El señor de los chupetes

Reseña de este cómic de Jan protagonizado por Superlópez, sin duda mi preferido de toda su producción

Hay cosas que son difíciles de explicar, e incluso de entender. Por qué considero que “El señor de los chupetes” es una obra maestra es una de ellas. Personalmente considero que no tiene esa redondez mítica de “La caja de Pandora”, ni la capacidad incomprensible de hacer reír de “La Superproducción”, ni la desbordante aventura que impregna “Los cabecicubos”. Ni siquiera la delirante complejidad argumental de “Los alienígenas”. Y, sin embargo, es mi cómic preferido de Jan, y uno de los primeros en mi particular clasificación a nivel absoluto. Quizás sea porque, según creo, es el más Jan de todos.

Hay quien piensa que “El señor de los chupetes” es una parodia o un homenaje a “El señor de los anillos” de Tolkien (cuando se publicó no existía siquiera la esperanza de que hicieran una trilogía basada en la novela de la magnitud de la que ahora conocemos), y supongo que algo de razón tienen. Está lo del chupete único que domina al resto de los chupetes, los chupopteros como los Nazgul, el “elegido” y algo más de la parafernalia de fantasía épica genialmente satirizada por Jan. Pero, a parte de estos puntos de unión obvios, poco más tienen que ver la novela y el cómic.

“El señor de los chupetes” es una historia propia, y una que aborda la mayor preocupación que los lectores percibimos en la obra de Jan: las adicciones. El “No fumes, lee” se ha convertido en todo un caballo de batalla por parte del autor, y en este cómic lo explota en toda su extensión: tragaperras, chicles, loterías... todo lo que supone una cadena para el ser humano en su libertad como individuo se convierte en un “chupete” creado por esos malvados chupopteros. En cierto modo, este cómic es el preludio de lo que desarrollaría ya con un enfoque más negro -los tiempos cambian- en “Un camello subió a un tranvía en Grenoble y el tranvía le está mordiendo la pierna”.

Una apuesta valiente por valores de verdad que se presenta sin moralina pero sin tapujos ni ñoñerías, con mucho humor pero al mismo tiempo con total crudeza. Y todo con un telón de fondo de aventuras demenciales en las que el protagonista va recorriendo todo el mundo de una punta a otra.

La estética del cómic es genial. Unas viñetas llenas en las que los personajes viven y los escenarios se palpan, un mundo propio lleno de hombres rata (o cerdos, o cuervos), robots y siniestros brujos que, en el fondo, son tan humanos como aquellos que explotan. Delirantes supermonstruos que reflejan una imaginación desbordante, una trama original en la que a uno le pasa un poco como al propio Superlópez -que se entera de la misa la media- pero en la que todo parece sorprendentemente lógico y sólido...

Francamente, no sabría decir qué es realmente lo que tiene este cómic que lo haga tan especial a mis ojos. Supongo que es un poco el conjunto y otro poco el resultado, algo el ambiente en el que lo leí y algo la huella que me dejó en su momento. Lo que sí que es seguro es que fue el cómic con el que me enganche a Superlópez y el cómic que elegiría haber creado, si es que algo así tiene sentido.

Autor

Jan es el seudónimo de Juan López Fernández, dibujante y guionista de Superlópez. Nació en Toral de los Vados, pueblo de la región de El Bierzo (León) el 13 de Marzo de 1939 y creció en Barcelona. En 1956 empezó a trabajar en los Estudios Macián de animación y en 1959 viajó a Cuba, donde trabajó como animador en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) a la par que publicaba en varias revistas.

A su vuelta tras diez años fuera de España, comenzó a trabajar en diversas publicaciones de la editorial Bruguera. En 1973 dibujó a Superlópez por primera vez para la editorial Euredit. En Mayo de 2002 se le concedió el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona que distingue toda una trayectoria profesional, en Octubre de 2005, el premio Ivà al mejor historietista y en Agosto de 2007, el Premio de Honor de Imaginamálaga.