No hay nada más encantador y triste que un pueblo fantasma. los hombrres brillan por su ausencia, los recuerdon agonizan; el viento mece los columpios y empuja al papel periódico contra los cristales. bello y triste.
Reseña de la novela de Julio Llamazares, que acabo de releer en edición de Gara d'edizions
Hacía tiempo que quería releer esta novela. Desde que mi tío abuelo me la recomendara, hace ya unos cuantos años, ha quedado grabada a fuego en mi memoria. Me atrevería a decir que es de lectura obligada para todos aquellos que tenemos relación con los habitantes de los pueblos abandonados del Pirineo. Desde luego, me cuesta trabajo imaginar cómo se podría captar mejor la sensación que me embargó cuando visité Bescós, el pueblo natal de mi abuelo Tomás.
No es de extrañar, por lo tanto, que aprovechando que estoy aprendiendo aragonés me hiciera con la traducción de Chesús Casaus. Fue un modo hermoso de sumergirme de nuevo en sus páginas, pues el reencuentro con el pasado familiar se conjugó en dos vertientes: la lingüística y la humana.
La lluvia amarilla es principalmente eso, una historia muy humana, la de un hombre que no se resigna a abandonar su pueblo cuando ya no queda nadie con quien resistir. Es también la historia de un éxodo, el de las comunidades rurales más apartadas del Pirineo cuando llegó el progreso con sus cantos de sirena. No es una obra que se centre en analizar causas y consecuencias, sino un relato que nos habla de un modo visceral, a través de los ojos de uno de sus protagonistas, uno particularmente terco y aferrado a la tierra.
Gracias a este personaje que hace las veces de narrador, asistiremos en primera fila al ocaso de un pueblo. La maraña de sentimientos, miedos, anhelos, emociones y vivencias que nos espera es impresionante, corta el aliento. Desde la primera página, conmociona. Al mismo tiempo, también vislumbraremos algo de un modo de vida que, en la actualidad, ha desaparecido. Para algunos urbanitas, estoy convencido, será tan exótico como un viaje a la jungla.
La prosa de Llamazares es un poderoso vehículo para lo que nos quiere contar. Es poética y es cercana, atrapa con su estructura como un buen narrador desglosando anécdotas en una cadiera y no por ello pone techo a sus altos vuelos. Tiene épica y al mismo tiempo es mundana. La riqueza de este libro en su aspecto formal va pareja a la de su trasfondo.
Con estos elementos, para mí, La lluvia amarilla es una obra maestra. No soy objetivo con este libro, lo sé, pero también tengo la certeza de que fascinará a quienes les interese el tema que trata, y emocionará a quienes se sientan, de algún modo, cercanos al mismo. A todos ellos se lo recomiendo.
Autor
Julio Llamazares, es un escritor y periodista español que nació en el desaparecido pueblo de Vegamián, León, el 28 de marzo de1955, poco antes de que el pueblo quedase inundado por el embalse de Porma. Licenciado en Derecho, abandonó el ejercicio de la profesión para dedicarse al periodismo escrito radiofónico y televisivo en Madrid, donde reside actualmente
En 1983, comenzó a escribir Luna de lobos, su primera novela, y en 1988 publicó La lluvia amarilla. Ambas fueron finalista al Premio Nacional de Literatura, en la modalidad de Narrativa. De 1994 es Escenas de cine mudo.
Sinopsis
El último habitante de un pueblo del Pirinero aragonés se resiste a abandonar sus raíces y, en definitiva, su vida.
Edición
La lluvia amarilla
Julio Llamazares
Gara d'edizions, 1998
Bolsillo
No hay nada más encantador y triste que un pueblo fantasma. los hombrres brillan por su ausencia, los recuerdon agonizan; el viento mece los columpios y empuja al papel periódico contra los cristales. bello y triste.
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Yo tampoco soy objetiva, a mí también me encantó la novela. Lo leí hace mucho y puede que lo relea. Ahora hay un boom por volver a los pueblos y la pena es que en muchos se están cometiendo atrocidades urbanísticas. Hubiera sido hermoso que en la vuelta se hubiera conservado la riqueza de las construcciones en piedra y con identidad cada una de las casas..., no esas horribles casas adosadas en las que se destina una vivienda a los pocos que quedan en pueblos y entornos y esas horribles urbanizaciones copia de lo peor de las ciudades. Lástima que no se haya aprovechado la oportunidad de mejorar de verdad, aunque en algunos aspectos, reconozco, sí se ha mejorado algo.