El nombre de la rosa
Reseña de la emblemática novela de Umberto Eco
Uno de los caprichos que me di el pasado confinamiento fue releerme, esta vez en italiano, El nombre de la rosa. Esta novela de Umberto Eco me había fascinado cuando era adolescente y tenía ganas de disfrutarla de nuevo, con una perspectiva más adulta y con más conocimientos sobre el periodo histórico que trata. Fue una magnífica idea.
El nombre de la rosa funciona a la perfección como una novela policiaca, que duda cabe. El escenario del monasterio es tan sugerente que se podría decir que ha suscitado casi un subgénero: el de historias de monjes investigadores, en particular ambientadas en la Edad Media. El misterio en torno a las muertes (que se sospechan asesinatos o suicidios) y a lo que se esconde o puede esconderse en la laberíntica biblioteca y la opresiva sombra de la Inquisición hacen que la obra resulte seductora y fascinante como pocas.
Sin embargo, es mucho más que eso. En realidad, El nombre de la rosa es una obra filosófica. Habla mucho del ser humano, de la curiosidad, del conocimiento del mundo, de cómo crecemos dentro de él, de la moral... Es un viaje iniciático para el narrador, pero también en cierta medida para el lector, que se verá reflejado en algunos aspectos o que captará un reflejo de su propio mundo a pesar del lapso temporal (y de mentalidad) que nos separa de la acción.
Este es un aspecto fascinante también de la novela. Umberto Eco no se limitó a la tramoya a la hora de presentarnos su abadía. Bien al contrario, toda la obra está impregnada del pensamiento medieval, de su moral, de su forma de ver el mundo. No es una Edad Media idealizada, sino mundana y transmitida con mucho acierto y precisión. Es una de estas obras donde el conocimiento y la documentación redundan en beneficio de la trama, omnipresentes y, al mismo tiempo, tan bien integrados en la historia que no la perjudican en absoluto.
Por supuesto, es una novela que se disfruta todavía más cuando se entiende el contexto de la trama. En realidad, la pugna mayor no está tanto en lo que esconde la biblioteca o el móvil de los asesinatos, sino en las luchas intestinas de la Iglesia con motivo de (o a través de) las herejías.
Curiosamente, a pesar de la densidad de la trama, de la riqueza del trasfondo y de los escenarios, y de la elección estética de usar la voz narrativa de un viejo monje que escribe sus memorias, El nombre de la rosa es una obra que se lee con sorprendente facilidad y que engancha sobremanera. Solo por eso, merecería ya todos los reconocimientos que ha tenido. Sin embargo, va más allá, porque es una obra que deja poso. No solo de conocimiento histórico, sino humano y moral. Es imposible no sentirse tocado por el drama de Guillermo de Baskerville, por su sentimiento de impotencia frente a los acontecimientos que superan a las fuerzas de un mero hombre.
Con todos estos elementos, El nombre de la rosa es una de las mejores novelas que he leído. Muy recomendable a todo aquel que tenga un mínimo interés por el tema.
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