Muchas gracias por su elogio, señorita Bennet.
Confío en que haya leído la tercera parte y haya disfrutado de él en igual medida.
Suyo sinceramente:
HPLovecraft
Segunda parte del artículo de HPLovecraft sobre niños y cine de terror
Podéis leer la primera parte de este artículo aquí: http://ociozero.com/22819/malditos-crios-y-crios-malditos-i
¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO?
Narciso Ibáñez Serrador, 1976
Tom y Evelyn (embarazada de siete meses) son una pareja de turistas ingleses que llega a una población costera española, Benavis, para disfrutar al fin de una tardía luna de miel. Sin embargo, cuando llegan, se quedan decepcionados: el lugar es demasiado bullicioso para pasar las tranquilas vacaciones que ellos habían planeado. Deciden entonces alquilar una barca para visitar una pequeña isla en la que Tom había estado cuando era más joven, Almanzora. Su sorpresa será mayúscula cuando descubran que los únicos habitantes de la isla son niños, unos niños que, animados por una misteriosa fuerza, se rebelan contra los adultos. En ningún momento de la trama se le proporciona al espectador el origen de esta fuerza, si bien al comienzo de la película pueden verse unas imágenes en las que se muestra la crueldad con la que el mundo ha maltratado a la infancia, lo que hace pensar en una especie de movimiento espontáneo de reacción ante la presión adulta. El título de la película procede de las palabras de un pescador que, tras relatar la locura asesina que se ha extendido entre los niños, formula a los protagonistas una pregunta para justificar su inacción ante las agresiones infantiles: ¿Quién puede matar a un niño?
¿Quién puede matar a un niño? Es la adaptación de la excelente novela El juego de los niños (1976) del gijonés Juan José Plans, que la editorial Miedoteca ha reeditado en 2011, nada menos que treinta y cinco años después de su primera edición. Dicho texto sirvió de base para la adaptación al cine que realizaron Narciso Ibáñez Serrador y Luis Peñafiel (lo que equivale a una sola persona, pues este último nombre era el pseudónimo del propio Ibáñez Serrador). Tanto en sus libros, como en las Historias para no dormir de las cuales escribió el guión o en la sorprendente y en parte censurada película La residencia (Narciso Ibáñez Serrador, 1969) utiliza el mismo apodo. El espectador atento notará que la locura infantil se contagia en la película mediante la simple mirada, mientras que en el libro de Juan José Plans se menciona un misterioso polen amarillo que recuerda a El incidente (The Happening, M. Night Shyamalan, 2008). No obstante ese polen aparece en la novela como parte de un plan de algo superior que queda sin aclarar.
¿Quién puede matar a un niño? fue el segundo largometraje de Narciso Ibáñez Serrador, persona ingeniosa, inteligente y cabal que se retiró de la gran pantalla cuando pensó que no tenía nada más que contar en ella. Estos detalles son agradecidos por el público sensato, que sufre viendo cómo algunas glorias del cine languidecen y mueren repitiendo los mismos esquemas una y otra vez como los giros de una noria (no vamos a dar ejemplo para que nadie se ofenda, pero todos sabemos de películas que alcanzan su séptima secuela cuando ya todo está dicho). A pesar de desarrollarse la trama en una isla, las escenas del pueblo fueron rodadas en Toledo y el resto entre Granada, Baleares y Barcelona con un presupuesto ajustado (una nueva demostración, si es que hacía falta, de que hace más el que quiere que el que puede). Muchas veces imitado y pocas veces alcanzado en nivel de calidad, ¿Quién puede matar a un niño? sigue siendo una de las joyas del cine español fruto del genial autor uruguayo. En 1977 Ibáñez Serrador ganó el Premio de la crítica en el Festival de cine fantástico de Avoriaz por la presente película.
LA MALDICIÓN DE DAMIEN: LA PROFECÍA 2
Damien: Omen II, Don Taylor, 1978
Casi sin tiempo a digerir la anterior película La profecía (The omen, Richard Donner, 1976) que había llegado a alcanzar el puesto 31 en el ranking de las películas más terroríficas del Cine con una gran aceptación por parte de la crítica y el público, se comenzó a planificar la continuación. Como el espectador recordará, Damien fue salvado en el último momento cuando iba a ser sacrificado (o convertido en un alfiletero, según se mire) con las siete dagas de Megido. Libre de la amenaza de las armas sagradas, el bebé Damien crece para convertirse en un niño frío, extraño y muy inteligente que, desde la repentina y sospechosa muerte de sus padres, vive con sus adinerados tíos. El chico, a quien muchos consideran el Anticristo, planea fríamente apoderarse del imperio empresarial de su tío como el primer paso para dominar el mundo entero. Mientras tanto, todos los que intentan desvelar los secretos de su siniestro pasado, o de su pérfido futuro, encuentran la muerte de forma rápida y cruel...
Si segundas partes nunca fueron buenas, que decía Cervantes, en este caso acertó sólo a medias. Mientras que en La maldición las actuaciones del Maligno para proteger al vástago eran comedidamente ejecutadas y podían ser fruto de la fatalidad, en La maldición de Damien desaparece ese factor de sutileza para mostrar el poder desatado del chico en todo su esplendor o, cuando menos, como claro artífice de los hechos. Damien Thorn va descubriendo, poco a poco, que es alguien fuera de lo común y cuya naturaleza va más allá de la de un simple mortal. Asume el papel que se espera que interprete en esta vida y, desde ese momento, todos sus actos son consecuentes con la aceptación de este hecho. Al igual que ya sucediera en la primera parte de la trilogía, todo aquel que se interpone en el camino de Damien, sea quien sea, es eliminado sistemáticamente y sin piedad. La originalidad, por tanto, está bastante mermada aunque el desarrollo de la trama resulte interesante y se deje ver con facilidad.
Jonathan Scott-Taylor había realizado pequeños papeles para la pequeña pantalla y fue escogido para interpretar a Damien por su actuación en The Winslow boy de la serie de televisión de la BBC Play of the Month, que adaptaba obras de teatro clásicas y contemporáneas. Cabe destacar también la actuación de Lance Henriksen, actor polivalente y eterno androide de nombre Bishop en la película Aliens: El regreso (Aliens, James Cameron, 1986) que en esta ocasión tiene el papel de consejero del hijo del Diablo al que recomienda no mostrarse ante los demás como realmente es hasta que llegue el momento adecuado. Y es que conocer los secretos de Damien es firmar una sentencia de muerte, como bien descubre por las malas su primo Mark, a quien asesina con un aparente sentimiento de dolor pero sin dudar, logrando una escena tan dramática como memorable. Algunas de las otras escenas de la actuación del hijo del Diablo son memorables: la periodista arrollada por el camión o el doctor partido en dos en el interior del ascensor.
LOS CHICOS DEL MAÍZ
Children of the corn, Fritz Kiersch, 1984
Una pareja que está de viaje llega a un apartado pueblo de Nebraska, llamado Gatlin, donde no encuentran un solo adulto. Pronto hacen un terrorífico descubrimiento: todos han sido asesinados por los niños del lugar, que viven como una fanática y cerrada comunidad religiosa que rinde culto a una extraña deidad de los campos de maíz a la que se refieren como El que camina detrás de la fila (originalmente He who walks behind the rows). Cuando los jóvenes alcanzan los dieciocho años de edad, y por tanto llegan a adultos, han de ser sacrificados para asegurar el éxito de la cosecha de ese año. Sus líderes son Isaac, en el papel de profeta que dice hablar en nombre de su dios, y el violento y dominante Malachai (que es el sueño erótico de una amiga, aunque no venga a cuento mencionarlo). Allí, entre los campos de maíz, los niños se convierten en la autoridad impenitente y en los verdugos más salvajes. O al menos eso pensé hasta que vi Eden Lake (James Watkins, 2008), pero ya llegaremos a ella más adelante.
Los chicos del maíz pertenece a la época dorada del cine de terror de los años 80. Originalmente es un relato perteneciente a la antología El umbral de la noche (Night shift, 1973) de Stephen King y que eran de terror en su mayor parte (dieciséis de un total de veinte). Muchos han sido adaptados o servido de prefacio para películas posteriores. En un primer momento se dejó la adaptación del relato al propio King, que centró la historia en los personajes adultos protagonistas. Los productores lo desecharon en favor del escrito por George Goldsmith, con mayor cantidad de sangre por minuto y con una estructura más clásica y parecida a las películas de terror al uso, lo que suponía también mayor violencia. Debemos admitir que Goldsmith no debió hacerlo tan mal cuando tras esta película llegaron seis secuelas y un remake de la primera de ellas. Todas ellas son perfectamente olvidables y no resultan más que la narración reiterada de una historia que, una vez conocida, tampoco tiene una profundidad tan insondable.
Los chicos del maíz es un excelente ejemplo de película que pierde fuerza con el tiempo. Precursora de los largometrajes cuyo único interés reside en la originalidad de las muertes de los actores que desfilan por la pantalla, las escasas brutalidades de Los chicos del maíz saben a poco. De hecho la escena más interesante de la película es el comienzo, con la voz en off de uno de los niños, narrando la masacre de todos los adultos de Gatlin, con sus cafés envenenados y el sistemático rebanamiento de cuellos Las conversaciones entre Burt y Vicky (Peter Horton y Linda Hamilton) merecen ser enmarcadas entre las más absurdas del cine de terror (o quizá tuve un mal día y sólo me lo parecieron). Si estamos todos de acuerdo, correremos un tupido velo sobre la película y nos quedaremos con la imagen idílica de una gran historia de terror convertida en un clásico del cine. Del resto de secuelas me niego categóricamente a hablar, por mucho que tengan que ver con niños asesinos. Que aún me queda algo de dignidad.
OJOS DE FUEGO
Firestarter, Mark L. Lester, 1984
Durante sus años universitarios, dos jóvenes participaron en un experimento realizado por una agencia gubernamental llamada, originalmente, La tienda (The shop) en el que se empleó una droga llamada Lote seis con efectos alucinógenos similares al LSD. Victoria Tomlinson recibió con ello el don de la telepatía y su futuro marido, Andy McGee la habilidad de dominar otras mentes mediante una especie de hipnosis. Posteriormente la hija de ambos, Charlene Charlie McGee, desarrolló muy tempranamente un poder tan espectacular como devastador: la piroquinesis. Con él puede provocar incendios con sólo desearlo pero, dado que sólo tiene ocho años de edad, le resulta muy difícil controlar sus habilidades, lo que la convierte en una bomba de relojería permanentemente a punto de explotar. Tanto ella como su padre huyen de La tienda, que quiere usar sus poderes como armamento biológico, mostrando la pequeña un permanente terror a que sus habilidades se desaten sin control alguno.
Ojos de fuego está basada en una novela de Stephen King. Y es que, tras analizar el cine de terror de los años 80, uno ya piensa que hicieron una película hasta de la lista del supermercado de ese hombre. King siempre ha sido una máquina de escribir e hipertrofiar libros, aspecto que no ha cesado hasta la que afirma que será su última obra: el final de la saga de la Torre Oscura. Su abundante producción le ha llevado a firmar con pseudónimo para no llegar a saturar el mercado. El relato Ojos de fuego pudo estar basado en la Operación MK Ultra, desarrollada por la CIA durante la Guerra Fría, que buscaba formas de doblegar la mente de los agentes soviéticos. Inicialmente se trataba de encontrar una droga con los mismos efectos que el pentotal sódico (el famoso suero de la verdad) pero con un mayor grado de efectividad. Algunos de los compuestos usados eran alucinógenos, barbitúricos y anfetamínicos que causaban la muerte de los interrogados, hecho que se terminó considerando fastidioso.
Por supuesto, como toda buena película ochentera que se precie, Ojos de fuego tuvo una secuela para televisión, aunque tardaron en rodarla algo más de lo habitual en esta época. Ojos de fuego 2 (Firestarter 2: Rekindled (TV), Robert Iscove, 2002) narra la historia de Charlie, ya crecidita, que está siendo perseguida por el malvado John Rainbird, un megalómano que quiere hacerse con el control del mundo usando a un grupo de jóvenes dotados de habilidades especiales. En el mundo del cómic tendríamos, salvando todas las distancias posibles, el paralelismo con Magneto y su búsqueda de la supremacía sobre la Humanidad de idéntico modo (en los famosos X-Men). Así mismo, la serie de televisión Mutante X también se basa en seres poderosos, creados artificialmente en este caso, que son perseguidos por Mason Eckhart, el líder de la Agencia de Seguridad Genética. Quiere destruirlos, entre otras cosas, porque los odia a muerte. Como podemos comprobar, en este mundo de Dios a cada cual le da por una cosa.
LA PROFECÍA IV: EL RENACER
Omen IV: Awakening, Jorge Montesi y Dominique Othenin-Gerard, 1991
Con una costumbre típicamente ochentera, La profecía IV: El despertar, trató de convertir la trilogía en una inacabable saga de asesino que siempre vuelve. Candyman, Los chicos del maíz, Viernes 13, Hellraiser, Pesadilla en Elm Street o Halloween (ya ni sé cuántas entregas van de cada una) son sólo algunos de los interminables ejemplos. Todas tienen ciertos elementos comunes: un asesino o asesinos que no mueren ni con el disparo de un cañón (literalmente hablando) y una panda de descerebrados que no sólo merecen ser asesinados, sino que nos alegra que lo sean. La sinopsis de la cuarta entrega de La Profecía comienza con los York, un matrimonio joven que es incapaz de tener descendencia. Es por esto que deciden adoptar a una niña y terminan siendo embaucados al serles entregada Delia por parte de un orfanato administrado por monjas, a sabiendas de que se trata de la hija del Anticristo Damien Thorn (imaginamos que ese dato anecdótico figuraría en su partida de nacimiento, claro).
La niña es fruto de las relaciones sexuales que mantuvieron la periodista Kate Reynolds con Damien Thorn. De hecho se nos explica explícitamente que Damien la sodomizó y así quedó embarazada. Por otro lado, y según dice en la primera parte, Damien sólo desaparecería de este mundo cuando fuera atravesado por las siete dagas de Megido, no únicamente con una como concluye la tercera parte. Esto, pese a lo que pueda parecer, no es fruto de la improvisación. David Seltzer escribió The omen (1976) y Joseph Howard Damien: The omen II (1978). Con posterioridad aparecieron Omen III: The final conflict (1980), Omen IV: Armageddon 2000 (1983) y Omen V: The abomination (1985), escritas por Gordon McGill por lo que, en realidad, aún faltaría una buena parte de la historia de la llegada del anticristo a la Tierra por contar y que cierran la trama. Como muchas de las películas para televisión que son secuelas de otras estrenadas en cine (y tenemos Firestarter como ejemplo), es fácilmente olvidable.
EL BUEN HIJO
The good son, Joseph Ruben, 1993
La sinopsis es tan original como reveladora: Henry Evans es un niño modélico que permanentemente ofrece a sus padres razones para sentirse orgullosos de él. Sin embargo, bajo su apariencia cariñosa y apacible se esconde una mente retorcida, de ideas malignas. Sólo otro niño podía darse cuenta de ello, lo que sucede cuando su primo Mark, a la muerte de su madre, se traslada a vivir con los Evans. Y sí, en efecto, era una broma. Ni original, ni reveladora; nos encontramos ante otra película de niño perverso interpretado, en esta ocasión, por el niño por antonomasia de los años noventa: Macaulay Culkin acompañado por un jovencísimo Elijah Wood (que será eternamente Frodo Bolsón le parezca bien o no). Ambos interpretan el clásico duelo maniqueista entre un niño bueno como el pan de molde y otro niño vomitado por la mismísima boca del Infierno. Esto, que en realidad es lo más interesante del film, justifica el final que no por más lógico resulta menos irreal.
Joseph Ruben es un director, escritor y productor de cine nacido en 1950 en los Estados Unidos. Su filmografía se reduce a catorce películas, de las cuales una fue rodada para televisión. Sin embargo algunos de los títulos en su haber son bastante conocidas: Durmiendo con su enemigo (Sleeping with the enemy, 1991), Asalto al tren del dinero (Money train, 1995) o Misteriosa obsesión (The forgotten, 2004) entre otras, siendo esta última una producción de ciencia ficción y suspense con la deslumbrante Julianne Moore encabezando el reparto. La elección de Macaulay Culkin para el papel de Henry Evans no está exenta de cierto humor negro por parte del director, que nos ofrece una suerte de versión siniestra y perturbadora de Solo en casa (Home alone, John Hughes, 1990) en donde la madre, lejos de olvidar a su hijo, le gustaría abrirle la cabeza para saber qué demonios tiene el crío dentro. Con una mirada de hielo y frases al más puro estilo de Charles Bronson, Culkin nos muestra que está para pocas bromas.
La escena final, rodada en un acantilado real de cuarenta metros de altura, es la más recordada de toda la película. Una de las grandes virtudes que supo tener el director fue su duración, poco menos de hora y media, que logra enganchar al espectador sin llegar a cansarlo. Dada la simpleza estructural de la película y su previsibilidad, debemos agradecer su corta duración. Un aumento del metraje sólo hubiera servido para dar al traste con todo el esfuerzo de Culkin, que realiza una actuación sólida y creíble, teniendo que tener en cuenta además que se trata de un cambio radical de registro. En cualquier caso la película llega a su fin y las razones que pueden llevar a un niño a comportarse de esa forma siguen siendo todo un misterio que Joseph Ruben no nos cuenta. Y ni falta que hace, porque cada vez que una película norteamericana quiere dar respuesta a un dilema ético, moral o religioso sólo lo enreda más, como ya vimos en Línea mortal (Flatliners, Joel Schumacher, 1990).
EL PUEBLO DE LOS MALDITOS
Village of the damned, John Carpenter, 1995
En 1995 hacía mucho tiempo que se habían agotado las ideas originales pero, por suerte, aún había dinero para volver a contar las mismas historias que habían funcionado. Así las cosas, cabría pensar que el remake de El pueblo de los malditos no es más que la misma historia del año 1960 contada otra vez, a color y con mejores efectos especiales. O algo mejores, que la historia no es muy exigente en ese sentido. Pues no, El pueblo de los malditos es mucho más que eso. Para empezar cuenta con la presencia del verdadero Superman, el ya fallecido Christopher Reeve, en el papel protagonista, lo que ya de por sí es motivo suficiente para su obligado visionado. El pueblo de los malditos fue el último largometraje que protagonizó antes del accidente que sufrió montando a caballo. Junto a él aparecen Kirstie Alley (conocida por su papel de Rebeca en Cheers), Linda Kozlowski (Cocodrilo Dundee, Peter Faiman, 1986) y Mark Hamill (el incombustible Luke Skywalker, vamos) en el papel del reverendo George.
El otro punto a su favor es la dirección de John Carpenter, uno de esos escasos directores de cine capaces de realizar remakes que igualan o superan a la obra original. Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, 1976) es una versión urbana del clásico del oeste Río Bravo (Rio Bravo, Howard Hawks, 1959), La cosa (The thing, 1982) es la actualización de El enigma de otro mundo (The thing from another world, Christian Nyby, 1951) y no creo necesario comentar nada de El pueblo de los malditos (o bien el amable lector se ha saltado algún párrafo precedente). John Carpenter, junto con David Cronenberg y Wes Craven, conforman las tres C del cine de terror moderno. Una de sus últimas obras aparece en la serie Masters of horror, para la que dirigió uno de los mejores capítulos: El fin del mundo en 35mm (Cigarette burns, 2005). Aunque en esta ocasión me guste el título en castellano nada tiene que ver con el original, que hace referencia a la marca de operador que indica el final de rollo en una película.
DOS HERMANAS
Janghwa, Hongryeon, Jee-woon Kim, 2003
Bae Su-mi y Bae Su-yeon son dos hermanas que regresan alegres a su casa tras una larga convalecencia en el hospital de una dolencia que no nos especifican. Su padre Bae Mu-hyeon, viudo hasta ese momento, parece haber contraído segundas nupcias con otra mujer. El carácter irascible, acosador y cruel de la madrastra, Eun-ju, hará mella en las dos hermanas, especialmente en Su-mi, por la que parece mostrar una especial pero justificada animadversión. La niña considera a la madrastra una intrusa que ha aparecido en su vida para robarle el amor de su padre. Por su parte Su-yeon, la más tímida y apocada de las dos, buscará en su hermana protección y ayuda, especialmente cuando una noche comienza a sentir extrañas presencias amenazadoras en la casa. Aterrada, va al dormitorio de su hermana y le suplica que le deje dormir con ella. El suicidio de la madre, la amargura del padre, la irascibilidad de la madrastra, los miedos de Su-yeon y los sucesos extraños de la casa tienen un nexo y causante común: Su-mi.
Dos hermanas fue una pequeña joya de terror asiático que tuvimos la fortuna de disfrutar en el año 2003, justo cuando ya empezábamos a pensar que no había vida después de The ring (Ringu, Hideo Nakata, 1998) y Dark water (Honogurai mizuno sokokara, Hideo Nakata, 2002). Tras un primer visionado puede ser tildada de desequilibrada, insufrible, engañosa e incluso repetitiva, pero eso es simplificar demasiado. De hecho, el guión de la película está minuciosamente diseñado para provocar el desconcierto en el espectador y no se basa en pequeños sustos mal repartidos por su metraje. El ambiente conseguido es malsano y, desde el primer momento, sabemos que existe un equilibrio precario a punto de romperse. Y se rompe. La hermana mayor, Su-mi, acaba de salir de un sanatorio mental, hecho que se nos oculta casi hasta el final. Sin embargo su mente sigue enferma por la culpa por el suicidio de su madre, la muerte accidental de su hermana que ella pudo haber evitado y un deseo incestuoso hacia su padre.
Toda la película se centra en la tensa relación de los cuatro personajes protagonistas que, a la postre, se revelará como falsa. De las dos hermanas, el padre y la madrastra, sólo dos de ellos existen en el mundo real. Tanto la hermana pequeña como la madrastra son fruto de la mente de Bae Su-mi, escindida, destrozada, enferma e incapaz de aceptar la verdad. Para escapar del dolor crea una compleja trama en su mente que, suponemos, fue la que le hizo dar con sus huesos en el psiquiátrico, lugar al que sin duda volverá muy pronto. Pese a que se califica Dos Hermanas de enrevesada e incomprensible sólo el primero de los dos adjetivos es cierto. Cualquier espectador que preste un mínimo de atención y esté dispuesto a ver la película en dos ocasiones será capaz de arrojar luz sobre todos esos puntos oscuros y relatarlos hasta en verso, si es preciso. El personaje equivalente a Bae Su-mi en la versión americana (de nombre Anna, un poco más corriente) tiene un fondo de maldad del que carece la pobre Su-mi.
LA PROFECÍA
The omen, John Moore, 2006
Thorn es un diplomático norteamericano cuya mujer, Kathryn, ha sufrido un complicado parto en el que el recién nacido ha muerto. El sacerdote del hospital, el padre Spiletto, se presenta ante los Thorn con el hijo de otra mujer fallecida durante el parto para que lo críen como si fuera el suyo. El cura apremia a Thorn para que acepte al chico como propio; así Kathryn nunca sabrá la terrible verdad, y su hijo, al que pondrán por nombre Damien, crecerá como si fuera de ellos. Pasado el tiempo, Kathryn está volcada en su hijo como cualquier madre abnegada, lo que parece confirmarle día a día a Thorn que ha tomado la decisión correcta. Sin embargo y contando Damien cinco años de edad, comienzan a desarrollarse a su alrededor una serie de inquietantes acontecimientos que resultan profundamente perturbadores. Algo de carácter maléfico está a punto de suceder y los incidentes aciagos se multiplican. La profecía está clara, los signos no dejan lugar a dudas: ha llegado la hora del Armagedón.
El remake de John Moore es correcto en sus formas (correctamente realizada, interpretada y dirigida) pero vacío en su fondo. Es cierto que en el aspecto más técnico no existe ningún pero que ponerle a La profecía, pero la pregunta es inevitable: ¿realmente era necesario volver a contar la misma historia? Tras la cuarta parte de La profecía (Omen IV: Awakening, Jorge Montesi y Dominique Othenin-Gerard, 1991) ya comentada anteriormente, el espectador sufre una permanente sensación de deja vu que dura hasta el final. Los momentos de mayor tensión, aderezados con el clásico aumento de volumen que sobresalta mucho más que la propia imagen, no consiguen encubrir el hecho de que la película carece de cierta consistencia argumental. Sin embargo, uno de los puntos más favorables que tiene es que anima a ver las originales y descubrir cuál es la historia original y qué es lo que no se nos está contando, que es mucho. Se dice, se comenta, se rumorea, que las muertes recuerdan a la saga de Destino final. Y es cierto.
Continuará...
Muchas gracias por su elogio, señorita Bennet.
Confío en que haya leído la tercera parte y haya disfrutado de él en igual medida.
Suyo sinceramente:
HPLovecraft
La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.
Muy buenos los dos articulos. Creo que en este la peorcita es Ojos de fuego. Me aburrí bastante cuando la vi. Y las mejores son las de la Profecia... ¿Como olvidar a Gregory PEck y a Lee RermicK? la version moderna no le llega a las rodillas.
Daniel Leuzzi
OcioZero · Condiciones de uso
Este artículo está genial!