La guerra de las trincheras

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Reseña del cómic de Tardi editado por Norma Editorial

 

Huelga decir que el cómic en Francia goza de un estatus del que, por desgracia, carece en otros países, el nuestro incluido. Podemos aducir muchas razones referentes al entorno cultural que lo expliquen, pero sin duda, sería injusto quitarles méritos a los autores galos, que han sabido crear una literatura gráfica con un lenguaje propio y con una profundidad temática equiparable a la literatura más tradicional, y que se han ganado a pulso el reconocimiento del que gozan.

Uno de los más representativos autores es Jacques Tardi, autor de la heroína Adèle Blanc-Sec o de la adaptación a la viñeta del inspector Nestor Burma. Pero aquí no hablaré de estas obras, sino de la que quizás sea su obra más personal, C'était la guerre des tranchées (traducida en España como La guerra de las trincheras y publicada por Norma Editorial).

Quizás sienta una especial afinidad por esta obra por un sencillo detalle que imprime Tardi en la primera página. Una simple dedicatoria: “Para mi abuelo”. Para su abuelo, combatiente de la Primera Guerra Mundial, superviviente de la barbarie. Esa simple dedicatoria me hizo recordar al mío, y a su historia parecida: superviviente de esa otra barbaridad que fue la Guerra Civil Española.

La portada es ya en sí un preludio de lo que nos espera en el interior. Dos hombres dentro de un cráter. Dos cadáveres: uno francés y el otro alemán. A su alrededor la desolación de la guerra. Los dos cadáveres te miran, te clavan las cuencas vacías de sus ojos. Sus calaveras tienen la misma expresión de tristeza e incomprensión, y buscan tu mirada para encontrar una respuesta, un consuelo por su muerte. Algo que ni tú ni nadie puede darles.

La obra se compone de un conjunto de relatos individualizados, sin más conexión el uno con el otro que la Primera Guerra Mundial. La guerra va desfilando ante nuestros ojos a través de los personajes. No hay un orden cronológico, como tampoco hay personajes conductores de la obra. La guerra es un estado mental, una especie de tiempo muerto donde la razón, el orden o la cordura carecen de sentido. La gente muere por igual en primavera o en invierno, en 1914 o 1918.

No hay héroes. No hay personajes glorificados. Simplemente hay seres humanos. Seres humanos con sus virtudes y sus defectos. Los hay mejores, los hay peores, pero no se les juzga. Simplemente son como son. Tardi nos deja claro que le importa bien poco de quién habla; da lo mismo que hable de alemanes o de franceses, todos ellos viven y acaban muriendo por los mismos motivos.

Tardi retrata ese gran error del ser humano con un trazo sencillo, pero a la vez cargado de detalles, con una sencilla paleta de grises. No se recrea en el hiperrealismo o la saturación de colores de algunos autores, en que los árboles no nos dejan ver el bosque. Él quiere que veamos, que sintamos y que comprendamos el bosque. ¿Y cuál es ese bosque?


 

La estupidez de la guerra. No solo de la Primera Guerra mundial, sino de todas las guerras. Un cómic enteramente bélico que es un firme alegato antibelicista (sin duda, toda la obra es heredera de espíritu de Senderos de gloria). En el tramo final, Tardi pone toda la carne en el asador: la obra llega a su clímax, en el que ya no solo criticará la guerra, sino la mezquindad del ser humano; golpea de frente al colonialismo y al racismo (una oda a las tropas coloniales y a la independencia de Argelia, acto valiente, siendo el autor francés), a la diferencia de clases (una alusión a la revolución rusa), a la justicia arbitraria que pone por delante la “nación”, el “deber” y el “honor” al individuo.

Así, Jacques Tardi nos da una muestra más de su buen hacer y de que el cómic no es un simple entretenimiento para niños, sino que puede llegar tan lejos como cualquier manifestación artística.

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Patapalo
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Magnífica reseña. Tengo muchas ganas de leerme el cómic. Descubrí a Tardi con Adele Blanc-Sec y tengo ganas de conocer esta obra.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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