La espada salvaje de Conan: El sueño de un imperio
Reseña del cuadragésimo segundo tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
A pesar de lo que pudiera parecer por esa ilustración de cubierta de Joe Jusko digna de uno de los primeros discos de Manowar, La espada salvaje de Conan: El sueño de un imperio no va de el ascenso del bárbaro al trono de Aquilonia ni de sus sueños imperiales personales. En realidad, esta primera historia del volumen, que cuenta con guión de Michael Fleisher, se centra en Zarmi, una lideresa que consigue unir dispares tribus y clanes del desierto para hacer frente al imperio tiránico de la civilización encarnado, cómo no, en Turán. Conan tan solo se ve entremezclado en sus asuntos tras ser hecho prisionero y más tarde liberado para integrar el ejército que le hará frente.
Es una historia curiosa por varios elementos, empezando por el novedoso papel femenino que nos presenta dentro de la colección: Zarmi no es solo una cara bonita, sino una carismática líder capaz de aglutinar un buen puñado de salvajes... aunque curiosamente no a Conan, quien ve su proyecto abocado al fracaso desde el principio. La contraposición civilizado vs salvaje es un elemento clave de la obra de Robert E. Howard y resulta interesante verlo plasmado de un modo desarrollado en uno de los cómics. El apartado gráfico, que corre a cargo de Art Simmons, quien participa también en el argumento, está muy conseguido también, lo que nos brinda una primera historia muy satisfactoria.
El entremés Mitra nos proteja sigue esta tendencia algo más madura de la mano de Don Kraar y, con semejante guionista, no sorprenderá ni su dureza ni el toque de humor negro. La historieta es una transposición de los misioneros cristianos al universo de la Era Hiboria donde, por supuesto, la idea de poner la otra mejilla no solo solivianta a Conan, sino que está abocada al fracaso más estrepitoso... sobre todo cuando uno navega entre pictos. El arte de William Johnson y Rey García hace los honores a una historieta tan irreverente como eficaz.
Para la segunda parte tenemos En busca del altar de Luma, que si bien resulta tan satisfactoria como familiar en el apartado gráfico, obra de Ernie Chan, deja más bien perplejo en su argumento, que corre a cuenta de Larry Yakata, para empezar porque la búsqueda del susodicho altar, de momento, no va a verse plasmada en la historieta: esta trata tan solo del proceso de selección de un héroe para la misma.
En cierta manera, es como una yinkana del infierno en la que Conan mostrará no solo sus capacidades físicas, sino también su inteligencia y sus aptitudes morales. El planteamiento, aunque tenga ecos de los doce trabajos de Hércules, resulta bastante ingenuo, aunque se disfruta por lo colorido de los enfrentamientos. El rol femenino de la historia es, además, diferente al habitual, lo que le da algunos puntos extra y una dimensión adicional al cimerio.
Como cierre, Un lugar tranquilo nos devuelve al humor tabernario de Don Kraar, quien tiene muy claro que la hora de la siesta es sagrada para Conan (quien, además, tiene el sueño ligero). El dibujo de Tony Salmons cumple con el tono ligero y dinámico de la historia.
Con estos mimbres, La espada salvaje de Conan: El sueño de un imperio es un tomo irregular pero con elementos muy interesantes y que se disfruta mucho por su originalidad, que lo desmarca de las fórmulas generales de la colección.
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