Powers: Los vendidos

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Brian Michael Bendis y Mike Avon Oeming publicado por Panini

 

Hace ya tiempo que Bendis y Oeming han dejado claro que en Powers no van a meter relleno. En cada uno de sus números tienen algo nuevo que contar y cuando tiran —es decir, continuamente—, tiran a dar. Es algo que queda particularmente de manifiesto en entregas como este Powers: Los vendidos.

La cosa arranca con fuerza: con un escándalo sexual que salpica a uno de los poderes —los superhéroes o supervillanos dentro de este particular universo—. Ni Mike Avon Oeming con sus explícitas, por muy “autocensuradas” que vengan, viñetas ni Brian Michael Bendis, con su guión lleno de referencias ¿indirectas? a superhéroes y superaprendices de universos superheroicos más clásicos, se cortan lo más mínimo: van a degüello y con la creatividad desatada. Los interludios con forma de página web, por ejemplo, son un completo delirio de aciertos tantos estéticos como de contenido. En esto de dar caña a la sexualidad de los poderes no brindan cuartel.

Pero tampoco se quedan ahí. Como es marca de la casa, Powers: Los vendidos es pura novela negra y, a partir de esa primera cinta escandalosa, y sin terminar de dejar de lado el aspecto moral del caso, nos sumergimos en una trama que explora el mundo de los supergrupos —como ya habían hecho en, claro, Powers: Supergrupo, aunque con nuevas vueltas de tuerca—, la política, nacional e internacional y, al final, a la humanidad al completo.

El tema subyacente de todo el número, ese gran clásico que es la particular relación entre moralidad y superhéroes, se va desarrollando por etapas en un crescendo que termina, como no podía ser de otra forma, de un modo apocalíptico. Bendis y Oeming convocan a los reflejos distorsionados de los más grandes de este panteón contemporáneo y nos conducen a un clímax tan excesivo que te preguntas cómo demonios lo van a resolver. En Powers: Los vendidos hay, sin duda, algunas de las macarradas más grandes de toda la colección.

Lo bueno es que esta pareja sabe cómo manejarlas, cómo mantener la tensión en un más difícil todavía continuo y, al llegar al cierre, cómo hacer el pase de manos mágico que te deja boquiabierto, impresionado y con ganas de más. Porque habrá más, sin duda. Si Oeming dice —en la entrevista que la edición de Panini incluye al cierre— que todavía nos quedan unos años de Powers, podemos estar seguros de que será más de lo mismo, es decir, ideas nuevas y frescas, plasmadas con acierto y ceñidas a la doble premisa de novela negra y superhéroes.

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