Reseña de la película de terror con la que se renueva la saga
Ambiente enrarecido, una niebla tan densa que se puede escribir sobre ella, una cantinela infantil, una risa grave y metalizada que parece desplazarse alrededor de nosotros... y el chirrido de unas uñas de metal que hielan la sangre. Echaba de menos a Freddy Krueger, no lo puedo negar.
Hace poco alguien me dijo que Freddy es el mejor asesino de todos los tiempos, hasta el punto de que estás deseando que mate a todo el mundo.
Quizás.
Tras aquella primera Pesadilla en Elm Street de Wes Craven, que consiguió a principios de los ochenta que todos los niños nos fuésemos a la cama temiendo quedarnos dormidos, ninguna de sus secuelas le había hecho justicia. Hubo alguna más o menos curiosa (de pequeño, mi favorita era la tercera, que parecía un cruce de cinta de terror con capítulo de Dragones y Mazmorras), pero ninguna a la altura de la original (la segunda parte hubiera sido mejor quemarla antes de que viera la luz). Freddy se fue convirtiendo progresivamente en un bufón, en una parodia de sí mismo que ya no lograba asustar, pero que siempre entretenía. El intento del propio Craven de darle una muerte digna a su personaje no hizo más que prolongar el esperpento, en aquel experimento de cine dentro del cine titulado La nueva pesadilla de Wes Craven. En esta “película definitiva de Freddy” los actores se interpretaban a sí mismos, en una vuelta de tuerca tan delirante que llegaba a tener su encanto.
Tras este nuevo fracaso, el personaje tuvo una aparición más, en la inclasificable Freddy Vs Jason. En ella, los dos iconos más reconocibles del cine de terror de los 80 se batían en un duelo tan poco terrorífico como divertido, si eras capaz de dejar los prejuicios de lado y disfrutar de su falta de pretensiones.
Ahora nos llega el resurgir del mito. Tras el engañoso título Pesadilla en Elm Street. El origen se esconde un remake del original de Wes Craven que, si bien no logra superarlo, se puede decir que es bastante respetuoso, y aceptable como cinta de terror que consigue entretener y aportar algunas novedades bastante curiosas.
Los responsables del regreso de Freddy han sido fieles en muy justa medida, pero también supieron aportar algunas innovaciones que le dan otro aire a la saga, empezando por el nuevo actor que encarna a este moderno hombre del saco: Jackie Earle Haley. He llegado a leer en algunos medios que supera al inigualable Robert Englund. No estoy de acuerdo, pero sí me parece que ha sido una elección muy acertada, ya que redimensiona al personaje, otorgándole un enfoque distinto, a pesar de las limitaciones que suponen los kilos de maquillaje que requiere la caracterización. El Freddy de Englund era terrorífico y socarrón, siempre temible. El de Earle Haley es más perverso, depravado. Su imagen no infunde miedo, sino el rechazo que provocan los pervertidos, lo cual es bastante lógico, teniendo en cuenta los antecedentes que le llevaron a acabar con la cara completamente desfigurada por las llamas.
En lo que al resto de las interpretaciones se refiere, la cosa ya cambia. El personaje de Nancy pierde totalmente su gancho, y en este caso sí, se puede decir que el espectador llega a desear que la mate de una vez, pero no por el carisma de su agresor, sino por la insípida actuación de Rooney Mara. Del resto de personajes, mejor ni hablemos, porque todavía no entiendo qué encuentran los productores de Hollywood en Kyle Gallner, asiduo del cine de terror que no aporta nada más allá de su natural aspecto enfermizo.
Por otra parte, en esta nueva versión no encontramos aquellas pesadillas de ambientación malsana tan reconocibles, sino otras que se confunden con la realidad en todo momento, jugando con el espectador al susto fácil, pero efectivo. Las muertes, tan bien hilvanadas en la película de Craven, resultan ahora un tanto insustanciales, sobre todo cuando pretenden homenajearla (palabra que siempre se utiliza para evitar el término plagio). Las secuencias que se grabaron a fuego en las retinas de los espectadores de la cinta original no deberían haberse imitado, y hubiese sido mejor encargar un diseño de muertes original. Seguramente habría quedado mejor si esa parcela la encargaran a auténticos especialistas en la materia, como los de las sagas Hostel o Saw. Pero se decantaron por el camino fácil, y el resultado se resiente.
Entre las notas positivas de la película, cabe destacar el clímax final en la escuela infantil, que es en lo único que creo que puede superar a la precedente. Y es mejor no desvelar nada al respecto, y que el espectador lo disfrute tanto como yo.
LO MEJOR: Jackie Earle Haley encarnando a un Freddy pervertido y deplorable, la idea de los “micro sueños” y el clímax final, incluido el epílogo.
LO PEOR: El resto de los actores, cuyas interpretaciones son lamentables, las muertes que pretenden “homenajear” a la cinta original y que no han sabido ambientar las pesadillas de una manera tal malsana como en sus precedentes.
Muy interesante el artículo, y muy bien escrito. Conozco poco la saga, la verdad, aunque recuerdo el boom que tuvo en su momento. Sólo he visto fragmentos de la primera (que me pareció muy prometedora) y del versus contra Jason, que me pareció de lo más cutre que había visto en mucho tiempo (creo que perdía la gracia al no ser fan de ambas sagas). Intentaré ver la original completa.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.