Vivir con los muertos
Reseña del cómic de Mike Richardson y Ben Stenbeck publicado por Planeta DeAgostini
“Dos chicos, una chica... ¡y 7.000 millones de muertos vivienes!” Con este eslogan estaba prácticamente seguro de lo que me iba a encontrar en las páginas de este cómic. Y, en gran medida, fue lo que me encontré: muchos zombis, humor negro y un cómic que buscase el impacto festivo del lado más pop de esta plaga moderna del terror. Pero también, he de reconocerlo, me encontré algo más.
No lo ves venir. Los personajes, dos al principio, tres en seguida, caen simpáticos. No se busca, en apariencia, darles una gran profundidad. Pero funcionan. Les vas cogiendo una especie de cariño extraño. No es que tengas la impresión de conectar con unos personajes profundos, de novela; es, más bien, esa sensación de seguir a unos personajes entretenidos en una tira cómica.
Los protagonistas de Vivir con los muertos no se agobian con cuestiones metafísicas y parecen haber desterrado la angustia de sus vidas. Se divierten, en la medida de lo posible, en mitad de un apocalipsis zombi. Es como si Mike Richardson nos hubiera querido mostrar lo que haría gente pueril y despreocupada frente a la (macabra) tienda de juguetes en que se convierte un mundo en el que lo único que quedan son los muertos vivientes y los restos de tu civilización. Ni siquiera se busca explicar la plaga, ni ahondar en los mecanismos y/o excepciones de la misma: simplemente se aceptan las cosas tal y como son.
Ben Stenbeck, apoyado por el color de Dave Stewart, capta este enfoque con habilidad. Las peleas en Vivir con los muertos son más festivas que angustiosas, aunque también tienen su lado oscuro, y el tono en general más que opresivo es de una comicidad funesta. La cosa se acentúa, por supuesto, con la llegada de la chica a la trama. Es como si el personaje de Betty cumpliera la función de catalizador que radicaliza la función. Desde que entra en acción, todo se vuelve más explosivo, más pirotécnico, y, como es natural, los acontecimientos se precipitan.
Y así, uno se ve arrastrado página a página, escena a escena, sin darse cuenta de la solidez con que se va construyendo todo. Hasta el cierre. Ahí es cuando la sonrisa que te ha dibujado el cómic se acentúa.
Sí, ha sido una grata sorpresa. Vivir con los muertos es un cómic ligero, absurdo, divertido y pueril. Como tiene que ser una buena historia de zombis. Además, es coherente, muy coherente. Una muestra de que se puede hacer un cómic con estas premisas, y hacerlo bien.
Como último apunte, señalar que la edición de Planeta DeAgostini, de la calidad acostumbrada, incluye una galería con las portadas de Richard Corben.
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