Terminator 2: El Día del Juicio Final
Reseña de la segunda película de la conocida saga de ciencia ficción apocalíptica
En respuesta a esa extraña relación que tenemos con el progreso, desde el mismo momento en el que se entrevió el potencial de los ordenadores se empezó a desarrollar una narrativa de terror puro en la que estos tomaban el control del mundo para, por nuestro propio bien (o el del planeta), destruirnos. La saga Terminator se inscribe en esta reciente tradición y su segunda entrega, El Día del Juicio Final, mi preferida, ahonda en la cuestión de un modo ligero pero a la vez potente.
El ser humano es un cabrito consigo mismo y ese elemento es omnipresente en toda la película. Es, de hecho, el motor de la película. Skynet, por si teníamos alguna duda, no es un accidente fortuito, sino el resultado de investigar material potencialmente peligroso en busca de un beneficio personal, un leit motiv que encontramos en otras obras de la época, como Alien: el octavo pasajero. Esta naturaleza humana es representada a lo largo de todo el filme (la pelea del bar, el comportamiento del personal de seguridad del manicomio de Pescadero, la relación con la familia de acogida) y se explicita en la escena en la que los niños juegan a matarse entre ellos en el área de descanso de la carretera. El terminator, Skynet, los robots asesinos no son más que una forma moderna y acelerada, que se nos va de las manos, de seguir con nuestra dinámica habitual.
Sin embargo, lo que da un sentido mayor al título del filme, hay espacio para la redención, incluso para que un robot asesino entienda la ambivalencia humana, lo que da lugar a los momentos más emotivos de la película. Esta es la magia de Terminator 2: que no es solo una magnífica película de acción con tintes de slasher y momentos de macarrismo entrañable, sino también una historia de personajes complejos donde las emociones se trasladan al espectador.
En la época es cierto que toda la tramoya de los viajes en el tiempo, las paradojas que generan y el encaje de bolillos que supone la trama en relación con la primera entrega acaparaba nuestra atención, pero no dejan de ser los árboles que ocultan el bosque que hay detrás, el auténtico meollo de su narrativa.
Hay que notar también que la elección de los planos, los diálogos acerados, la narrativa visual y la formidable banda sonora (incluido el mítico You could be mine de Guns 'n Roses) son de tal calidad que la película ha envejecido muy bien. Es cierto que a día de hoy se pueden mejorar los efectos especiales, pero es un detalle menor dentro de una obra mayor dentro de su género.
Es de justicia así mismo destacar también las actuaciones, con Arnold Schwarzenegger redimido sin necesidad de hacer propiamente de bueno (la leyenda dice que le recomendaron no aceptar el papel de la primera para que no lo encasillaran como malo), con un Robert Patrick capaz de mantener el duelo cara a cara transmitiendo esa sensación de espeluznante inhumanidad, con una Linda Hamilton en estado de gracia, que no solo bordó al personaje, sino que creó un arquetipo, y un Edward Furlong que con solo 14 años se convierte en un pilar de la película.
James Cameron consiguió el reparto necesario, los medios y la visión para llevar adelante una idea que era omnipresente en el imaginario popular de la época y que difícilmente se podría haber llevado con más fuerza a la gran pantalla. Épica, un trasfondo para reflexionar y mucha acción hicieron de Terminator 2: el Día del Juicio Final no solo una película taquillera, sino todo un fenómeno que aun a día de hoy sigue coleando, quizás porque muchas de las cuestiones sobre el progreso y la naturaleza humana que desarrolla siguen sin haber sido contestadas de un modo satisfactorio.
- Inicie sesión para enviar comentarios