El anillo del nibelungo

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Reseña de la adaptación de las óperas de Wagner realizada por P. Craig Russell

 

  

El terreno de las adaptaciones es espinoso. Con demasiada frecuencia se confunde la literalidad con la fidelidad, dando como resultado traslaciones artríticas y forzadas de un contenido que chirría al verse descompensado por un continente que no le corresponde. Ahí están las versiones cinematográficas de Sin City o Watchmen para dar testimonio de este error, por lo demás, endémico.

En la parte opuesta se encuentran aquellas obras que, en primer lugar, asimilan la obra en la que se quieren basar, detectan cuáles son los puntos que la convierten en algo especial y estudian cómo reflejarlos con los aspectos propios de un medio diferente. Ejemplos meridianos de esto podrían ser Scott Pilgrim contra el mundo o El club de la lucha.

Hasta ahora hemos hablado de adaptaciones al cine, pero las adaptaciones al cómic se rigen por unos patrones semejantes. Recordemos el maravilloso trabajo que realizó Alberto Breccia con relatos de Poe (inolvidable El corazón delator) o Lovecraft.

En cualquier caso, el camino emprendido por P. Craig Russell es aún más osado, ya que basa gran parte de su obra en las adaptaciones de óperas. Esta decisión exige al autor, en primer lugar, un esfuerzo de abstracción mayor y, en segundo lugar, un considerable talento para que el resultado final tenga interés y no resulte pomposo o ridículo.

Por suerte, Craig Russell demuestra en la adaptación de la tetralogía wagneriana ser un artista fantástico. Su estilo de dibujo, elegante, estilizado y apoyado en una vasto volumen de referencias fotográficas, casa a la perfección con la lucha entre dioses y otros seres fantásticos que se narra en las óperas, pero eso por sí sólo no habría sido suficiente. Es en la parte de interpretación del material original donde Russell despunta. A nivel de guión, aun manteniendo con rigor el libreto de Wagner, se han pulido los diálogos de manera que no desentonen con la acción que se narra en las viñetas y con el ritmo de lectura.

Y, finalmente, a la hora de ilustrar los momentos estrictamente musicales de las óperas, Russell juega con la disposición y tamaño de viñetas cargadas de simbolismos. Es decir, traslada la delicada armonía de las notas musicales al cómic y lo hace con una maestría absoluta. No hay más que escuchar los finales de La Valquiria y El Ocaso de los Dioses mientras se admiran las páginas correspondientes para comprobar lo inspiradísimo de este trabajo.

Aunque Planeta DeAgostini ya había publicado esta obra dividida en óperas, la recopilación que ahora presentan es fantástica: encuadernación en tapa dura, textos de apoyo sobre cómo se hizo la adaptación, bocetos, introducciones de cada ópera y biografías de Wagner y Craig Russell, así como todas las portadas originales. Una maravilla, vamos, además de una perfecta forma de acercarse a la tetralogía de Richard Wagner. Esto sí que es un anillo y no el de Tolkien...

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