La sombra de Don Quijote
Reseña del cómic de Patricio Clarey y Lara Fuentes publicado por Panini
El Quijote es una obra que, en un habitual y vano ejercicio de querer acotar la ficción, se ha clasificado en numerosas ocasiones de realista en contraposición a la fantasía, como una suerte de triunfo de la razón sobre los sueños. Paradójicamente, pocos personajes han dado tantas alas a la imaginación como el protagonista de la famosa novela de Cervantes.
En La sombra de Don Quijote, Patricio Clarey y Lara Fuentes reivindican precisamente ese símbolo de la imaginación dispuesta a reinventar la razón convencional para hacer realidad sueños en una narración que, como buenos artistas, hilan con la problemática de la sociedad actual y el corazón que palpita en ella, la crisis. La desesperanza, el anuncio —muchas veces interesado— de la falta de horizontes, la incapacidad o el miedo de buscar nuevas sendas o, simple y llanamente, la inercia son los elementos recurrentes en el desafío para el que se ha resucitado este clásico de la ficción universal.
El género elegido para vehicular la trama, muy acertadamente, es el fantástico. Alegoría, delirio intelectual, simbolismo desbocado, mundo paralelo o surrealismo, poco importa: es un viaje a la mente del Quijote, benditamente afectada por la locura de plantar batalla a una realidad que se desmorona. Desde sus ojos vamos a poder ver nuestro mundo con la clarividencia de los locos.
La narración recuerda al viaje a los Círculos Infernales de Dante, con la salvedad de que los horrores contemplados son los males que aquejan nuestra realidad. Aquí la penitencia y la eventual expiación no se emplazan en un hipotético más allá futuro, sino que toca convivir con ellas. Tampoco hay que pensar que La sombra de Don Quijote tiene una vocación didáctica. De hecho, la ausencia de esta es uno de los puntos fuertes de la obra.
Este cómic tiene numerosos momentos mágicos, composiciones y significantes que se quedan grabados en la memoria. Sin embargo, intentar encajar todas las piezas de un modo unívoco es un ejercicio vano y, a mi entender, contraproducente. La sombra de Don Quijote es una obra para pasearse por sus páginas, para hacer del lector el viaje que propone. Para sentir. Todo el trabajo gráfico, con su detallismo, su majestuosidad, con sus contrastes, está pensado para emocionar. Hay pasajes que interpelan directamente el alma, que invitan a aparcar el intelecto, sobre todo en sus esquemas tradicionales.
La sombra de Don Quijote es, en definitiva, una obra llena de lírica y emociones, una obra sincera y soñadora. En algunos momentos laberíntica, en otros de una llaneza formidable, sacude al lector para hacerlo partícipe de la épica que encierran sus páginas. Un auténtico homenaje a un valiente que no se resignó a la cordura de vivir en un mundo impuesto por otros.
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