Reseña de la antología de José Ignacio Becerril Polo publicada por Ediciones Pedro Escudero
Los relatos que componen El hombre imaginado, la antología de José Ignacio Becerril Polo, alias Nachob, que nos propone Ediciones Pedro Escudero en su Colección Singular, son para mí unos viejos conocidos. Sin embargo, al mismo tiempo, al releerlos he tenido la sensación de estar abordándolos, en muchos casos, casi por primera vez. Quizás se deba a que el autor, esclavo de su naturaleza inconformista y proteica, no puede dejar parar una historia ni siquiera cuando ya ha sido publicada, o tal vez a la revisión que se ha hecho para esta edición, que ha corrido a cargo de la muy competente Ángeles Pavía. En cualquier caso, es algo que me facilita la tarea de hablar de ellos sin perderme una vez más en anécdotas sobre cómo conocí a Nachob y su obra, Un año de palabras y otros daños colaterales.
El hombre imaginado —aunque incluye la posibilidad de tomar senderos alternativos, algo muy propio del autor— viene estructurado en bloques temáticos. Arrancamos con un registro sombrío. Más que propiamente de terror, el bloque De monstruos es un viaje al lado oscuro del ser humano. Con excepciones, entre las que se cuenta mi relato preferido, El encuentro, bascula con gusto hacia la novela negra y, dentro de ella, hacia el retrato de personajes. El autor tiene una vena dickensiana marcada y viste las ingeniosas ideas que sirven de germen para cada historia con personajes y escenarios que resultan palpables, cercanos y realistas por muchas vueltas de tuerca que les dé. Así, aunque fascinado, el lector siente la implacable proximidad de la narración y se conmueve.
En este bloque hay que reservar un espacio propio a Vlad, uno de los primeros grandes experimentos del libro. En él, con la figura de Drácula como hilo conductor, transitamos por terrenos dispares donde las ideas felices se entrelazan para crear todo un homenaje a la literatura —y otros medios— de entretenimiento. El mosaico es complejo y, a la vez, deja satisfecho por cómo funciona.
El segundo bloque, De héroes, entronca con la tradición de la fantasía épica y tiene su paradigma en la novela corta Horda. De nuevo, aunque Nachob maneja con acierto todos los recursos del género, el peso específico vuelve a reposar sobre los personajes y sus relaciones, sueños y esperanzas. Es fantasía épica, sí, pero de la que busca tocar el corazón como, en su día, debieron de hacerlo los cuentos de hadas. Son narraciones trepidantes con las que emocionarse.
Y, al cierre, nos encontramos con De estrellas. En muchos sentidos, este es el terreno propio del autor, aunque solo sea porque para este las ideas son fundamentales. Sí, los escenarios están cuidados y es particularmente hábil con el trazo de los personajes, pero todo su imaginario necesita construirse en torno a ideas ingeniosas, a chispas de genialidad. La ciencia ficción, por lo tanto, es su medio. Aquí encontramos space opera de aventuras, literatura prospectiva en torno a robots e inteligencias artificiales, quinielas sobre el futuro del mundo y experimentos literarios de carácter casi ingenieril, con sus iteraciones, permutaciones y variaciones. Aun con todo, de nuevo es en el lado humano dónde va a residir la clave.
Es por ello que El hombre imaginado se revela como el título ideal para la antología. Entre estas páginas encontraréis precisamente eso: imaginación; pero no imaginación sin sentido, sino como materia privilegiada para construir al hombre, a nosotros mismos, al lector y a los personajes. Y os aseguro que Nachob es un magnífico alfarero.
Eres un santo varón. La de veces que habrás leido estas viejas historias, que te debes saber de memoría. Aunque me alegro que las vieses algo distinto en esta ocasión.
Y, como siempre, darte las gracias por todo. No habría ni hombres ni monstruos si no fuera por tí (el calor me pone melancólico).
Un abrazo, capitán.
Mis libros:
http://nachob-elhombreimaginado.blogspot.com
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