El mentalista
Un repaso a la serie protagonizada por Simon Baker
Escribo este artículo después de terminar de ver la tercera temporada y quedarme con la sensación de que la serie había quedado cerrada. He leído, no obstante, que hay una cuarta temporada, de la cual no hablaré por motivos obvios.
El mentalista es una serie deudora de Sherlock Holmes. El protagonista, Patrick Jane, encarna ese espíritu deductivo despierto al que tantas veces ha recurrido el cine y la literatura. Su particular vuelta de tuerca es el carácter: si en la obra de Arthur Conan Doyle los personajes secundarios tenían tendencia a exclamarse que aquello que hacía el detective era magia o tenía truco, en esta serie, de hecho, el protagonista aprovecha esa sorpresa y credulidad hasta el punto de haber convertido el truco en su modo de vida.
Patrick Jane es un hombre que viene del espectáculo y que ha utilizado durante años sus habilidades deductivas y su conocimiento del espíritu humano para beneficio propio: usaba su inteligencia para fingir, por ejemplo, una capacidad para comunicarse con los difuntos. Hasta que, un día, se cruzó con quien no debía: Red John, un psicópata también experto en el arte de manipular al prójimo pero todavía más siniestro en sus propósitos.
La serie se plantea como una policíaca que tiene la particularidad de estar protagonizada por el susodicho mentalista, que terminará resolviendo los casos gracias a esos trucos de ingenio. Hay que reconocer que este particular ha sido muy bien conducido, pues en tres temporadas apenas ha habido un par de repeticiones en sus técnicas, lo que da frescura y brinda algunas sorpresas a los telespectadores.
Sobre este planteamiento de capítulos unitarios, no obstante, planea una sombra (roja) que sirve de hilo conductor: Red John. Si Patrick Jane colabora como asesor de la policía (se ve que en Estados Unidos no es descabellado que las fuerzas del orden recurran a “mentalistas” y “médiums”) es para conseguir vengarse de él, ni más ni menos. Si bien esta trama conductora tiene más peso en unos episodios que otros, siempre está presente, aunque sea en los títulos de estos.
Además, no se trata de una mera zanahoria con la que salpimentar una trama pensada para ser estirada hasta el infinito, sino que la historia subyacente influye en los personajes y los hace evolucionar hasta el final de la tercera temporada, que, como decía al principio del artículo, se podría considerar un cierre real de la historia. Este dinamismo, esta falta de miedo a modificar los estereotipos iniciales del reparto, es extensiva tanto al protagonista como al resto de sus compañeros, que adquieren la profundidad suficiente para interesar al espectador por sí mismos. Este aspecto es otro acierto: aunque ciertamente cortados por patrones reconocibles, los policías con los que trabaja Jane consiguen tener su propia personalidad.
Cabe señalar que el tono de la serie oscila entre lo humorístico y lo siniestro, como un péndulo entre el lado brillante de la vida y su reverso tenebroso. No se trata de humor negro; Patrick es un showman y, en el momento que atraviesa, ha perdido el respeto por prácticamente todo, lo que genera situaciones francamente divertidas. Al mismo tiempo, su trasfondo es descarnado y su objetivo en la vida, la venganza. Este contraste está muy bien llevado, lo que hace que la serie sea ligera y, al mismo tiempo, la historia de calado.
El resultado es una historia que mantiene un magnífico nivel durante su desarrollo y que consigue manejar registros muy variados (terror, intriga, humor, romance...). Eso sí, tiene una condición indispensable: conectar con el protagonista. Todo el tinglado reposa sobre sus hombros.
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Aunque aún no he terminado de ver la tercera temporada, reconozco que la serie ya empieza a decaer un poco (creo que es un problema del que acusan todas, tarde o temprano). Las dos primeras temporadas si me parecieron brillantes, un soplo innivador dentro del maremágnum de culebrones que invaden las pequeñas pantallas de nuestros hogares. Al protagonista, Simon Baker, ya le conocía por una serie de abogados titulada "El Guardián", donde realizaba un espléndido trabajo en un papel muy alejado del Mentalista. Coincido en que Patrick Jane lleva el peso de la serie, aunque merece un aplauso el resto de personajes secundarios que le acompañan. En definitiva, una gran serie pero que quizá debería ir terminando ya, antes de verla arrastrarse por el fango de la parrilla televisiva (como he visto que ha ocurrido con tantas series). Un saludo a todos.
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