Monopoly
Análisis de este mítico juego de mesa, uno de los clásicos que rara vez falta en una casa
Aunque el concepto original no fue suyo, pues a cosas muy similares al Monopoly ya se jugaba anteriormente, Charles Darrow fue el padre de este popular juego de mesa que vio la luz en 1935. Ya entonces el tablero de juego tomaba sus nombres de localizaciones reales cercanas al punto de venta, práctica que ha hecho que, actualmente, existan una infinidad de “versiones” en las que lo único que cambia, realmente, es el contexto.
En realidad, sea cual sea el Monopoly que tengamos, el objetivo es siempre el mismo: arruinar al prójimo comprando las propiedades más interesantes en cada momento. Las variaciones de las reglas caseras son casi tan numerosas como los ejemplares del juego vendidos, pero aun así todos tenemos más o menos claro cuáles son las “oficiales”. Vamos a intentar darles un repaso.
Presentación
El juego se compone de un tablero de juego cuadrado, cuyo perímetro, de diez casillas de lado, es el circuito que se recorre con los peones (de muy distintas facturas dependiendo de la versión del juego).
Además, existen dos tacos de cartas (Suerte y Caja de comunidad, totalmente autoexplicativas), uno de fichas de propiedades (calles y compañías, en las que viene toda su información económica debidamente organizada), varios tipos de billete (de 100, 500, 1000, 2000, 5000, 10000 y 50000 en las versiones de mi época) y marcadores de edificios (casitas y hoteles, realizados en plástico normalmente). El juego se completa con dos dados normales de seis caras.
Sistema de juego
Al principio del juego, cada jugador elige un peón y coge de la banca el dinero inicial correspondiente. A partir de allí, se irán jugando turnos consecutivos en orden. En cada turno, el jugador lanza los dados y avanza hasta la casilla correspondiente. Al tratarse de un tablero cíclico, es imposible salirse de él, por lo cual vamos dando vueltas siempre a lo largo del mismo escenario. Cada vez que se completa un ciclo, se recibe dinero extra.
Cuando un jugador mueve, puede caer en varios tipos de casilla. Las casillas especiales obligan a pagar dinero, a recoger un bote, a quedar prisionero durante unos turnos o a robar cartas (de Suerte o de Caja de comunidad). Estas cartas tienen efectos similares a las casillas especiales.
Las casillas de propiedad, por el contrario, pueden presentar cuatro casos. Si la casilla no pertenece a nadie, se puede “comprar” pagando la cantidad estipulada. Si pertenece al jugador, es una calle y tiene la zona completa (un conjunto de tres casillas adyacentes del mismo color) puede construir edificios (casitas u hoteles) pagando la cantidad correspondiente. Si pertenece a un jugador contrario, deberá pagarle a dicho jugador la cantidad que indique la carta, la cual será mayor cuanto más cara sea la carta y cuantos más edificios contenga. Una última opción es que la casilla esté hipotecada, en cuyo caso se puede adquirir al precio de hipoteca.
Si un jugador no puede pagar, sea a la caja, sea a otro jugador, la cantidad estipulada por un efecto especial o por haber caído en la propiedad de otro, se verá obligado a hipotecar sus propiedades. Si aun hipotecándolas no fuera capaz de saldar la deuda, habrá perdido la partida. El ganador absoluto es el que deja en bancarrota a todos sus adversarios.
Sobre estas reglas básicas, cada grupo de jugadores añade, inevitablemente, las suyas propias, tales como la posibilidad de negociar compras y ventas de propiedades o de cartas especiales, la de pedir préstamos a la banca y un largo etcétera.
Conclusiones
El Monopoly es un juego cuyas posibilidades tácticas son francamente mínimas. El azar suele ser mucho más determinante que la elección de las buenas propiedades a comprar. Las partidas, por esto mismo, suelen prolongarse considerablemente, recuerdo que suele ser el universal cuando se habla de este juego.
Los jugadores tienen pocas elecciones a la hora de desarrollar sus turnos, y la posibilidades de jugar muchas personas (hasta ocho) termina convirtiéndose en una trampa, pues las que caen en bancarrota tienen que esperar a que los demás terminen de jugar sin poder participar.
A pesar de esta simpleza absoluta, que pasa por poco más que tirar el dado cuando llega el turno, el Monopoly es uno de los juegos más populares que existen, y uno de los más jugados. Seguramente su mecánica de juego tiene mucho que ver, pero también esa impresión de ser un gran empresario por una tarde. La sensación de adquirir propiedades y enriquecerse con ellas es placentera en sí misma, y, supongo, todos en el fondo hemos soñado con hacernos ricos alguna vez.
De este modo, aunque en él haya poco que destacar, el Monopoly se ha convertido en un clásico que, seguramente, perdurará en el tiempo tanto o más de lo que ya lo ha hecho.
Ficha técnica
Número de jugadores: 2-8
Duración de la partida: 1 a 6 horas
Jugabilidad: baja
Dificultad: baja
Autor: Charles Darrow
Editor: Hasbro
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