Quimera

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta obra de Mattotti publicada por Editorial Sins Entido dentro de su colección Ignatz

Quimera es una obra que abordé con el pie izquierdo. La edición en grapa y tapa de cartulina -eso sí, con solapas y páginas interiores de buen gramaje- de Sins Entido me enfrió bastante los ánimos. Esto, unido a que yo esperaba, no sé muy bien por qué, una suerte de bestiario de seres imaginarios, hizo que un cierto poso de desilusión me embargara, pues hacía tiempo que quería leer el cómic. Los primeros dibujos de la obra, por los que me dejé llevar tras el poético texto introductorio -que hubiera preferido leer en italiano-, no terminaban de disiparlo.

 

Eran esquemáticos, trazos a plumilla que no llenaban el blanco de las páginas ni terminaban de concretar los elementos que, viñeta tras viñeta, se iban sucediendo. No conseguían enganchar mi atención demasiado, pero, al mismo tiempo, retenían mi mirada, como cuando miramos las nubes vagar por el cielo con una sensación entre la paz y la inquietud.

 

Para mi sorpresa, estos trazos desnudos en la aridez de las hojas fueron arrastrándome, cada vez más rápido, hasta que quedé totalmente atrapado por el tempestuoso ritmo que les animaba. Ni una sola palabra interrumpía la secuencia, que cada vez más iba asimilándose a esa de la contemplación del cielo. Y, de repente, las formas fueron tomando cuerpos, y éstos sugiriendo personificaciones vagas, y un espectro quasi mitológico se asomaba al fondo de las viñetas.

 

El ritmo narrativo se fue acelerando, y los trazos congregándose en marañas cada vez más densas, tal y como las nubes blancas se apelmazan para dar otras más oscuras y tormentosas. Y así iba evolucionando la historia -por llamarla de algún modo- al mismo tiempo, como si fuera una tempestad en papel: cada vez más críptica, oscura y dinámica, mostrándose con más fuerza continente de pulsiones que calificaría de arcanas.

 

De pronto estaba inmerso en una lucha entre la vida y la muerte, y, unos pasos más allá, sumido totalmente en la densa penumbra de una floresta, contemplando con auténtica maravilla cómo se había tejido a mi alrededor todo un mundo, espiando a sus personajes. Y cuando terminé la lectura de Quimera eso era lo que quedaba: maravilla, fascinación al darme cuenta del trayecto, del punto en el que me había quedado tras una lectura que empezaba del peor de los modos.

 

Mattoti me ha dejado claro que es un maestro de la narración hasta tal punto que puede prescindir de sus elementos más básicos para construirla. Y no hablo ya de los diálogos, sino de la propia trama. Su habilidad gráfica, a pesar del comienzo -que hubiera calificado de pobre-, o tal vez gracias a él, se muestra como una bestia desatada. Las páginas realizadas a plumilla como una demencial tela de arañara que mostrase secretos imposibles atrapan con su majestuosidad y su fuerza transmisora. Las últimas, en las que la tinta se sale de los propios límites del trazo, sencillamente culminan todo el espectáculo.

 

No sé muy bien a qué público recomendar este cómic. Es algo particular, que seguramente no encandilará a todo el mundo, pero que resulta muy interesante no ya como experimento conseguido, sino como prueba fehaciente de que hay muchos otros modos narrativos esperándonos, tal vez agazapados en algún rincón oscuro, como las criaturas que pueblan esta Quimera.

 

Eso sí, a pesar de todo le hubiera puesto un encuadernado de más calado.

 

Sinopsis (Cortesía de Sins Entido)

 

Mattotti nos lleva a una gran ensoñación sin palabras. Sutilmente van manifestándose seres imaginarios, que en condiciones normales están ocultos, mutando constantemente desde la psique a través dibujos vaporosos, de pluma fina y ágil, que evolucionan extravagantemente en oscuras criaturas de tinta negra.

Potencias una imaginación intensa donde la viabilidad de lo verdadero se torna en extraordinario a través de la contienda de opuestos fabulados. Una inquietante narración, estimulada por el delirio artístico de este maestro italiano de la ilustración.

 

Autor

 

Lorenzo Mattotti nació el 24 de enero 1954 en Brescia (Lombardía). Su carrera profesional como artista gráfico abarca varios campos, incluyendo trabajos de ilustrador para "Cosmopolitan", "Vogue", "Newyorker", "Le Monde" "y Vanity Fair" y de dibujante de historietas. En este dominio, Mattotti ganó un Premio de Eisner en 2003 por su novela gráfica "Doctor Jekyll y Sr. Hyde". Su estilo se caracteriza por su carácter innovador, tanto dentro de lo argumental -pues no incluye, en ocasiones, aventura en sí- como de lo estético.

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