Genio ¿al escribir o al interpretar?

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Breves impresiones sobre la novela El viejo y el mar de Ernest Hemingway

Este verano escogí a Ernest Hemingway como compañero de viaje y resultó ser una elección decepcionante. Ganadora del premio Pulitzer, motivación suficiente (imagino) para que le otorgaran la medalla del Nobel, y proclamada (por él mismo y por la crítica) como la mejor obra de su carrera, esta lectora esperaba encontrar entre las páginas de El viejo y el mar algo más que el relato simplón que encontré.

 

Para colmo, descubro en su biografía que la novela, lejos de ser original, partió de una historia que le contaron allá por el año 1935 en Cuba. Y digo yo que , ya que los hechos eran reales, y no tuvo que "molestarse" en pensar los giros o el desenlace que hicieran rica su narrativa, ya podía haberse esmerado en la cantidad de descripciones que aparecen en sus páginas.

 

Por mucho que lo intento no encuentro otro adjetivo para su modo de contar las cosas y para la sensación que me dejó en el cuerpo tan ensalzada obra que el de relato simplón. Es más, podría haberlo escrito el pescador cubano al que le sucedieron los hechos y el resultado hubiera sido exactamente el mismo.

 

Pero claro, aquí no acaba todo porque después de leer me gusta a analizar y es entonces cuando todo se lía y se perfila esto que estoy escribiendo.

 

Dando un voto de confianza al buen hacer literario de este autor en esta obra concreta, rizo el rizo y me esfuerzo en buscar esas lecturas escondidas que debería de tener para merecer tanta fama.

 

Puedo llegar a la conclusión de que Ernest Hemingway ha plasmado la batalla temporal en el ámbito de la pesca, con ese enfrentamiento entre las distintas formas de las artes y cómo el viejo se resiste a dejar las tradiciones para asumir el progreso.

 

Puedo, incluso, pensar que es la lucha del hombre contra la naturaleza. Hombre y animal midiéndose frente a frente, como en las corridas taurinas que tanto le gustaban.

 

Y ahora es cuando presento la idea que me hace darle vueltas a la cabeza (a lo Reagan, literalmente) porque todo lo que yo saque no anula lo simplón del relato.

 

Son sólo análisis posteriores que, si bien engrandecen la obra, no nos garantizan que en realidad el autor quisiera plasmar algo más allá de las peripecias de un viejo pescador.

 

Quizás el mérito de algunas obras no sería el mismo sin esas lecturas ocultas que las ensalzan. Quizás, en según que obras, el verdadero mérito literario está en el que con su análisis descubre más de lo que el escritor dijo.

 

Y entonces pienso: ¿no nos estaremos equivocando al dar por supuesto que las conclusiones que sacamos (o leemos) son a las que quiso llegar el autor? ¿Y si Carroll no quiso parodiar a la sociedad inglesa y sólo pretendía crear un país absurdo?

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Patapalo
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Una cuestión interesante. Sobre El viejo y el mar no me puedo pronunciar porque no la he leído todavía, aunque ya había oído comentarios negativos sobre la misma en alguna ocasión (un escritor de renombre, ahora no recuerdo quién, comentaba una vez que lo que no le gustaba de El viejo y el mar es que Hemingway te decía lo que sentían los personajes en vez de hacerte sentirlo).

Sobre el tema de las interpretaciones, creo que hay niveles. En Alicia en el País de las Maravillas las referencias están muy claras, y aunque efectivamente en primera lectura es simplemente un país absurdo creado para disfrute de niños, la trayectoria satírica del autor apunta en el otro sentido.

Supongo que cada autor es un mundo, y que por eso no siempre las interpretaciones son las adecuadas. Es más, creo que muchas veces se le buscan los tres pies al gato porque uno tiene la impresión de haberse perdido algo.

Es un tema resbaladizo, porque ya la propia literatura, en sí, no es literal por definición. Además, hay incluso autores que sostienen que no tiene tanta importancia lo que ellos querían decir como lo que el lector descubra por sí mismo.

Un artículo muy entretenido, compañera.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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