Lobos
Reseña del cómic de Etienne Schreder publicado por Arboria
Como si de una obra gótica actualizada se tratase, Lobos, el cómic de Etienne Schreder, se articula en torno a los secretos familiares, las maldiciones ancestrales y los escenarios decadentes formando una trama laberíntica que, más que clara, resulta simbólica.
Se podría decir que existe una historia en primerísimo plano, tan cercana que resulta casi imposible de percibir, y que es la ligada a los lobos y la mencionada maldición familiar, que sirve de excusa para las historietas aparentemente inconexas que cubren la práctica totalidad de la obra hasta dar la impresión, no del todo exacta, de que esa narración en primer plano no es más que una suerte de presentación, de entremés. En realidad, todo el discurso de Lobos es coherente y único, y las elementos a ligar están presentes para el que quiera encontrarlos.
No solo en el aspecto formal, en el dédalo narrativo, vemos esas reminiscencias de lo gótico que también saltan a la vista en el trasfondo familiar malsano —tanto del telón de fondo como de las narraciones breves engarzadas— y en el escenario —las mansiones vetustas, las fábricas hiperbólicas como castillos de opereta, la propia anatomía urbana de la última historieta—, sino también en los propios detonantes narrativos.
En la primera historieta, por ejemplo, tenemos la reinvención del mito vampírico bajo la óptica de la explotación proletaria, una actualización del imaginario monstruoso más que evidente. El poso está ahí, omnipresente: maldiciones, degeneraciones, transformaciones. El ritmo, eso sí, es contemporáneo: las tramas se resuelven con celeridad y el humor, desenfadado, siempre tiene sus cartas listas.
El apartado gráfico, aunque caza el encanto de las fantasmagoría del XVIII y el XIX, va también en esta línea: trazos vivos, expresivos, que acercan al lector al marco histórico de principios del siglo XX en la estética, no tanto en la composición. Modernidad para abordar los clásicos desde una perspectiva actual.
El resultado es una obra muy original que se disfruta por sí misma, más allá de referentes. Quizás le falte algo de extensión para explotar en toda su intensidad el trasfondo de la maldición, que termina ventilado en una suerte de Decameron de tres actos no exento de precipitación, pero no por ello Lobos deja de ser una lectura muy entretenida e interesante.
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