Sueño de una noche de verano

Ver la luz del mundo nunca fue tan doloroso. Despertarte y ver que no hay nadie de los que te pidieron despertar. Dormirte queriendo no volver a despertar. Y dime qué nos queda, qué permanece parte de las veces que me dijiste que me querías.

La lluvia está aún por caer, y yo sólo huelo la tormenta. Sólo nos queda el recuerdo agradablemente doloroso de aquella noche de verano. No queda nada de las promesas, de los saltos, de las manos que ahora me cogen para que no me caiga. Soy como el cadáver de un gato negro que murió más de siete veces y aún quiere vivir. Dime, dime, dime qué nos quedará cuanto todo y todos hayan muerto, cuando se caiga el último pétalo de esta flor podrida.

Ver la luz del mundo nunca fue tan doloroso. Poder decir que esta y toda vida gira y gira, como una noria. Gira y gira, y mientras aún quede vida viviremos de suertes y desgracias. No podemos hacer nada. Sólo esperar a que la noria vuelva a moverse. Rezar por que no nos quedemos colgados para siempre.

Nos quedamos en cabinas separadas: solamente te veo a través de los cristales.

El sueño de aquella noche de verano se acabó.