puntuar las frases (así es más fácil escribir) y, en definitiva, con que nadie sabe qué demonios hacer con los puntos, las comas y otros incómodos signos de puntuación.

 

Lamentablemente, toda la riqueza obtenida experimentando con los signos de puntuación termina convirtiéndose, de este modo, en una pobreza absoluta a la hora de escribir. Y la gente pone comas entre el sujeto y el predicado, y no sabe dónde empieza ni acaba su unidad semántica porque, en el fondo, ni siquiera sabe cuál es. Y la gente usa los puntos suspensivos, los dos puntos y el punto y coma como elementos decorativos. Y creen que en castellano los signos de puntuación sólo sirven para marcar pausas, y que en sí no aportan significado a la frase.

 

Y lo peor de todo es que no podemos decirles que lean mucho por un sencillo motivo: es imposible saber si lo que leerán estará bien escrito. Es lo que tiene que las editoriales se hayan dado cuenta de que los correctores de estilo no son “rentables”.

 

Pongo a continuación un ejemplo de uso arbitrario de comas. Está extraído de un libro extremadamente bien escrito, pero que, por algún misterioso motivo, incluye comas separando casi todos los sintagmas preposicionales:

 

“Subieron al tren que indicaba su tarjetón, bajo su nombre y su destino.”

 

Supongo que resulta obvio el cambio de significado de la frase (y de qué está debajo del nombre y el destino) según esté o no la coma. Creo que es un buen ejemplo para ilustrar que los signos de puntuación son algo más que meras demarcaciones de pausas largas o cortas.

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LCS
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Hay una curiosa campaña en internet que propugna escribir correctamente:

 

http://escribesinfaltas.blogspot.com/

 

Échale un ojo a ver si te interesa.

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Gracias por el enlace. Sí que le echaré un ojo, sí.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Julián Castro
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Qué gran verdad, Akhul, qué gran verdad. Lo primero que me fijo en un texto es en la puntuación. Siempre. Mis amigos están hartos de mí porque siempre les corrijo las comas. Para mí es el principal problema que tiene hoy la gente al escribir, y es que hasta en los periódicos te encuentras faltas.

os encontramos con que la gente cree que la poesía es escribir en columnas, que en dicho género no es necesario puntuar las frases

Más verdades como puños. Yo al principio también lo creía así. No sé quién de oJ tuvo que decírmelo tres o cuatro veces.

 

"La mayor locura del hombre es pretender estar cuerdo..." www.loslibrosgrises.blogspot.com

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AMÉN.

- Los libros antiguos son los libros de la juventud del mundo, y los nuevos son el fruto de su tiempo. -

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Azhmodeus
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Yo que, creo, no suelo cometer muchas faltas de ortografía, en cuestión del punto y coma reconozco mi incultura. No suelo diferenciar bien cuándo usarlo correctamente y cuando no, por lo que opto por no usarlo casi nunca.

En cuanto a lo de las comas estoy totalmente de acuerdo, ves párrafos en los que las frases se amontonan sin siquiera un mísero punto y que te hacen querer gritarle al escritor "¡Pulsa punto, es la tecla de al lado!"

Lo malo de la vida es que somos nuestro propio guionista, por eso siempre estamos diciendo gilipolleces.

http://confesionesengranajedefectuoso.blogspot.com/

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Patapalo
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Muchas gracias por los comentarios. Reconforta ver que no es uno tan raro como pensaba.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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