Consejos para escribir sobre el Diablo sin caer en tentaciones diabólicas

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Un artículo rescatado de la Biblioteca Fosca

 

Por respeto al Príncipe de los Infiernos daremos tantas directrices para escribir sobre él como marca su número preferido. No, que nadie se inquiete, no serán seiscientas sesenta y seis, sino media docena escasa en las que intentaremos sortear los escollos básicos que plantea este personaje. Después de todo, el objetivo es intentar que la diablura sea cometida con alevosía, y no por inconsciencia.

La tarea no es sencilla porque, sin duda, el Diablo es uno de los personajes más utilizados en la literatura universal, lo que implica que le han dado todas las vueltas del mundo. Intentémoslo, no obstante, pues el ejercicio no nos hará ningún mal.

1. Cuidado con la escala.- El Diablo es la personificación del mal, pero, incluso más que esto, es una criatura de magnitud divina. Ángel caído, genio maléfico o deidad maligna, lo que está claro es que juega en primera división. Esto no lo digo para que busquéis subalternos para las tareas menores, pues el Diablo, insondable como corresponde a su naturaleza, bien puede realizar acciones que nos resulten banales, sino para que no perdamos de vista precisamente eso: que ponerse en su pellejo resulta inabordable para un hombre. Nuestro Diablo no puede jugar a nuestro nivel, aunque interactúe con nosotros; siempre va un paso por delante del ser humano. Las concepciones clásicas de bien y mal cotidiano no pueden tener sentido -o no nuestro sentido- para un ser inmortal y de poder insondable. Cuidado con que vuestros diablos no parezcan monstruitos limitados con cuernos y rabo.

2. La difícil tarea de ser Legión.- Otra particularidad de este personaje es que tiene mil rostros. No solo cientos de nombres, sino también de naturalezas. Tantos pecados hay para el hombre que habría más patrones diabólicos que santos en el calendario. No te cortes a la hora de crear tu Diablo: Lucifer está muy visto, ¿qué nuevo rostro podría tener el tentador?

3. El ancho orbe a sus pies.- El mal no es un concepto exclusivo de la cultura judeocristiana, y aunque a veces nos olvidemos -pues están menos presentes en nuestro imaginario popular-, hay muchos tipos de diablos que vienen de las culturas más dispares. Es conveniente echarles un vistazo de vez en cuando, y no solo a los más aparentes (budistas, hinduístas, mahometanos...). De hecho, alejarse del concepto maniqueo del bien y el mal que presenta la Biblia puede ayudarnos a crear un Diablo más carismático para nuestras historias.

4. ¿Quién demonios sigue firmando pactos diabólicos?.- Seguro que se os ocurren algunas respuestas, pero si la tuya no es por lo menos tan ingeniosa como estas, es mejor que dejes correr el tema. Aunque resulte muy dramático y efectista lo de estampar la huella dactilar ensangrentada, lo cierto es que queda un poco acartonado el recurso. Además, el Diablo tiene muchas otras tareas que atender en su existencia -si no, qué hastío-, así que búscale una ocupación más original: ¿qué hacen con todos esos bebés robados? ¿Y con las tumbas profanadas? ¿Para qué rayos le sirven las misas negras? ¿O las dagas onduladas que tiene todo buen sectario?

5. Diablos y chupas de cuero.- Cuando Milton decidió explotar el lado “rebelde” de Satanás ¡estábamos en el siglo XVII! Seguro que desde entonces a alguien se le habrá ocurrido alguna vuelta de tuerca interesante a ese concepto (aunque solo sea la de la complicidad tácita de Lucifer con Dios). Dejemos de lado las lamentaciones por el pobre oprimido ángel de poder cuasi ilimitado que desafió la tiranía de los cielos: el Diablo es, conceptualmente hablando, la personificación del mal. Él mismo podría haberse inventado lo de la expulsión del Cielo. Además, la personificación de la rebeldía es James Dean.

6. Diabluras épicas.- La enumeración de Círculos Infernales, Jerarquías Divinas y número de alas en los ángeles caídos despierta un irrefrenable deseo de contar batallitas cruentas en las que las huestes de unos y otros se dan candela más allá del entendimiento humano. Cada uno es muy libre de hacer lo que desee con su inspiración y su tiempo libre, así que no censuraré esta rama de la fantasía heroica. Eso sí, rogaré para que al Diablo le dejen el artículo delante del nombre (como cuando le apodan “el Patillas”). En las formas, muchas veces, se encierra también el buen gusto.

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Daniel Leuzzi
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Muy buena informacion amigo, lo voy a tener en cuenta. se agradece!!

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