¡Hoy presentamos nuestras investigaciones! ¡Cosecha propia!
Como eufóricos decimos en el subtítulo, empezamos la nueva andadura sin hablar de la ciencia que se hace por ahí, sino de la que estamos haciendo nosotros. Nosotros... yo, je. Y a mucha honra. “Luc Hamill. Sólo lo original te hace auténtico”.
Se supone que os tendría que contar un poquillo qué investigo, cómo, con qué fondos, con qué organismos y demás, por aquello de impresionar y causar respeto, pero, ¿perdón? ¿a estas alturas con eso? ¡Por favor! Las respuestas son vanalmente simples: investigo lo que quiero, cuando quiero, solito y sin costes. Listo, ahora el siguiente punto del orden del día.
Todo vino a colación del Big Rip, la reciente teoría cuya traducción no sería Gran Muerte (eso sería Big Death) sino Gran Desgarramiento. En otras entregas hemos hablado del origen y posible fin del universo, pero me parece interesante añadir este resultado para mostrar cómo brillantemente se complementa con mi modesto estudio que, ¡albricias!, sacaré aquí en primicia (entiéndase en esta web, je).
La teoría del Big Rip surge del concepto de energía oscura, que no es algo que manejen los Sith sino una forma de materia presente en todo nuestro universo. La gracia de la energia oscura es que produce una fuerza inversa a la fuerza de atracción, con lo que por su culpita la expansión del universo no sólo no se frenará sino que... ¡cada vez irá más rápido! Con esto podemos pensar que el universo es similar a cuando se nos cae un tarro de mermelada, que además de pringar el suelo se esparce por doquier en una mancha que en sus extremos es menos condensada y que nunca se volverá a encoger para meterse en el tarro. Es hora de merendar, ¿se nota?
Antes de ir a por gachas de maíz, os detallo esto. La conclusión de la teoría es que todo culminará en un desgarramiento de cuanta materia existe, empezando por las galaxias (como sabemos, se están alejando unas de otras). Toma ya, la Vía Láctea (láctea, leche, gachas, mmm) patas arriba y cada estrellita por su lado, ¡adieu Sirio, Vega y compañía! Pero ahí no acaban las despedidas, lo siguiente será Marte, Saturno y el resto de la pandilla, porque los sistemas solares se desbaratarían tres meses antes del instante en que el universo vaya a espachurrarse por siempre. Luego le tocaría a cada planeta, y... una fracción de segundo antes del fin... todos los átomos serían destruidos. Chin pom, se acabó. A ver quién barre el suelo.
¡Inquietante!, ¿verdad? Pero no llaméis a la policía. Aparte de que no serviría de nada, lo que os he contado, si acaso ocurre (no deja de ser una teoría), será dentro de miles de millones de años (entre 20.000 y 35.000, pero seguro que no estaremos para la foto). Algunos dicen que se podría escapar del Big Rip cogiendo por los puentes de Einstein-Rosen (vulgo: agujeros de gusano), que son esos puentes que no cruzan lagos sino espacio-tiempo, y que en un par de entregas veremos con detalles rigurosos y paupérrimos chistes. Otros dicen que de este cataclismo sólo los protones se salvarían. ¿Significa eso que debemos empezar a hacer flotadores de protones?
A mí personalmente este modelo cosmológico me parece menos bonito que el Big Crunch. Con este todo acaba suelto por ahí, todos esparcidos en particulas subatómicas por todas partes, mientras que con el Big Crunch toda la humanidad y cuanto existe acababa juntito en un sólo punto. Imagínate compi, tú con Mónica Bellucci, ¡y en un sólo punto!, ¡más juntito no se puede! Lo cierto es que el resto del universo (lo que incluye a los demás que están como tú) también estaría ahí metido. Pero una cosa no quita la otra. Esta parte es la que causa más sensación entre mis amigos. Tened piedad de ellos...
¿Pero cómo encaja todo esto con mis investigaciones? Eh, sobre el fin del universo no me pronuncio porque no estaré ahí para constatar que tenía razón, pero creo (no lo puedo demostrar) que hay un poquito más de seis dimensiones, no muchas más, y la expansión del universo podría deberse a que el cosmos sigue una geodésica y está “cayendo” por alguna de esas dimensiones que no percibimos. ¿Eing? ¿Cómo que no percibimos? Pues de la misma forma que le pasa a una hormiga que se mueve por una hoja de papel: puede ir hacia delante-detrás e izquierda-derecha pero no arriba-abajo: la hormiga detecta dos dimensiones, pero al menos hay otra sobre y bajo su cogote. Éste ejemplo se me ocurrió escuchando una canción de Juan Luis Guerra. Xí, ¿qué paxa?
¿Y cómo que el cosmos se expande si se está cayendo? Bueno, cuando se cae una maceta, está claro que va en una sola dirección, pero imaginaos que abrís un huevo encima de un vaso boca abajo (cosas más difíciles nos hemos imaginado). ¿Qué sucede? Cae hacia todos lados rodeando el vaso, y en la parte que queda encima del vaso se ve justamente una expansión del huevo en todas direcciones. Vale, el huevo no se expande hacia arriba, pero es que la base del vaso no tiene arriba, tiene dos dimensiones. El ejemplo quizás no es el mejor, pero tras ver el famoso cuadro de Dalí no se me ocurrió otro.
Sé que esta leve “exposición” apenas os ha saciado, pero ahora vamos con mi teoría del origen del universo. No es gran cosa, pero tampoco pretendo pasar a la historia sino que la historia pase de mí. Yo... en fin, mientras los científicos discuten cómo creció el universo, yo estudio por qué creció. Y desde el instante cero, que no se diga que hacemos las cosas a medias. Ésta será la primera vez que la opinión pública valore mi trabajo. Qué alegría, y qué honor. (Uf, el Señor es mi pastor, nada me puede faltar...).
Según la teoría del Big Bang todo cuanto existe tuvo su origen en una singularidad, que no es más que una zona donde la curvatura del espacio-tiempo es tan gorda que las leyes de la ciencia (conocidas) se van a paseo. Jo, con esta definición en la Facultad me van a matar... En definitiva, una singularidad se puede imaginar como un punto donde se concentra una enorme cantidad de materia. Ahora bien, lo que a mí me mosquea son dos cosas. La primera es que en la teoría del Big Bang se dice que la singularidad que dio origen al universo explotó, pero no dicen por qué. Esa es buena, pero ahí estamos yo y mi modelo. Y la segunda es que a la teoría del Big Bang, os lo juro por lo que me pongáis, le pusieron ese nombre en broma cuando el original era Teoría del Huevo Cósmico. Ése era su nombre “serio”. Es importante recordarlo porque con este nombre tendrá más sentido todo cuanto diremos.
Se dice que al principio había (y en la actualidad hay) cuatro fuerzas fundamentales: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte, aunque la cantidad de fuerzas es anecdótica para explicar mi idea. Imaginaos ahora que en ese huevo cósmico las cuatro fuerzas estaban actuando caóticamente, desde cualquier dirección, pero siempre hacia dentro, que es lo que pasa en las singularidades (se da con los agujeros negros). De hecho, para que el huevo esté cohesionado debe ser así. No entraré en detalles de formalismos para probaros que el huevo es un continuo espacial, lo que importa es que localmente (es decir, en cada trozito) el efecto que hacen las fuerzas en la “cáscara” sería igual a cuando con un dedito ejercemos presión sobre un cristal. Si hacemos mucha, mucha, mucha fuerza ¿no es verdad que partiríamos el cristal y el vector de fuerza seguiría en la misma dirección pero pasaría a estar al otro lado del cristal, apuntando hacia el exterior? Poooosí.
¡Ajá! ¡Luego en esa singularidad todas las fuerzas que actuaban hacia dentro pasaron en un instante a actuar hacia fuera, expandiéndose el huevo! En definitiva, desde el mundo matemático de las ecuaciones, sería pasar de tener un nodo estable a uno inestable, todo ello con su parámetro lambda por calcular, pero os lo dejo de tarea.
Está resumido, pero qué paxa, ¿mola la idea? Yo a mi teoría la llamo Teoría de las Fuerzas Excesivas (sus-cohone-ahí), y no se me ocurrió comiendo un huevo, ni en ningún gallinero, ni rascándome nada. Fue mientras estaba en un local de comida rápida viendo a un dependiente limpiando cristales (cosa que siempre me ha fascinado, soy así).
El cura Lemaître, pese a tener la idea del Big Bang, no logró explicarse por qué explotó el huevo, y la explicación parece sencilla. Pero además de simple, es un resultado general: es tan válido para complementar un Big Crunch (todo volvería a contraerse en el huevo y ahí estarían los vectores hacia dentro) como para explicar el propio Big Bang (para que haya huevo todo debe estar aglutinado y, nuevamente, tenemos los vectores apuntando hacia dentro), todo ello sin necesidad de suponer más dimensiones de las conocidas (si las hubiera, no hay problema, se añaden más “direcciones” para los vectores y punto).
Me limpio las manos, me ajusto la corbata y, ¿dónde recojo mi premio? De todos modos, la Teoría de las Fuerzas Excesivas sólo es primicia en OcioZero, que ya la solté hace un tiempo tras una conferencia de Víctor Aldaya al propio Víctor. No pareció disgustarle mucho. Me dijo “puede ser, puede ser...” (y puede que no sea, no sea). Ojalá que el encuentro Aldaya-Hamill no sea más que el comienzo de una relación fructífera (como las manzanas, las sandías...).
Bueno, resumiendo y obviando lo dicho por Víctor, ¿hasta qué punto es correcto todo... eh... “esto”? Ni idea, sólo sé que en sus días Lemaître le expuso su idea del huevo a Einstein y éste último le respondió algo así como “todos sus calculos son correctos, pero debe haberse equivocado en algo”. Con esa cabezonería se nota que Einstein no creía en el Big Bang. Era tan cabezota que hasta se sacó una constante cosmológica con tal de ir en contra de una expansión del universo... ¡que su propia teoría anunciaba! Yo nunca iré contra lo que predique mi Teoría de las Fuerzas Excesivas, que tampoco predice gran cosa aparte de que el Real Madrid este año volverá a ganar la Liga.
Se puede tirar aún más del hilo de la Teoría de las Fuerzas Excesivas como ¿por qué las fuerzas actuaron hacia dentro de la singularidad simultáneamente? Bueno, con eso se podría pensar que casi me tiráis al suelo el modelo cosmológico (con lo bonito que era...) pero se salva por dos razones: en primer lugar porque algo similar dijo Lemaitre y Einstein le dio la razón, y a mí eso me vale (lo que diga Aldaya es irrelevante ah, ja, ja), y segundo porque sólo se trata de que las fuerzas “estén de acuerdo” para apuntar al mismo sitio y así dar origen al huevo, con lo que, llegado un momento, en un instante dado (y eso que no existía aún el tiempo) empezarían a sobrepasarse y, en vez de unir, desunirían. ¡Yo no le pido al universo que aparezca al momento, que se tome su tiempo! (ya me entendéis). Eso era todo, si os sabe a poco, tengo más cosillas, pero suelen ser teoremas algebraicos sobre la muerte, la gente o los juegos de cartas (con sus corolarios y todo). Algún día, os pondré alguno si me lo pediís ;)
Insisto, si me lo pediís ;)
Pero me lo tenéis que pedir ;)
También se me subieron los humos y, lo mismo que ahora quiero pasar desapercibido, en sus días quise hacer historia. Era joven e impetuoso. No había forma de cambiarme de idea: haría un hallazgo científico con la invención de la bombilla como precedente. Para colmo, empecé a meterme presión yo solo, y dejé de lado hasta el cine, los deportes y, naturalmente, los estudios. Miré los problemas matemáticos más difíciles no resueltos y opté por la conjetura de Goldbach. Sí, ese mismo (quien entienda un poquito, se estará partiendo de risa). Y empecé a investigar con ganas, aunque sin disciplina (como se hacen las nobles gamberradas). Así que cogí papel y lápiz (encima, echando cojones), y no llegué a escribir nada. ¡Vamos a pasar a otro! Yo no admitía mi fracaso en la conjetura. Pensaba que había sido mala suerte, una mala tarde. Entonces, me fijé en la famosa lista de los 22 problemas de Hilbert, y me fui a por los de Topología (mi amor por esta rama matemática ya la llevaba en la sangre). Indagando en el problema, vi que se había resuelto un par de años antes... ¡por una chica de Dinamarca de mi edad!
Fue apoteósico. No me emborraché porque no me gusta cómo saben las bebidas alcohólicas. Había perdido el Norte. Cuando hablaba de Mates en casa, todo el mundo cambiaba de tema. Mis vecinos procuraban no coincidir en la escalera conmigo. Llegué a cuestionar mi sexualidad, incluso. Una catástrofe descomunal en plena adolescencia. Menos mal que una tarde en la playa se me apareció Pitágoras y me dijo: “Luc, con lo que tú vales... ¿por qué no vuelves a tus estudios y dejas de momento los problemas, ein, hijo mido?”. Me di un baño, y luego le hice caso.
Si todo esto os ha parecido una pérdida de tiempo, os doy la razón: es imposible no “perder” el tiempo. Si hubiéseis ido a hacer footing o al cine también habrías perdido tiempo, y dinero o calorías. Aquí hemos perdido tiempo y neuronas, pero qué queréis, en la época de mayor actividad intelectual, a los veintiún años así, yo intenté resolver problemas y ni siquera terminé de leer los enunciados de algunos. Entonces dediqué toda mi creatividad a probar suerte en el mundo de los DJ. Si ahora buscáis DJ-Hamill encontraréis a un impostor, pero su día hice un buen papel con Under the sound y Psycho Piano & Bass. Digo que hice un buen papel porque me hubiese gustado ver DJ´s profesionales usando el Frutti Loops para hacer un tema en sólo 15 minutos, y encima que acabase rompiendo con frases de El Chavo del 8. Yo era auténticamente innovador y, como los grandes músicos, reconocía cualquier obra mía con sólo oirla (como cabía esperar). Una vez no fue así, pero sólo una vez. Un amigo llevaba un tema mío en el coche a toda pastilla (¿?) y yo dije “vaya porquería de música”. Casi al momento sonó “DJ-Hamill in session”. ¡Pero eso está bien! ¡Autocrítica! Y lo dejo, que bastante me he ido de la lengua y ya tenéis de sobra con qué chantajearme.
Por cierto, ante la posibilidad de que el universo tuviese algún factor aleatorio en su formación, Einstein dijo que “Dios no juega a los dados”. Como respuesta, en referencia a los agujeros negros, Hawkings dijo que “no sólo juega a los dados, además los lanza donde no podemos verlos”. De repente, alguien dijo algo. Fui yo. Con mi Teoría de las Fuerzas Excesivas pongo punto y final a tanto cachondeo zanjando que “Dios juega a los dados y cocina huevos”.
Ah, por cierto, las malas lenguas dicen que nadie vino al primer aniversario de OcioCiencia. ¿Y esto qué es?
Muy entretenido (y divertido), pero... confieso que me he perdido. Que en un momento dado, para que haya Big Bang, se rompe el equilibrio de fuerzas lo entiendo, y de hecho me parece natural. Lo que no veo es por qué se rompe el equilibrio de fuerzas para pasar al nodo inestable. Creía que eso era lo que iba a explicar tu teoría del huevo... ¿Dónde me he perdido?
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.