Danza de dragones
Reseña del quinto volumen de Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin
Este fin de semana llegó por fin el temido momento: terminé el quinto tomo de Canción de hielo y fuego: Danza de dragones. Después de años oyendo lo terrible de la experiencia puedo atestiguar que sí, es algo terrible.
Como explicábamos en Festín de cuervos, el tomo precedente, tras el intenso desenlace de la tercera novela de la saga (Tormenta de espadas), George R.R. Martin había emprendido la ardua e indispensable tarea de recolocar las piezas en el tablero para transportarnos de nuevo al rico mundo que había creado. Lo pedían los lectores, lo pedían los personajes, lo pedía el género fantástico. Pero, claro, la tarea no era sencilla.
Si bien es cierto que todavía quedaban muchos hilos sueltos de los que tirar, la primera trilogía terminaba con un clímax frente al cual no se podía seguir subiendo la apuesta, por lo que, inevitablemente, iba a haber un bajón de intensidad en los acontecimientos. Ojo, en los acontecimientos, que no necesariamente en el interés de los episodios, la calidad de la escritura o la capacidad de hacernos soñar de los escenarios planteados.
Y así, ambicioso como puede permitirse serlo, el autor abordó la escritura de estas dos novelas: Festín de cuervos y Danza de dragones. La primera destinada prácticamente solo a reorganizar las cosas. La segunda, en su primera parte a cubrir los acontecimientos de los que solo llegaban ecos, ubicados en el Norte y en el lejano Oriente, y, más adelante, a poner de nuevo en marcha la maquinaria. El protagonismo de un nuevo jinete del Apocalipsis es mayor que en las precedentes: Peste parece haber tomado ascendencia sobre Muerte y Guerra. El Hambre nos la deja a los lectores, que andamos famélicos a la espera de un hueso.
Vaya por delante que no tengo nada que objetar a lo escrito. He disfrutado sin cesar, capítulo tras capítulo, sintiéndome privilegiado de poder participar como espectador, de nuevo, del complejo entramado de conspiraciones y aventuras de los protagonistas. No obstante, la sensación de frustración es considerable al terminar el quinto tomo porque, precisamente, las cosas comienzan a converger una vez más. Con fuerza. Con esa precisión terrible de George R.R. Martin.
Así, cuando terminas su lectura te tiras de los pelos, claro. Después de haberse tomado el tiempo para que todo vuelva a relanzarse con fuerza en nada menos que un par de miles de páginas, te queda solo un vistazo de lo que está por venir, te dejan en lo más alto, dispuesto a jurar (y mentir) que con 50 páginas más te hubieras quedado contento.
Es falso. Queremos un sexto volumen tan potente como el tercero. Sabemos que Martin es capaz de hacerlo y se ha puesto el listón muy alto. Ahora solo cabe esperar que estos días de encierro y aislamiento le den el tiempo, la inspiración y las ganas suficientes para terminarlo como debe. A los lectores que no han comenzado la saga, ese es el tema: merece mucho la pena leerla. A vosotros queda la decisión de avanzar ahora hasta Danza de dragones y apechugar con las consecuencias, o esperar un poco más...
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