Voraz
Reseña de la novela de Fermín Moreno publicada por Dolmen en su Línea Z
Hace ya creo un par de años, debatíamos en Nocte sobre el desarrollo que, como cualquier fenómeno literario, tendría el boom zombi que estamos viviendo. Después de un enérgico arranque con los pioneros, que supieron hacer llegar este imaginario macabro a una cantidad de lectores insospechada, entramos en una época «dorada», si se me permite entrecomillar el término, donde se publicó muchísimo y donde, aunque iban llegando aportaciones interesantes, estas venían anegadas en permutaciones de un mismo esquema que, sorprendente en un subgénero relativamente nuevo, resultaban muy conservadoras en sus planteamientos.
La bajada de lanzamientos que cabía esperar ya ha llegado y, aunque si habrá un final absoluto para la moda que vaticinaban algunos o solo un encauzamiento de la producción no lo sabemos aún, ya podemos asegurar también que, al mismo tiempo, han aparecido obras de síntesis que sí tienen mucho que decir desde dentro del género Z. La novela que nos presenta Dolmen estos días, Voraz, es una de ellas.
Fermín Moreno conoce muy bien los mecanismos del género zombi y, además, tiene una prosa envidiable: precisa, rica en vocabulario, ágil, bien estructurada, contundente... Sin embargo, aunque podría haberlo hecho, no se ha limitado a conjugar ambas cosas para hacer una novela entretenida pero sin ambiciones. Bien al contrario, parece que con este Voraz estaba decidido a mostrar que se puede dar un buen paso adelante sin necesidad de rupturas de ningún tipo, ni formales ni argumentales.
Su novela tiene todos los elementos que han hecho tan exitoso este subgénero: hay una buena tensión atmosférica macabra, hay peligros y contratiempos continuos que se han de solventar con ingenio y hay un poso dionisiaco, casi de vendetta contra nuestro mundo actual, que tiene algo de catarsis. Por ajustarse a los cánones, tiene hasta un rasgo que se ha vuelto esencial en el género zombi español: la ambientación castiza. Su trama discurre en Zaragoza y alrededores y no de un modo accesorio. Sin duda, tiene todo lo que hace falta para que el aficionado medio quede más que satisfecho. Pero, como digo, no se queda aquí.
Para empezar, el retrato que hace de los personajes nos lleva a cotas de terror que reivindican el origen de este género y marcan ciertas distancias con otras obras que han sido más de aventuras. El experimento social que nos plantea no tiene nada de inocente y sí mucho de monstruo que nos aguarda tras el espejo... si nos atrevemos a mirarlo. Pero no es un horror gratuito. Y eso es lo que lo hace tan especial y tan espeluznante.
La vertiente ciencia ficción del autor tiene su espacio en Voraz. Si bien Fermín Moreno no se ha lanzado a ninguna explicación hard de la epidemia zombi, sí que se ha cuidado mucho de que la lógica y el realismo sean los que lleven el timón en mitad del caos generalizado, tanto desde el punto de vista social como técnico. Sin que se ahonde demasiado en explicaciones, no escurre el bulto a la hora de dar consistencia al escenario.
Por eso, cuando entramos en el tramo final de la obra y nos arrojamos a las fauces de la fantasía oscura, una emparentada además de con todo lo precedente, por increíble que parezca, y al mismo tiempo con nuestro propio folclore, es imposible no sentirse fascinado. Fascinado porque sin salirse de un subgénero que muchos daban ya por estéril, ha montado algo grande, muy grande, y ajustado como un enloquecido mecanismo de relojería.
Esto es lo que hace de Voraz, a mi parecer, una de las grandes obras de terror de este año. Y también de todas las que he leído. Una apuesta distinta, brutal e implacable, como se supone que tiene que ser un futuro postapocalíptico.
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