Me ha hecho gracia...sobre todo las profundas reflexiones sobre los dioses del Caos.
Diario de un recluso en el 41 milenio
Relato candidato al concurso Warhammer 4OZ
Me llamo Agros y estoy recluido en un planeta prisión de máxima seguridad llamado Macitos en honor a un desgraciado de la GI que palmó en una de muchas guerras. Actualmente somos ciento cuatro millones de presos con una única condena: la muerte. Todos somos la comida de ese andrajoso esqueleto putrefacto del Emperador. ¿Qué cómo sé eso? Porque es el principal tema de conversación de los celadores, joder, que panda de cabrones que están hechos. Y para rematar la faena, la prisión está en máxima alerta de seguridad por la décima tercera cruzada negra: al parecer el Imperio teme que Abaddon lance un pequeño ataque con el fin de usar a los reclusos como carne de cañón. Joder, no sé qué es peor, ser la comida del emperador o tener que ser el sirviente de esos demonios del caos.
Lo cierto es que si te paras a pensar en ellos, la cosa está clara: primero tenemos a Nurgle el podrido... paso de quedarme el resto de la eternidad comiendo gusanos -Y que los gusanos me coman a mí-. Luego tenemos a Tzeentch... joder, me corto las venas si un día despierto con un pico por boca y con plumas por todo el cuerpo. Luego está Slaanesh... otro enfermo que sólo quiere sexo y más sexo, ¡ni que fuera un adolescente, joder! Y por último tenemos a Khorne... éste sólo quiere sangre a litros y montones de cabezas. Joder, ¿es que no hay un dios del caos más normal? ¿En qué coño estarían pensando esos marines cuando decidieron adorar a esos Demonios?
Bueno, fuere como fuere, yo paso del caos y del maldito Imperio. Por mí que arda la galaxia y se quemen todos. Tengo que salir de aquí y tiene que ser rápido, pues mi nombre consta en la lista del próximo envío a Terra y paso de ser la comida de ese jodido zombi. El carguero tardará aún siete días en llegar, y para cuando ese llegue, yo estaré en críoéxtasis, o sea, muerto. ¿Pero cómo salir de una prisión de máxima seguridad?
-¿...? ¿En qué piensas Agros?
-En nada, Lenny, en nada.
Éste es mi compañero de celda, un pobre desgraciado que en plena borrachera maldijo al Emperador. Sí, así es condenado a muerte, por maldecir su nombre, joder. ¿A esto han llegado en el Imperio? Cualquiera que ose hablar mal del Emperador es condenado a muerte y a ser su comida. Lenny es un tipo regordete y medio calvo, un poco cortito, pero es un tipo majo; no merece estar aquí.
-Pues tienes cara de estar pensando en algo. Va, dime qué es eso que te preocupa tanto.
-Lenny, no seas pesado...
Joder, las sirenas comienzan a sonar y eso no es bueno, y menos si las defensas antiaéreas disparan. No, si al final resultará y todo que el puto de Abaddon nos quiere como carne de cañón. Docenas de celadores corren como nenazas por los pasillos de las celdas mientras cientos de reclusos gritan para salir de su prisión. Juas, como si los celadores fueran a abrir las puertas para que salgamos a liarla parda... Tras una ora de disparos te acostumbras a las explosiones y demás cosas, pero, ¿qué coño?
-¡Eh! Tú, celador... Sí, tú el que está en el suelo, no seas cabrón y abre las celdas.
El desgraciado está de rodillas rezando al Emperador por su salvación, como si un muerto pudiera hacer tales cosas. Las explosiones se suceden más y con mayor potencia y eso sólo tiene un significado: que se acercan a estas instalaciones. Ya sólo faltaba eso, que una de esas bombas diera en mi celda.
Uno de esos disparos alcanza el lado Oeste y el puto celador sale corriendo con tanta prisa que deja el rifle y todo. Bueno, total, morirá de todas formas con o sin rifle. El resto de prisioneros se afanan a gritar por una liberación que no llega ni llegará, estos perros de los celadores piensan dejarnos morir aquí, y claro, ante tanto jaleo decido unirme a ellos gritando como un poseso aferrado a los barrotes de la celda, dejando salir a lo más primitivo de mi ser. Joder, si es que estamos todos zumbaos.
A los pocos minutos otro disparo alcanza la sala de las celdas, pero éste da muy cerca haciendo que un trozo de metralla de cuarenta y cinco centímetros salga disparado hacia nuestra celda rompiendo los barrotes. Joder, casi me corta la cabeza, pero la peor parte se la lleva: Lenny el pobre desgraciado ha quedado empalado en la pared con el trozo de metralla.
Me despido de mi compañero, pues nada puedo hacer por él, y salgo de la celda. Pillo el rifle del celador y comienzo a disparar a todas las cerraduras de las celdas para sacar a mis compañeros y al resto de chusma. Estos últimos salen corriendo como alma que lleva el diablo por los pasillos, gritando y saltando mientras lo aporrean todo. Un grupo de celadores sale a su encuentro disparando a todo dios, pero superados en número y ante una fuerza de enajenados mentales poco se puede hacer. Para cuando todos los reclusos han pasado por la zona tan sólo quedan unos cuerpos pisoteados y ensangrentados semidesnudos en el suelo, y aquí estoy yo con mis siete hombres de más confianza pensando en lo jodido del tema.
-Bueno, señores, tenemos que salir de aquí echando ostias.
-Yo tengo una idea de cómo salir de este maldito lugar -dijo Owen.
Joder, lo que faltaba para joder más la situación: un ex piloto de la GI condenado por aplastar a un comisario con un Valkiria. El tipo no es gran cosa, despeinado, desaliñado y da la sensación de estar ebrio.
-Vale, Owen, ¿cuál es tu idea?
-Al norte de estas instalaciones hay una dotación de Valkirias. Podríamos pillar una y salir de aquí a todo gas.
-Owen, estamos en un planeta prisión que está siendo atacado por el caos. ¿Me puedes decir a dónde iremos para evitar ser masacrados o algo peor?
-Al Este, claro está. Je jeje. Al Este hay un edifico equipado con cápsulas de escape para casos como éste. Está un poco retirado, pero si pillo un valki será cosa de unos minutos.
-Parece un buen plan -replicó Zenir.
¿Un buen plan? Y lo dice el tío más patoso de todo el sistema solar, alias 55 por su coeficiente, condenado por liarse a martillazos con todo el mundo en la calle porque un día pensó -y eso sí es raro de cojones- que era un inquisidor dando golpes sagrados al personal. Por suerte las veintisiete personas no sufrieron daños graves ya que el martillo era pequeño, y no habría pasado de una simple multa, pero el hecho de liarse a martillazos con un inquisidor de los más jodidos y llamarle aprendiz de los poderes del caos no agradó mucho. Joder, de esto no saldrá nada bueno, pero no tenemos más salida que ésa.
-OK, pues vamos a por ese trasto. Owen, tú mandas, ¿por dónde?
-¿Qué? Ah, sí, sí, por aquí, es por aquí.
Bueno, pues ale todos a correr por los pasillos sin tener muy claro a dónde vamos, cruzando una puerta a la izquierda para subir tres pisos, luego una puerta a la derecha y otro pasillo, unas escaleras y tras cuatro horas así por fin llegamos al puto edificio. Lo más sorprendente es que no había ni un solo celador; esos perros seguro que salieron del planeta. Al mirar por unas de las ventanas se podía ver a algunos reclusos formando con los marines del caos como carne de cañón, y matando a algunos celadores que no corrieron lo suficientemente rápido.
-Bueno, aquí es, pero esta puerta necesita un código que yo no tengo y ese rifle no funcionará.
-Puede que yo pueda con esa puerta -dijo Calos.
Bueno, Calos era casi tan grande como un ogrete y yo diría que tenían el mismo grado de intelecto. De hecho, creo que compartían algo de ADN. Condenado por mandar a cinco GI al hospital porque no se les ocurrió otra cosa que decirle que era un "ogrete feote y más tonto que un palote". Bueno, pues tenemos a Calos a diez metros de la puerta dispuesto a tirarla abajo; yo, de ser la puerta, en ese mismo momento me habría abierto de par en par.
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Una historia entretenida, aunque quizás corres demasiado con el tema de la fuga: apenas hemos tenido tiempo a saborear el terror de la prisión y ya están llegando al embarcadero. Bueno, veremos qué giros nos trae...
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.