Estos primeros capítulos son más bien la presentación de los personajes principales. En el siguiente ya empiezan las intrigas
Me alegra que te guste.
Cuarta entrega de Elvián en Las intrigas de la corte
Elvián continuó visitando con asiduidad a Trueno y, poco a poco, el caballo se fue ido recuperando. Con el tiempo, sanó completamente sus heridas y fue capaz de trotar de nuevo. Siempre que veía al joven príncipe parecía que se le iluminaba la cara, y hasta casi se podría asegurar que sonreía. Tal era el aprecio que se tenían mutuamente que el rey Brath decidió regalarle el caballo a su hijo. El heredero al trono aceptó el regalo con gran amor hacia su padre.
Uno de los días que Elvián fue a visitar a Trueno, el Mago Astral decidió acompañarle y estudiar personalmente el estado del corcel. Y así fue cómo ambos partieron hacia las caballerizas, el heredero al trono con ropa sencilla, pero con su insignia real, y el anciano hechicero con su túnica azul y su sombrero picudo. Ahora el príncipe no era el centro de atención de las humildes gentes de Parmecia, sino el simpático y amable Mago, porque rara vez salía del castillo, salvo que algo de gran urgencia reclamara su atención. En cambio, Elvián salía a menudo del palacio para atender al caballo y visitar a la anciana ciega que tenía el puesto de manzanas con caramelo en la feria. El príncipe le había contratado a la mujer un buen cocinero para que mejorara el horroroso sabor de las manzanas.
Cuando llegaron a las caballerizas, Astral y Elvián se toparon con una desagradable sorpresa. Un grupo de orcos enviados por el Señor de la Oscuridad habían entrado en Parmecia y atacado el establo, haciéndose pasar por orcos de Harssom. Por fortuna habían sido abatidos por la Guardia Real y por un hatajo de orcos de Harssom y de trolls que se habían acercado para ayudar. Pero eso no había evitado que las malvadas criaturas hubieran matado varios caballos y malherido a Grant, quien estaba siendo atendido por un médico. Sin embargo, la flecha que había alcanzado su brazo derecho estaba impregnado con un veneno, lento pero mortal, y tan sólo contaba con un remedio. Astral era el único que conocía la flor que podía salvar al vigoroso hombre, pero se hallaba lejos del castillo. Sólo había una solución:
-Elvián -dijo el viejo Mago sin mirar al príncipe-. Sólo tenemos una oportunidad para salvar a Grant. Veo que Trueno no ha sufrido daños en el ataque, y también que está totalmente recuperado. Debes cabalgar sobre él e ir en busca del antídoto para salvarle.
-Pero -repuso Elvián-, no está domesticado. No me permitirá montar.
-Mira -replicó Astral-, tú y Trueno os habéis echo inseparables. Sois amigos. Si hay alguien a quien esté dispuesto a llevar sobre su lomo, ese eres tú.
-¿Estás seguro de eso? ¿Crees que me consentiría cabalgar?
-Seguro que sí, Elvián -dijo el Mago-. Tú sólo inténtalo. Háblale con dulzura y cuéntale lo que pasó.
El joven príncipe siguió el consejo de Astral y se acercó con paso inseguro a Trueno. Le habló a la oreja con serenidad y sin su habitual pedantería, contándole lo que ocurría con Grant. Por entonces, el corcel había recuperado la confianza con el robusto cuidador, y no deseaba que nada malo le pasase. Lentamente, Elvián apoyó las manos sobre su lomo y se impulsó hacia arriba. Para su sorpresa, el caballo le permitió que se sentase y acomodase sobre su espalda y relinchó para saludarle. Astral se acercó a su vez a ambos amigos y clavó su mirada en el heredero a la corona.
-Bien -dijo-, ahora te diré lo que tienes que hacer. Hay muy lejos de aquí un bosque llamado Eudora. En él encontrarás una flor que sólo crece allí. La flor en cuestión tiene pétalos violetas y azules. Montado en Trueno, irás hasta Eudora y me traerás una de esas flores. Es lo único que puede salvar a Grant. Llevaremos al hombre a un cuarto del castillo.
-De acuerdo -dijo Elvián-, iré allá. ¿Cuánto tiempo nos queda?
-No mucho -repuso Astral-, así que apresúrate.
El joven príncipe asintió y salió al galope a una velocidad asombrosa, sorprendente en cualquier caballo. Sin embargo, tuvo que volver atrás, porque le faltaba una información demasiado importante.
-¡Astral! -gritó-, ¡no me has dicho en qué dirección está Eudora!
-Al norte -respondió el Mago.
Elvián habló de nuevo con Trueno y juntos salieron disparados como una flecha hacia el norte. Grant hizo un esfuerzo y alzó la cabeza en dirección al jinete y su caballo. Realmente le sorprendía que el purasangre permitiera que el príncipe le montara, aún más que la impresionante velocidad que llevaban. Astral se arrodilló junto a él y empezó a examinar la herida.
Mientras tanto, el heredero al trono trotaba sobre el caballo a gran velocidad, en una carrera contra el tiempo. No podía permitirse ni un respiro. Afortunadamente, parecía que Trueno soportaba bien el trayecto y todavía no presentaba signos de cansancio. Pero aún les faltaba mucho para llegar a Eudora, y la vida de Grant dependía de aquella misteriosa flor. Sin embargo, le tranquilizaba la idea de estar junto a su adorado caballo, que había consentido llevarlo sobre el lomo. Elvián acarició con dulzura la crin de Trueno, y éste respondió acelerando la carrera. Ante ellos se presentaba un paisaje medio desértico, sin nada que llamara la atención. Mirase a donde mirase, el joven príncipe veía lo mismo: una planicie que llegaba hasta donde alcanzaba la vista. Tendrían que darse prisa si querían salvar la vida del robusto cuidador.
Entretanto, Astral había tratado la herida de Grant y le había hecho unas curas, con lo que ganarían algo más de tiempo. Pero no sería suficiente si Elvián y su caballo se retrasaban. Tenían que apurar lo máximo posible.
Cinco horas después, el joven príncipe llegó a Eudora. Descubrió complacido que era un hermoso bosque, a diferencia de las tierras vacías que había tenido que atravesar. Incluso había un camino bien trazado que lo traspasaba. Llegado a un punto, Elvián bajó de un salto del lomo de Trueno y empezó a buscar la flor descrita por Astral. Sin embargo, se veía incapaz de encontrar la planta, así que se internó más y más en el bosque, hasta perder de vista al caballo. Intentó llegar de nuevo junto al animal, mas no lo conseguía. Al final se dio cuenta de que se había extraviado. Cuando ya no tenía esperanzas, un joven elfo que portaba un cesto casi tan grande como él, surgió de la maleza y se le acercó.
-¿Qué te pasa, chico? -preguntó con alegría.
-Una catástrofe -exclamó Elvián-. Me he extraviado. A priori, creí que la ruta a seguir era aquélla, pero me percaté de que no era así, pues factores externos a mi persona me demostraron que mi corcel no se encontraba en el paraje.
-¡Ah, comprendo! -murmuró el elfo ante la curiosa y pedante forma de hablar del príncipe de Parmecia-. Yo puedo decirte que vi tu caballo, y que no estamos muy lejos de él.
-¿De verdad? -sonrió Elvián-. Y, ¿dónde se halla?
-Deja eso por ahora. Primero quiero que me digas a qué has venido aquí. Nadie suele pasa por Eudora. Sólo algunos elfos y algún que otro Mago para buscar ingredientes con que preparar sus hechizos.
-Tenía una misión -dijo el heredero al trono-, pero creo que voy a fracasar. El Mago Astral me encargó que buscase una flor que sólo crece aquí, para curar a un hombre del veneno inyectado a través de la flecha de un orco.
-¿Podría tratarse de una Florian? -aventuró el elfo.
-¿Cómo? -murmuró Elvián-. Excúsame, pero no conozco el nombre de la flor. Astral no me lo dijo.
-¿Es una flor con pétalos violetas y azules?
Las palabras de Astral sonaron en los oídos del joven príncipe. ¡Ésa era precisamente las descripción que el viejo druida le había dado! Ni corto ni perezoso, Elvián gritó con alegría:
-¡Ésa es!
-Mira, pues aquí precisamente tengo algunas -dijo el elfo mientras sacaba la cubierta de la cesta. En el interior había varias Florianes-. Coge la que quieras.
-Sólo necesito una, gracias -respondió Elvián mientras la tomaba.
-Pues vale, te llevaré junto a tu caballo.
El elfo guió al joven príncipe y pronto encontraron a Trueno, que esperaba tranquilamente a su amo. Cuando lo vio, el animal relinchó de alegría y se acercó a él. Elvián se despidió con gratitud del elfo y partió sin perder un solo segundo junto al caballo hacia el castillo de Parmecia.
El tiempo apremiaba. Habían perdido demasiado tiempo en Eudora, y la vida de Grant pendía de un hilo. Elvián temía forzar demasiado a Trueno, pero no había otra salida. Así que el joven príncipe acarició la frente del caballo y gritó con fuerza:
-¡Corre, Trueno, corre!
Lo que ocurrió a continuación fue casi un milagro. El corcel respondió a la petición de su amo y alcanzó una velocidad tal que obligó al príncipe a agarrarse con fuerza al cuello del animal. Le costó un poco habituarse a la impresionante velocidad del caballo pero después lo llevó con facilidad.
Tardaron tres horas en llegar al castillo de Parmecia, dos horas menos de lo que les había llevado el viaje de ida. Tal como había dicho Astral, habían trasladado a Grant a un cuarto del templo, donde el fuerte hombretón ya deliraba a causa del veneno. Al heredero a la corona no le fue difícil encontrar la habitación, y entró a la carrera en ella. Sin perder un solo instante, corrió hacia Astral y le entregó la flor. El Mago sonrió esperanzado y arrancó las hojas azules de la planta, esmagándolas con la mano. Ni corto ni perezoso, el anciano se acercó a Grant y le hizo masticar el producto resultante. Después, se acercó a Elvián y le dijo:
-Bien, Grant ya está salvado. Lo que le di no le sanará, pero detendrá el avance del veneno. Ahora debo ir a mi laboratorio y preparar el antídoto con las hojas violetas, príncipe Elvián.
-Ve, pues -respondió el muchacho.
Astral asintió con la cabeza y, tras hacer una profunda reverencia ante el joven príncipe, abandonó la estancia.
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Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.
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La verdad es que me sigue gustando... pero se ha vuelto un poco lento, le falta un objetivo quizás, o no sé parece que cada capítulo de la saga es una mini aventura de Elvian, en un principio creí que llevaría a alguna parte pero ahora no lo sé. Esperaré igualemente su continuación.
...(...) "y porque era el alma mía, alma de las mariposas" R.D.