Si hubiese desechado el resto de tramas y se hubiese centrado en la principal... Y si yo escribiera guiones en vez de comentarios en internet...
Cualquier día, señor Kaplan. De momento, disfrutaremos leyendo sus comentarios.
O de las libertades tomadas con la obra de Heinlein for the greater good...
Se suele hablar de la fidelidad de las adaptaciones cinematográficas de novelas casi como si fuera un asunto conyugal.: que si traiciones, que si apariencias, que si solo de nombre, que si compromisos... En ocasiones parece que la importancia reside en lo nominal, en la transcripción, cuando deberían de ser una oportunidad para reinventar una obra o explorar nuevas facetas de la misma. Como nos podemos encontrar en Starship Troopers, la novela de Robert A. Heinlein que es también la película de Paul Verhoeven.
En efecto, si comparamos ambas obras no tienen demasiados puntos en común a excepción del nombre y de la idea de una sociedad militarizada donde, para llegar a ser un ciudadano de pleno derecho, tienes que servir durante un tiempo en el ejército. Si en la original vemos un mundo en el que los hombres conviven con alienígenas y donde las batallas se resuelven con curiosos ingenios bélicos que convierten a los soldados en armas de precisión quirúrgica y gran poder destructivo, en la adaptación cinematográfica los humanos solo se relacionan con los extraterrestres —en apariencia— a través de una confrontación que busca la extinción mutua y la mayor parte de los soldados son carne de cañón con medios más que insuficientes para hacer frente a sus enemigos.
Las diferencias no quedan ahí y no se pueden achacar únicamente al marco temporal —dentro de su propia cronología— que hace que la novela sea más cercana a una space opera y la película a una hecatombe apocalíptica. Están, más bien, sobre todo en el tono. Si Robert A. Heinlein quería traernos una obra reflexiva sobre un posible orden alternativo a través del cual dar salida a sus propias experiencias en el mundo bélico, Paul Verhoeven arma una narración que incide en el famoso siempre habrá clases y clases a través de un desarrollo pop muy efectista y entretenido, del dicho palomitero pero no exento de sus buenos momentos de acidez y sus formatos infrecuentes.
En realidad, aunque pudiera pensarse que la adaptación tiene cierto deseo de enmendar la plana al original, de mostrar su lado oscuro, tengo la impresión de que no van por ahí los tiros, sino que es solo un modo distinto de explorar las mismas ideas y con la misma profundidad. Paul Verhoeven tampoco ahonda en el concepto de la sociedad militarizada más allá de lo que hace Robert A. Heinlein para mostrar en qué desembocaría algo así —a pesar de esa elección en el vestuario de los oficiales o algunas “meras” conversaciones cargadas de veneno—. Se limita a utilizarla de telón de fondo y, eso sí, marcar el camino con los mismos personajes duros, mentores insospechados, que nos hacen pensar desde una óptica humana a una escala mayor, que nos obligan a ponernos en su pellejo y a maravillarnos de esas capacidades humanas, ciertamente crudas, frente a la adversidad.
De este modo, no tenemos solo una traslación de medio que permite una sobreabundancia de fuegos artificiales. De hecho, en la película se dejan de lado muchos gadgets y accesorios de la novela original que hubieran podido hacerla más impactante en lo visual pero, sin duda, menos trágica, menos épica, en el factor humano. Lo que encontramos, de hecho, es una nueva oportunidad de hablar de lo que subyace en las guerras —en este caso, en las guerras estelares con enemigos no-humanos— pero desde perspectivas y momentos muy distintos. Si Robert A. Heinlein nos traía el desarrollo en perspectiva, a una cierta distancia y siempre desde una óptica racional, Paul Verhoeven opta por el impacto directo, por el quemarropa, el viscela, por arrastrarnos, en definitiva, por el polvo gracias a las posibilidades que le brinda la gran pantalla.
Es decir, arma una adaptación que es, al mismo tiempo, una obra en sí misma. Infiel al original, como tiene que ser, para que no se quede en un mero registro.
Si hubiese desechado el resto de tramas y se hubiese centrado en la principal... Y si yo escribiera guiones en vez de comentarios en internet...
Cualquier día, señor Kaplan. De momento, disfrutaremos leyendo sus comentarios.
Creo que el propio Verhoeven comentó en cierta ocasión que bastantes conocidos suyos (gente de izquierdas) habían malinterpretado completamente tanto Robocop como Starship Troopers en lo tocante al "mensaje ideológico", pensando que habían visto apologías del fascismo cuando más bien los tiros iban por otra parte. De hecho, si no recuerdo mal, en lo que respecta a Starship Troopers Verhoeven leyó el libro y el mensaje y el tono general del mismo le dieron tanto repelús que la única forma que se le ocurrió de adaptarlo fue llevarlo al terreno de la sátira y la parodia.
En cuanto a la peli como tal, cuando la vi siendo un chavalín no me pareció gran cosa. Tras revisionarla años después sí que le pillé el 'truco' y me gustó bastante más, aún así no la considero precisamente de lo mejor de la filmografía de Verhoeven.
Xoso vive en un mundo post apocaliptico (...) y recorre en su motocicleta steampunk la desolada tierra acompañado por Pérez Reverte... [1]
Yo creo que habría que matizar un poco. Sí que hay mucha parodia y muy ácida en lo del derecho a ser ciudadano, y también es significativo que las tropas de élite (la infantería mecanizada) pasen de ser unos tipos que pueden con todo, en la novela, a carne de cañón más propia de la realidad. Sin embargo, la parodia no llega al nivel humano. Más allá de retratarlos con cierta visión limitada, no les da la caña que da a la sociedad globalmente.
Es decir, a nivel humano rescata esa empatía por los camaradas militares que trasluce la obra de Heinlein y que, después de todo, debido de ser lo que le motivó a escribir la novela (en modo nostálgico). Eso permite que no solo sea una película crítica, sino también una buena película de acción. O así lo veo yo.
OcioZero · Condiciones de uso
Buena reflexión. En las adaptaciones hay que soltar lastre, sin duda. Si no, si eres extremadamente respetuoso con el material de partida puedes acabar haciendo obras tan artríticas como las versiones cinematográficas de Sin City o Watchmen. Su espíritu es el de calcar cuando habría sido mejor interpretar.
Hace poco comentaba en Letterboxd el caso de The Hunter, una película australiana protagonizada por Willem Dafoe y basada en una novela. El caso es que el guionista y director tenía un material estupendo para hacer una película sobre un cazador perdido en unos bosques etéreos en busca de un ejemplar de Tigre de Tasmania, una especie ya extinta. Una epopeya interior sobre la bajona, vaya. Pero no.
Esa trama existe en la película, pero también otras muchas: una sobre familias desestructuradas, otra sobre el desastre ecológico en la región, incluso una en la que el protagonista es perseguido. ¿El resultado? Mucho abarca, poco aprieta.
Si hubiese desechado el resto de tramas y se hubiese centrado en la principal... Y si yo escribiera guiones en vez de comentarios en internet...