La espada salvaje de Conan: El cubil del gusano de hielo
Reseña del duodécimo volumen de la reedición de Planeta DeAgostini Cómics
En este tomo Roy Thomas sigue adaptando a cómic relatos canónicos del bárbaro, aunque no ya de Robert E. Howard, sino de los seguidores que completaron los huecos que dejó su muerte. De esta manera, aunque quizás no sea el mejor material posible, sí que sigue teniendo un sabor auténtico nada desdeñable.
Arranca el volumen con El cubil del gusano de hielo, basado en una historia de L. Sprague de Camp y Lin Carter que está bien imbricada en el universo de Conan pero que no aporta gran cosa al personaje: vemos al cimerio perdido en un páramo helado, este salva a una damisela en apuros de un grupo de toscos salvajes y, para rematar la faena, hay encuentro con una criatura mítica monstruosa sobrenatural. Lo más original de la narración es el modo en el que el bárbaro consigue imponerse a esta. No obstante, la historia funciona bien y el escenario retratado por los lápices de Carmine Infantino y Alfredo Alcalá transmite el frío glacial de aquella era indómita, haciendo la lectura agradable.
De ahí pasamos a Lágrimas negras, adaptación de un relato, de nuevo, de L. Sprague de Camp y Lin Carter. Este relato es algo más ambicioso y la historieta se engarza muy bien, además, con todo el trasfondo de aventuras en el desierto de Conan como caudillo de los zuagires. Los elementos son de nuevo canónicos: una ciudad encantada en un páramo desolado, una maldición ancestral, algo de hechicería... y la resolución, expeditiva y rápida, a base de fuerza de voluntad. Sin embargo, el desarrollo resulta muy sugerente y la trama avanza bien, dando solidez al conjunto. Tenemos conspiraciones, personajes secundarios bien perfilados, referencias a otras historias, batallas, encuentros inesperados, misterio, un punto de terror sobrenatural. Elementos muy agradables a todo lector de este género. Así, aunque está claro que Roy Thomas pone la historia al servicio de “crear universo”, algo que le fascina y que da una dimensión particular a sus adaptaciones, se disfruta mucho con su lectura.
Y como cierre tenemos el plato fuerte del volumen y una gozada de historieta dentro de la colección: Halcones sobre Shem. Curiosamente, buena parte del argumento parecía haber sido ya fusilado por Roy Thomas en Sombras en Zamboula, pero aquí, quizás por haber respetado más el material original de Robert E. Howard y L. Sprague de Camp, la historia adquiere una solidez y una fuerza envidiables.
De entrada, encontramos a un Conan algo atolondrado que desembarca en una ciudad-estado gobernada por un monarca inestable que se apoya en tres grupos mercenarios para mantenerse en el poder. El cimerio no duda en mezclarse con uno de ellos para satisfacer una venganza personal y, poco a poco, se ve arrastrado por una serie de conspiraciones que terminarán obligándolo a poner pies en polvorosa. Es una historia en la que el elemento sobrenatural pasa casi desapercibido, pero cuyo trabajo de trasfondo y escenario hacen memorable, tanto por los secundarios como por las intrigas. El apartado gráfico, que corre a cargo de John Buscema y Alfredo Alcalá, está a la altura del formidable guión. En definitiva, un cierre de lujo para un volumen algo atípico que, no obstante, se disfruta mucho.
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