Creepy 8 y 9
Reseña de los tomos recopilatorios de la mítica revista de la editorial Warren
En nuestra última reseña dedicada a los fantásticos volúmenes de Planeta DeAgostini dedicados a rescatar el material de la editorial Warren comentábamos cómo las dificultades financieras que atravesaba ésta se reflejaba en el resultado final, ya que contrataban a artistas con un nivel muy inferior al de aquellos Wally Wood, Steve Ditko o Johnny Craig con los que comenzaron.
Esa etapa de crisis creativa comenzó a desaparecer a la altura del octavo tomo del recopilatorio de Creepy. Varios son los elementos que contribuyeron a este cambio. En primer lugar, que, más allá de todos esos artistas mediocres a los que nos referíamos antes, Warren y su editor Nicola Cuti consiguieron los servicios de un puñado de dibujantes jóvenes espléndidos. Es el caso de Ernie Colon, siempre dispuesto a innovar de forma diferente en cada historia que le encargaban. Operador de Máquinas 10061, El blues de Gato Ganforro, El secreto de la habitación encantada o El regreso de Skipper podían tener historias más o menos conseguidas, pero la continua experimentación de Colon proporcionaba a todas ellas un interés indudable. También Gary Kaufman, a menudo responsable él mismo de los guiones, confería un especial atractivo con su dibujo contrastado, frío y minimalista en historietas como Lobo Glacial. Y también, por supuesto, un tal Richard Corben que empezaba a despuntar, dueño de un estilo tan identificable como único. Y Dave Cockrum. Y Tom Sutton. Y Bruce Jones. Y Mike Ploog.
En segundo lugar, se consiguió que alguno de esos grandes artistas con los que comenzó Creepy volviera al redil. Es especialmente reseñable El todo cósmico, creada por un inspiradísimo Wally Wood, que podría haber figurado sin ningún problema en las páginas de la EC.
En tercer lugar, algunos de los relatos tenían guiones sobresalientes, algo no muy habitual en los números anteriores. Destaquemos el absoluto mindfuck que supone ¡Te odio! ¡Te odio!, escrita por el propio Jim Warren, o Paseo de la Extinción, de Don McGregor.
Y en tercer y último lugar, adentrándonos ya en el noveno volumen, contemplamos por fin el desembarco de artistas españoles procedentes de la Selecciones Ilustradas de Toutain. El cambio fue drástico. No hay más que pasear la mirada por las páginas de Auraleón (en la lovecraftiana El horror tembloroso), Jorge Badía Romero (que firmó como Jorge B. Gálvez ¡Una crónica!, elevando el insulso guión en el que se basaba; o la -ésta sí- estupenda historia A dividir entre tres), Jaime Brocal (responsable de las muy creepyescas La marca de la garra de Satán y Por el bien de vuestros hijos), Luis García (que dejó boquiabierto al aficionado estadounidense con su labor en Los hombres que le llamaron monstruo), Felix Mas (pletórico de imaginación en Espejismo y Mazmorras del alma), Nebot (con un divertido estilo casi cartoon en Una cierta inocencia y Targos), José Beà (autor de unas planchas prodigiosas, oscuras y etéreas en Como una cabina telefónica, larga y estrecha y El cuadro de la muerte) y Martín Salvador (muy sobrio en El colocón definitivo). Como puede verse, una invasión en toda regla que supuso el advenimiento de la segunda mejor etapa en las revistas de Warren.
En definitiva, si hasta ahora te has mostrado interesado pero remiso ante las recopilaciones de Creepy y Eerie, no lo dudes más. Este es el momento de subirse a este terrorífico y encantador barco. No lo lamentarás.
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