La muerte blanca
Reseña del cómic de Morrison y Adlard publicado por Planeta DeAgostini
La muerte blanca es un cómic que incide en la dimensión humana de la guerra. Está lleno de épica, sí, y se articula en torno a batallas y combates, en efecto, pero gracias a sus personajes y al increíble trazado que hace de los mismos Robbie Morrison, su naturaleza antibelicista adquiere una profundidad tal que toca directamente al corazón.
No de un modo sensiblero, sino estremecedor. Los protagonistas de esta historia ambientada en la I Guerra Mundial, en el impresionante escenario de unos Alpes cubiertos de nieves sempiternas, parecen en un primer vistazo los clásicos tipos grises de una historia de guerra, meras herramientas para lanzar un par de ideas interesantes, para vehicular unas escenas que corten el aliento, para enganchar al lector con la acción y la tensión que van inextricablemente unidas a un conflicto bélico. Resulta, de hecho, difícil decir cuándo has empezado a verlos como seres humanos de carne hueso, cuándo has comenzado a preguntarte si este cómic no estará contando una historial real. Porque resulta más real que las tumbas y los memoriales que encuentras en los viejos campos de batalla. Lejos de la frialdad que vierte la historia, la nieve de estas viñetas palpita de vida, de una vida dura, humana.
Es particularmente curioso cuando te das cuenta de que los protagonistas son tipos taciturnos, parcos en palabras, incluso en pensamientos. Ni siquiera vierten reflexiones que faciliten al lector establecer una simpatía a pesar de que oportunidades no les faltan ni en las trincheras, ni en los campos abiertos donde se dirimen las traiciones y tienen lugar los encuentros más insospechados. No, se limitan a deambular por la desolación en que se ha convertido su existencia, una desolación que Charlie Adlard hace que cale en los huesos.
La técnica con la que estaba experimentando este ilustrador para representar la nieve se revela un acierto total. El lector se siente abrumado por la ventisca, impresionado por la serenidad de las laderas nevadas, estremecido por el frío que hiela la propia muerte para crear esculturas macabras, asfixiado ante la nieve omnipresente que llora el firmamento. Es una experiencia gráfica que da una dimensión fascinante a una narrativa ya de por sí fascinante.
Fascinante porque cuando ya crees que lo sabes todo de este cómic, de su planteamiento, de su profundidad, del dolor que lo desgarra... entonces se cierra la historia y, con el último giro de tuerca, te sume un nivel más en el drama. Sin artificios. Implacable. Magistral.
La muerte blanca es un cómic magistral, una obra maestra dentro del género que no puede dejar indiferente. Sin evitar un corte clásico, consigue extraer un meollo estremecedor, algo muy meritorio sobre todo al tratar un conflicto tan manido y al mismo tiempo tan espeluznante como fue la I Guerra Mundial.
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