Cartas desde la mar XIX

La mar es la vida, es la alegría para los sensibles a la belleza. Quizás otras cosas sean más importantes, como el arte, la poesía, la filosofía... Pero, antes de todo eso, ya existía el mar.

Cuando las maravillas de los siete mares

conquistaron mi vida y clavaron bandera,

sentí el escalofrío del beso de la marea

que atravesó mi alma con dulces puñales

y me hizo renacer con la Luna a mi vera.

Y hablándole a un amigo de lo que sentía

noté como su cara miraba a otro lado

y empezó a susurrarme lo que no sabía

del mar y los consejos que a él le contaron:

Si mantienes la calma cuando el barco se hunde y todos te abandonan en su llanto. Si confías en tu mando cuando todos fallan, pero sin olvidar que también puedes fallar...

Si te persiguen, y no te escondes. Si puedes navegar sin hacer de las estrellas tu destino. Si puedes remar sin hacer de esas aguas tu camino...

Si gloria y tragedia atraviesan tu travesía, y tratas por igual a ambos espejismos... Si ante los abismos sacrificas tu navío. Si puedes fletarlo con tu suerte al frío umbral de la muerte, y caer... Y salir nuevamente a flote, sin que haya rastro de pesares en tu corazón...

Si logras que el timón sea tu fiel ayudante, y resistir, cuando tus fuerzas se ahoguen, gracias a la única vela que infla la voluntad gritando... “adelante”.

Si las estrellas y su luz son tu amor de juventud... Si a lo ajeno eres indiferente y ante las prisas paciente. Si los vítores no te llevan a izar tu éxito. Si aun embarcado con emperadores conservas la sencillez. Si todos los vientos te llevan, y ninguno te acompaña...

Si revestido de sombras llegas a sonreir, aunque sea momento de llorar... entonces tuyo es cuanto se extiende en la noche de este reino. Y, aun más, marinero, ¡será tuyo el Mar!