Silencio en Hanover Close
Reseña de la novela de Anne Perry publicada por DeBolsillo
La novena novela del inspector Pitt, Silencio en Hanover Close, vuelve a uno de los temas recurrentes de la saga: la hipocresía en torno a la sexualidad en la época victoriana y la dura censura de determinadas prácticas en concreto. El arranque del caso tiene un planteamiento casi holmesiano: tenemos un asesinato a domicilio que lo hace particularmente delicado, tanto por la importante posición social de la familia, como por el trabajo que algunos de la misma desempeñan para el Ministerio de Asuntos Exteriores. Recordemos que el llamado Servicio Civil era de los pocos destinos dignos para un auténtico caballero.
Así, la investigación de este crimen resulta de lo más problemática: el inspector Pitt se encontrará caminando por terreno minado a causa de un doble secretismo, el del interés del estado y el que la decencia impone cuando aparece una nueva pista: la existencia de una misteriosa mujer, a la que denominan Cereza por el color de sus vestidos, que ha generado una gran fascinación en todos los que la han vislumbrado, pero que resulta particularmente escurridiza, por mucho que intenten peinar todos los lugares de encuentros galantes de calidad de la alta sociedad londinense (un elemento que nos remite a títulos como El ahogado del Támesis, como en un reverso menos sórdido en algunos aspectos, quizás, aunque no menos halagüeño).
La narración viene aderezada por el plan de Emily, la hermana de Charlotte, de infiltrarse en la mansión para obtener información, algo que se convierte en potencialmente peligroso a causa de una segunda muerte, un posible accidente que resulta demasiado oportuno para no verlo relacionado con el crimen original y las revelaciones que podría haber hecho la segunda víctima.
Silencio en Hanover Close funciona bien a nivel narrativo, si bien no aporta demasiadas sorpresas comparada con entregas anteriores de la serie. El elemento más interesante es la visión de la vida del servicio doméstico, toda una revelación para Emily, que da pie a unas cuantas situaciones interesantes. En cuanto al giro argumental que habría dado la fuerza a la novela en su día (hablamos de una obra publicada por primera vez en 1988), a día de hoy no es ni tan sorprendente, ni tan inesperado, ni tan escandaloso, lo que sin duda resta algo de fuerza al conjunto. De hecho, para mí es el mayor punto flaco de la novela: un lector contemporáneo puede encajar las piezas mucho más rápidamente de lo que lo haría uno en los '80 o, más todavía, en la época victoriana. De esta manera, prolongar la narración más de 400 páginas no está del todo justificado o, mejor dicho, puede resultar excesivo si se adivinan por dónde van los tiros en los primeros compases de la trama.
Por el contrario, sigue siendo una lectura agradable y ágil. Anne Perry tiene bien tomado el pulso a los personajes: sus decisiones, aunque algo alocadas en ocasiones, resultan coherentes y la investigación permite disfrutar de perspectivas de la época bien conseguidas. Es decir, es un libro que da lo que promete con solvencia, aunque no llegue a sorprender todo lo que hubiera sido deseable.
- Inicie sesión para enviar comentarios