Muchas gracias LCS. Este es el relato que fue al Calabazas Monstruos... supongo que ya se nota ;) así que los comentarios me vienen genial. ¿El último párrafo suena un poco moralizante? Me alegro de que me lo digas. No era mi intención pero supongo que puede dar esa sensación, lo que quería era reproducir en esencia la línea central de Freaks, que trabajaba con monstruos reales y trató de poner de relieve que la fealdad y la aberración no siempre son exteriores. La bella trapecista era el auténtico monstruo.
Remake
Un relato de Zabbai Zainib sobre monstruos cine
Él nunca quiso que sucediera. Nunca quiso, ni por un momento, escribir esa historia. Mucho menos verse envuelto en ella, ni protagonizar nunca aquel lamentable y patético experimento con aquella gente patética con la que no tenía nada que ver.
Pero las cosas no suelen ser como uno quiere. A esas alturas debería saberlo. El guión de la vida escribe su propio curso, sin hacer mucho caso en realidad a los deseos del director.
Tenían que entenderle, demonios, tenía que hacerles comprender como fuera que no había sido culpa suya. Que todos aquellos desgraciados accidentes habían sucedido de manera fortuita, en otra vida, a otro Amos Success distinto del que él era ahora. Nadie elige el papel de héroe o villano. Se lo asigna la vida. O se lo asignan otros. Igual que nadie elige convertirse en un monstruo, ellos debieran saberlo.
Pero no parecían querer comprender, no. No querían desatarle, le obligaban a ver aquella cinta morbosa y trágica en la que le habían introducido como un personaje más, a su pesar y sin su consentimiento.
Había despertado de golpe hacía poco más de media hora, sin poder recordar el momento exacto en el que había perdido el conocimiento. Lo último que tenía grabado en la memoria, antes de aquello, eran sus rostros, los rostros acusadores de todos ellos, sus miradas dementes, y los fuertes brazos de Titán inmovilizándole, mientras alguien le ataba. Le contaron con delectación lo que tenían pensado, pero solamente el principio, le dijeron, lo suficiente para que fuera preparándose pero no tanto que le estropeara la sorpresa final. “Para que su actuación fuera entonces convincente”, había añadido Silvana, “a ver qué tal se le daba improvisar”.
Estaba solo en una vieja sala de proyección, en un asiento en medio del patio de butacas, con los brazos y las piernas atados y un artefacto ceñido a su cráneo para impedirle mover la cabeza y despegar la vista de la pantalla. Al abrir los ojos había tratado de escapar, por instinto, solo para comprobar que era imposible. Poco a poco fue haciéndose cargo de su situación, comprendiendo que hablaban en serio, que el odio que sentían por él les llevaría seguramente a cometer alguna locura, alguna monstruosa atrocidad. ¡Monstruosa!, si no hubiera sido todo tan trágico habría estallado en carcajadas. Por lo poco que podía ver, había logrado deducir que se encontraba en uno de esos cines de provincia abandonados: la decoración recargadamente nostálgica, la distribución de otros tiempos, la decrepitud de todo lo que había alrededor así se lo decían. Unos cortinajes de grueso y ajado terciopelo rojo cerraban el lugar de la escena. Había molduras doradas, muy barrocas, descolgadas a medias o en precario equilibrio, clavadas en la parte superior del proscenio. Y filas y filas de sillas de madera, astilladas o rotas, desaparecidas algunas, como los dientes ausentes de una boca de viejo. Hacía frío, un frío extremo, y una gotera pertinaz se empeñaba en ponerle contrapunto al profundo silencio que imperaba en la estancia, un silencio que tenía la virtud de secarle la boca, al tiempo que hacía más doloroso y rápido el latido de su corazón.
Un quejido enervante, de madera y tramoya viejas, le había hecho rechinar los dientes. El telón, o más bien lo que quedaba de él, se había descorrido lentamente. En la pantalla parpadearon rayas y signos amorfos, al compás del dificultoso desgranar de la proyección. A saltos, como quejosos danzarines que hubieran perdido la soltura con la edad, los viejos rollos de película fueron ajustándose y unas letras rojas como la sangre adquirieron definición sobre el blanco del fondo. “Remake. La obra cumbre de Amos Success”.
Aplausos enlatados que a él le arrancaron un respingo, y a la soledad del patio de butacas un eco triste de abandono. Aumentó el volumen y el efecto pasó a ser otro, ahora los aplausos parecían venir de todas partes, acompañados por toda una serie de silbidos, imprecaciones y susurros difusos, como si en vez del cine vacío donde estaban se tratase de una sala real en pleno funcionamiento.
Música de piano, ligera y rápida, para acompañar nuevas letras enmarcadas por el ornado recuadro de película de cine mudo: Homenaje a “Freaks”, una película de Tod Browning, 1932.
¡Su obra!, Amos había dado un respingo con creciente alarma; esa era precisamente “su” película, la de verdad, su obra maestra, ¿qué habían hecho, la habían rodado sin él?, ¿y quién la tenía ahora, se la habrían enseñado a alguien más? Debía de ser solamente un esbozo aún, ¡pero si él no había dado orden siquiera de empezar a filmar, si no había acabado tan solo de dar el visto bueno a los escenarios y exteriores! La indignación le ahogaba, ¿qué habían hecho? Esa película que al parecer trataban de robarle, iba a ser su consagración definitiva como director de culto, el merecido reconocimiento a su trayectoria artística. Hacía años que el público refrendaba con su dinero su acertado trabajo. Pero la crítica... ¡Ay! La crítica no acababa de quererle igual. Ni sus lisonjas monetarias, ni el intermedio de sus contactos, ni sus intentos de ... extorsión, sí, por qué no decirlo, habían conseguido “enderezar” su opinión. Los medios más prestigiosos le seguían siendo esquivos. Pero por fin eso iba a cambiar. Había elegido una película ciertamente difícil, a la que la pátina del tiempo había dotado de una cinematográfica sacralidad, una miríada de admiradores devotos y fervientes que defendían ahora lo que en el momento de su estreno fue calificado de “morboso y horripilante”, “falto de buen gusto”, etc. En un periódico de la época se había llegado a decir: “Su producción ha requerido una mente débil y su contemplación requiere un estómago fuerte”. Pero con los años se habían redescubierto sus virtudes y ahora él, Amos, había decidido recrearla, hacer su propia versión de “La Parada de los Monstruos”, como se había llamado en España, adaptándola a los nuevos tiempos, con criaturas igual de aberrantes pero mas del gusto del S. XXI. El requisito más importante que se había exigido a sí mismo es que los monstruos fueran auténticos, reales sus deformidades, como así era en la cinta original.
Y luego... había apostado a lo grande, como siempre, sin reparar en gastos: “para conseguir lo mejor tienes que pagarlo”, esa era su máxima. Contrató a la mejor guionista, dispuesta también a firmar a medias el guión, el mejor director de casting, el mejor cámara, la mejor responsable de vestuario, el mejor maquillador... Y para él, el papel que mejor se le daba: el productor, el amo de la pasta y el que mejor la administraba. Figurar como director era el objetivo, claro, pero si el trabajo sucio tenían que hacerlo otros, ¿por qué tenía que saberlo nadie? Para eso se gastaba su buen dinero, ¿no? Si querían la gloria que esperasen unos años, como hacía todo el mundo. Si buscaban integridad se habían equivocado de sitio. A él nadie le había regalado nada. Bien sabía Dios que no solo le había costado dinero su aventura, que para llegar donde estaba había tenido que hacer cosas de esas por las que se bebe para olvidar.
En la pantalla la cinta seguía su curso. Música chillona. La cámara aterriza con un contrapicado sobre la arena circular de lo que parece un circo. Hay un hombre allí, se ve su sombrero de copa negro y la parte superior de sus hombros. La cámara inicia un movimiento circular para abarcar las gradas, cada vez más rápido, vueltas y vueltas de tiovivo que desvelan caras fugaces, rostros desfigurados por el zoom, público anónimo que va asistir a una representación de feria. La cámara se sitúa en la espalda del personaje que está en el centro y este comienza a hablar:
—Ladys and gentlemen, señoras y señores —habla con el típico histrionismo de un presentador circense-, damas y caballeros... Bienvenidos a esta especial representación, donde están a punto de conocer a algunos de los más extraordinarios seres, las criaturas más horripilantes y los engendros más auténticos. Mi nombre es...
Redoble de tambor, el hombre se da la vuelta lentamente y se queda mirando a cámara. Plano fijo de su rostro. Aplausos frenéticos desde el público. Mientras, Amos lanza un gemido de horror. El hombre es un auténtico monstruo.
—Gwynplaine, como el personaje del genial Victor Hugo. Pueden llamarme también, si así lo prefieren, “el hombre que ríe”. Incluso pueden recurrir a mi antiguo nombre: Peter Nobody. Pero, por favor, que nadie tenga el mal gusto de denominarme “el Joker”, ¡qué... vulgarrrrrrrrr! Soy un clásico, qué le vamos a hacer.
Entonces lanza una exagerada carcajada, que casi parece histérica. Su rostro está maquillado de blanco, igual que el Joker de Batman. Su sonrisa no es natural, ha sido anormalmente ampliada. Las comisuras de la boca se prolongan hacia las orejas, resaltando sobre las mejillas protuberantes, en un gesto perpetuo de regocijo, una cicatriz grotesca. Pero sus ojos no ríen, su mirada es tan dura que asusta.
—Como podrán imaginar, querido público, yo no nací así. —Guiña un ojo de manera extravagante—. No, mis estimados amigos. Aquí detrás —se señala la boca abierta, que enseña los dientes en una mueca feroz— hay una triste historia que voy a contarles, si ustedes me permiten. —Música triste de melodrama—. Yo era antaño un guionista de cine —suspira con fingida melancolía—, uno corriente. Tampoco es que fuera aún una estrella, vale, pero iba avanzando poco a poco en mi empeño de trepar al podio. Hasta que llegó un día crucial en que “pude” ser nominado para recibir un Oscar. Y digo pude... —hizo una pausa dramática- porque alguien me lo arrebató antes.
Bueno, ustedes me dirán que la vida no es justa, que a todos nos ha pasado algo, que no me queje... el caso es que a cada uno su desgracia le parece más importante que la de los otros, ¿no es así? Es del todo ¡humano!, es ¡inevitable! —Pues cállense entonces —grita—, y déjenme seguir con la historia. El director y productor para el que yo trabajaba en aquellos días, y que, arteramente, me había hecho firmar una ambigua claúsula en mi contrato que yo no leí, me robó, sí, han oído bien, me ¡robó!, la autoría del guión. Y el nominado fue él, ¿pueden creerlo? Entonces, ¿qué hice yo? Consulté a abogados de mierda que solo querían sacar tajada a toda costa. Me desesperé tocando puertas y acudiendo a todo aquel que se me ocurrió. Y cuando vi que nadie iba a mover un dedo por un escritorzuelo desconocido que solo tenía su talento... me tiré por la ventana. Sí, amigos, me tiré –hizo una mueca cómica-, lo cual fue una mierda aún peor... porque no me maté. No, solo me rompí tantos huesos que los cirujanos tuvieron que jugar conmigo a las construcciones a escala. Y me desfiguré la cara de tal modo que “esto” —señala con ambos pulgares su rostro— es lo mejor que pudieron hacer con mi jeta. Claro que me da un aire... no sé ¿jovial? Un aspecto ciertamente divertido. A mi tiene que dar gusto contarme chistes, ¿no creen? Además, puedo jurarles que nunca me levanto con cara de mal humor. Y me da también capacidades... ¡artísticas! Cuando salí del hospital me hubiera tirado otra vez. Pero no estaba seguro de no empeorar las cosas —otra carcajada delirante—. No, en serio, si no me tiré de nuevo a la calle fue por el afecto constante de mi esposa. Por sus preocupaciones, su cuidado y su esperanza. Cariño, ven, quiero que salgas a saludar, tienen que conocer a mi heroína.
Una mujer rubia y elegante sale por uno de los vomitorios. Se acerca a Gwynplaine, toma su mano, y hace una graciosa reverencia dirigida al público.
De nuevo ensordecedores aplausos. Otro respingo de Amos. ¡No puede ser! Esa mujer es la escritora que ha contratado para el guión de Remake.
—Y ahora sí —continua el-hombre-que-ríe—, señoras y señores, dejemos de hablar de mi y... ¡Que comience el espectáculo! —señala con gesto teatral al mismo sitio por donde ha salido su esposa. Los focos apuntan a las rayadas cortinas que cierran la abertura para acompañar la salida de un nuevo personaje. Se toca con un sombrero flexible, lleva pantalón ancho con tirantes y camiseta de rayas. Y sus manos enguantadas terminan en filas brillantes de cuchillos.
—Con ustedes, damas y caballeros, el incomparable, el auténtico y mejor imitador de Freddy Krueger; nuestro maravilloso Phil Phantom, segundo monstruo de este circo. Aplausos, por favor.
Plano corto de Phil. Su cara arranca un grito de Amos. Bien sabe quién es. Pero nunca ha querido verle, nunca ha vuelto a acercarse a él después de... bueno, después de aquello. Su rostro es una máscara de cuero, repugnante y desfigurada, tejido cicatricial de quemaduras de tercer grado. Gwynplaine retoma la palabra y la cámara se aleja de nuevo para recogerles a los tres.
—Pueden imaginar, querido público, que Phil... —pausa— ¡tampoco nació así! Se preguntaran ustedes qué le sucedió. Y harán bien, porque para eso hemos venido. Para desvelar hoy las verdades ocultas tras la apariencia fascinante de los monstruos.
Bien, vayamos al asunto: voy a hipnotizar a Phil para ustedes. Veremos qué sale de su cabeza, si es que sale algo aparte de humo —se ríe de su propio chiste.
Con exagerados gestos se coloca delante del actor y procede, con un reloj de bolsillo, a hipnotizarlo.
Nuevo fundido en negro en la pantalla. Suena una pieza de Wagner. Otro de esos carteles de cine mudo donde puede leerse: Primer acto: El Fantasma de la Ópera. Luego la imagen se dirige al interior de un teatro clásico con decorados de época. Un grupo de actores, cámaras, y demás personal con material cinematográfico se disponen a rodar alguna escena. Parece que empiezan a impacientarse, falta uno de los actores protagonistas. Concretamente el director pregunta por Erik, el propio Fantasma de la Ópera. Un joven Amos Success, caracterizado como el vizconde Raoul de Chagny, espera para darle la réplica a Phil Phantom, su oponente en la pantalla. Sabe perfectamente por qué no acude Phantom, pero ha de simular estar tan intrigado como el resto. Alguien grita: ¡Fuego!
De pronto, la escena termina bruscamente en la pantalla y se pasa a otra imagen con distinto color, más como un documental o similar. Es el exterior del mismo teatro, con un cartel escueto que anuncia el rodaje. Por la luz, parecen las horas tempranas de una mañana. La cámara pasa dentro y va mostrando pasillos y camerinos vacíos. Una voz en off, con entonación de narrador clásico, empieza a contar lo siguiente: “Nos encontramos en el rodaje de una película trágica, el que iba a ser inolvidable remake del Fantasma de la Ópera, interpretado por el afamado Phil Phantom. Un joven y poco conocido Amos Success había luchado duramente por conseguir el papel, en busca del giro respetable que creía necesitar en su carrera. Pero ni el director ni la productora quisieron saber nada de aquello: la carrera de Phil estaba en la cima, su talento era incuestionable. Así que Amos decidió hacer obrar al destino por su cuenta.
La mañana del 14 de Enero llegó al teatro antes que nadie. Esperó la llegada de Phil y en cuanto le tuvo dentro de su camerino le encerró”.
En la pantalla se ve una imagen de Amos acechando en el pasillo y cerrando la puerta tras la entrada de Phil. Amos se revuelve en su asiento, ¿cómo diablos han podido hacer eso? Tiene que tratarse de un montaje, no hubo imágenes...
“Amos solo deseaba una oportunidad. Había amontonado previamente, en un rincón del camerino del actor, unas prendas mojadas a las que prendió fuego en el momento de oír sus pasos. El incendio debía ser inofensivo y parecer accidental. Lo único que quería era que el humo indispusiera a Phil lo suficiente para hacerle abandonar por un tiempo la producción, solo el necesario para que él, Amos, tuviera la oportunidad que ansiaba. Lamentablemente algo salió mal. Nunca supo por qué el fuego prendió más de lo debido, haciendo arder intensamente el camerino, extendiéndose luego al resto del teatro hasta convertirse en una catástrofe. Cuando lograron sacar a Phil, era demasiado tarde”.
Nuevo plano del circo. Habla Gwynplaine, señalando a Phil Phantom como si mostrara una de las maravillas del mundo.
—Este es el resultado, amigos míos. Las quemaduras que ahora ven, que tan apto le hacen para el papel de Freddy, son absolutamente reales. Aquí no hay trampa ni cartón, esta máscara que ven no es tal, sino auténtica piel calcinada.
Se ríe espectacularmente y el público aplaude. Más redoble de tambor. Los focos apuntan nuevamente a la entrada. Nobody dice:
—Nuestra siguiente invitada viene de la más profunda noche. Su grotesca naturaleza no es fácil de distinguir, pero existe, créanme. Damas y caballeros —grita de nuevo—, para el papel de Carmila, Dama de la noche, seductora vampira, tenemos a Selene Underworld. —Sale otra mujer, vestida de negro, caracterizada como una versión joven y hermosa de Morticia Adams—. Véanla, estimado público, su extrema palidez, su mirada poderosa, esa intolerancia a la luz del sol que hace que su vida discurra de noche, su sed de sangre... todo es natural. Padece desde niña una enfermedad terrible llamada porfiria que le confiere esas características. Sí, amigos, algo rarísimo e incurable. Pero veamos qué tiene en la cabeza...
Vuelve a repetir los gestos hipnóticos que realizara con Phil Phantom. Fundido en negro con el correspondiente cartel antiguo: Segundo Acto: La reina de la oscuridad.
La cinta está rodada en el interior de una sala de espectáculos, decorada con terciopelo rojo y muebles negros. La misma voz en off de antes: “Hace años, cuando Selene era la reina de la noche en el Berlín Cabaret, el mejor garito de la ciudad, conoció a un actor en ciernes, ambicioso y de verbo ágil, que la sedujo y se aprovechó de su fama y sus contactos”. —La imagen de Selene se hace presente sobre el escenario. Empieza una danza extraña. Por una puerta disimulada al fondo se hace salir un lobo. La mujer y la fiera luchan, ella vence, aplasta su cuerpo contra el suelo y finge un mordisco salvaje. La sangre sale de la garganta del animal y ella lame, paladea... Luego la escena se repite, pero esta vez con una bella mujer, arrancando gritos de entusiasmo al público invisible que llena la sala. Se trata de un truco, claro, el lobo está amaestrado y la mujer no está herida, como se desvela al final. La voz del narrador continúa—: “Pero ¡oh, desilusión! Cuando después de enamorarla, el prometedor Amos Success descubre que su enfermedad es real, que ella necesita beber sangre para sobrevivir, la abandona, la deja tirada en el arrollo, como suele decirse, y sigue su camino. O más bien inicia su ascenso pues, gracias a Selene ha adquirido publicidad y renombre, y nuevos amigos que le encumbrarán con el tiempo, así pues su carrera despega y se consolida hasta alcanzar el status favorable del que ahora goza”.
De nuevo el circo. Amos se revuelve en la dura butaca todo lo que dan de sí las correas que le mantienen atado. No quiere ver más, no quiere saber más, o recordar más. Pero no tiene manera de impedirlo; si cierra los ojos, sigue viendo las luces a través de los párpados, y esa voz que no cesa, no da tregua, esa voz afilada como un cuchillo que disecciona su mente para mostrar lo que hay en ella. Otra vez Peter Nobody toma la palabra en la filmación:
—¿Están ustedes disfrutando? Pues ahora viene algo realmente bueno. Estimado público, demos ya la bienvenida a nuestro siguiente y tercer monstruo: el gran... —señala con su mano enguantada hacia la abertura colorida— Titán. El gigante forzudo que todo circo, y más tratándose del nuestro, debe tener.
Nuevos aplausos mientras de entre bambalinas sale un hombre enorme. Solo viste una especie de taparrabos de leopardo. Su torso gigantesco, sus brazos y piernas hercúleos, su cara ligeramente deformada, arrancan exclamaciones de admiración en las gradas. Amos en cambio quiere morirse, sabe quién es e imagina lo que viene a continuación.
—Nuestro querido Titán —habla Gwynplaine— sí es así desde que nació. Bueno, ya podrán suponer que no nació así de grande, hubiera matado a su madre y, ya de paso, su padre le habría matado a él, ahorrándose y ahorrándole muchos sinsabores. Diremos mejor que lo suyo es de nacimiento, lo lleva en los genes, tiene gi-gan-tis-mo. Aunque las cicatrices más feas y dolorosas, que lleva en el alma, son un poco más recientes.
Repite el número del hipnotismo y, tras el cartel correspondiente: Tercer Acto: Lazos de Sangre, la imagen muestra un despacho. En él se encuentran Titán, vestido con traje oscuro, y otro hombre, sentado tras la mesa. La cámara se acerca y se puede ver que el que parece el jefe no es otro que Amos Success. Está borracho. El grandullón le atiende con solicitud mientras el otro le insulta e incluso le golpea. Suena la voz del narrador. “La vida de Titán no suele ser fácil. Su jefe es un tirano que le humilla constantemente”. Otra imagen, esta vez en el exterior. Titán, haciendo de chófer, baja de una limusina y ayuda a salir a Amos del asiento de atrás. Amos se mete con él y le ridiculiza delante de todos los fotógrafos, periodistas y personalidades varias que aguardan su llegada. Imita los andares del hombre grande, su ceño enorme... Voz en off. “Titán lleva años aguantando. Ustedes dirán que podría irse, ¿por qué no se despide y abandona al explotador? Pues bien, por un lado no es fácil para alguien como él encontrar un buen trabajo. Por otro, está acostumbrado a ese tipo de trato, sabe desde niño lo que es ser “monstruosamente” diferente. Y por último, hay algo que nadie más conoce: Titán es el hermano menor del famoso Amos Success, que si algo tiene a raudales es labia y dotes de manipulador. Amos, durante años, ha convencido a su hermano de lo feo, horrible, patoso y aberrante que es. Le ha explicado, sin ahorrarle detalles, lo poco conveniente que sería revelar su parentesco. La gente odia la fealdad y huye de lo deforme, le repite; se mofan de lo diferente porque eso les hace sentirse mejores. Titán ha acabado por convencerse de que no hay nada más para él”. Se ve otra imagen de Titán acostando a un Amos inconsciente, luego acudiendo al estudio de la casa y poniéndose a repasar cuentas, guiones, ofertas, y hablando con productores y actores. “Siempre haciendo el trabajo sucio en la sombra, sin más reconocimiento que un sueldo modesto y alguna que otra patada en el culo”.
La cámara regresa al circo y, mientras Titán mira fijamente a cámara, Nobody retoma el hilo:
—Y así habría seguido, sin duda, de no ser —música de redoble— por un ángel que vendría a cruzarse en su camino, para enamorar perdidamente a nuestro buen gigante.
Los focos dirigen su luz una vez más al acceso de artistas. Una mujer rubia, vestida de plata, con alas en los hombros, sale alegremente y se encamina con andar saltarín hacia los otros. Titán toma una de sus manos y la besa galantemente. La bella sonríe y, cuando él la alza en sus brazos, le besa suavemente en los labios.
—¡Silvana! —exclama Amos, tratando sin éxito de desasirse. Es su ayudante de producción. Lleva años con él. En realidad ejerce de secretaria, ama de llaves, recadera y chica para todo. Incluso de vez en cuando ha tenido que soportar sus insinuaciones y hasta algún magreo menor, sin importancia, o eso piensa él. Pero aquello no ha acabado. Gwynplaine hace seguir el espectáculo.
—Solo un monstruo más, mi estimada concurrencia. Solo nos queda uno. Tengo el gusto de presentarles —exclama con voz estentórea—, a la gran Nora Xavier, acompañada por su marido y representante Fred Slattery.
De nuevo sale un personaje de bambalinas. Otra mujer, pelirroja, sentada en una silla de ruedas que es empujada amorosamente por un hombre corpulento y trajeado. Se detienen junto al grupo y saludan a cámara. Peter Nobody se adelanta con su reloj y, tras solicitar con una exagerada reverencia su permiso, procede a hipnotizar a la recién llegada.
Cuarto acto: La bella rota. Esta vez la película los sitúa en una jungla espesa. Hace calor, aunque el día parece decaer hacia su ocaso. Están rodando un film de aventuras y Nora es la protagonista. La consabida voz en off: “ La actriz Nora Xavier en uno de los papeles más difíciles de su carrera. Y la dificultad, en este caso, no estriba en la carga dramática de su personaje sino, más bien, en todo lo contrario. La excelente intérprete, antes mimada por la crítica, atraviesa un bache importante en su carrera y este papel, a pesar del guión mediocre, la producción mediocre y el reparto mediocre, es con toda seguridad la última oportunidad que le queda, antes de la caída en picado hacia el olvido”.
La imagen se torna en otra distinta. Es de noche. Parece el final de una fiesta en la que se ha reunido todo el equipo. Hay música, risas y gente bailando en la pista o charlando en corrillos. La cámara enfoca a un Amos de nuevo completamente borracho, que agarra a una mujer por la cintura, aunque más bien parece derrumbarse sobre ella. Pide a voces las llaves de su coche mientras la chica, Nora, trata entre bromas de hacerle cambiar de idea. La voz en off continúa con su explicación: “Por eso Nora no puede permitirse el más mínimo conflicto con el director-productor-dueño de todo. Y cuando él insiste en llevarla al hotel en su coche, trata por todos los medios de denegar su ofrecimiento, pero sin ofenderle en modo alguno. Suplica, bromea... todo en vano. Llega a plantarse y decirle que ella se queda en la fiesta, pero entonces él monta en cólera y amenaza con despedirla. Suben al coche y tienen un terrible accidente a pocos kilómetros”.
La cámara vuelve bruscamente al circo y Gwynplaine ocupa el plano mientras dice:
—Tienen un accidente, sí, con desiguales resultados. Por una parte, para Nora —la señala con una reverencia-, una maravillosa y moderna silla de ruedas. Aprecien, señores y señoras, sus ventajas: la chica nunca volverá a cansarse caminando —lanza una ruidosa risotada—. Como premio extra le queda un lado del cuerpo paralizado casi por completo, lo que le da una apariencia de escultura de lo más elegante, ¿no creen? –la señala de arriba abajo, con el exagerado entusiasmo del vendedor que trata de dar salida a un artículo defectuoso-. Por otra parte, para Amos... —se encara con el público y hace una pausa— nada de nada. Sale del accidente con ligeras contusiones y el inicio de una resaca monumental. Ni siquiera le quedan molestas secuelas como una cierta culpabilidad, que suele resultar algo de verdad molesto, o una necesidad perentoria de resarcir a la víctima de su entusiasmo conductor. Es lo que tiene no tener conciencia, ¿no les parece? Sí, querido público, tenemos mucho que aprender de nuestro Amos. Es tanto lo que le debemos... —hace otra pausa cargada de intención—: De hecho, es sobre todo por estas deudas de gratitud contraídas con él, por lo que nos hemos decidido a hacerle este modesto homenaje, esta obra inspirada por su genio para, delante de todos ustedes, retribuirle como merece. ¿Puede haber generosidad mayor? —pregunta con ironía—, ¿se habrá visto algo igual en toda la historia del cine?
Y con esto llegamos, damas y caballeros, al momento cumbre de la representación. El colofón final que todos estábamos esperando.
Recibamos con un caluroso aplauso al hombre que nos ha reunido aquí, el verdadero protagonista de esta Parada de Monstruos. Nuestro director, Amos Success. Saluda Amos, tu público te espera.
Entonces sucede algo extraño. El circo desaparece y en su lugar se ve un cine viejo y abandonado, con un patio de butacas decrépito. Y en medio un hombre atado, con un extraño aparato en torno a la cabeza. Un hombre cuya cara de sorpresa va dando paso a una expresión de terror genuino. Tras él van saliendo lentamente a escena una serie de personajes: Peter Nobody y su rubia y hermosa esposa. Phil Phantom con la ropa de Freddy Krueger, agitando los afilados cuchillos que salen de sus manos. La bellísima y pálida Selene Underworld, empuñando un látigo de cuero. El gigantesco Titán de la mano de una Silvana Bellacci radiante, en traje de noche, cuya belleza hace resaltar más aún la fealdad del rostro de su embelesada pareja. Por último, Nora Xavier, en silla de ruedas que impulsa ella misma, y Fred, su marido, que lleva un hacha apoyada con descuido en un hombro.
—Bien, Amos —dice Peter Nobody en nombre de todos— tú ya sabes cómo acaba esto, seamos fieles al original: los monstruos se unen y se vengan de quien les ha humillado y herido. Desfiguran a la trapecista que les ha burlado hasta convertirla en uno de los suyos. ¿Recuerdas?
La pantalla le devuelve a Amos la imagen de su sonrisa implacable. Mira uno a uno a todos los demás: las mismas expresiones crueles, las mismas muecas feroces, allí no va a encontrar piedad. Él no la tuvo y sabe que no la merece. Pero aun así la solicita. Empieza a revolverse con salvaje desesperación. Las correas se le clavan profundamente en la piel, el metal que le sujeta la cabeza le deja surcos en las sienes. Trata de soltarse, sin importarle el dolor ni la sangre que empieza a manar. El lazo en torno a su cuello se tensa, le ahoga. Entonces, perdida toda dignidad, grita, balbucea y suplica clemencia. Los monstruos se le acercan, los ve reflejarse en la pantalla, dejando su impronta en el rollo de película. Selene le azota, solo lo justo para hacerle sangrar. Luego le lame las heridas con delectación. Él siente asco, y un miedo atroz que le paraliza. Los sollozos le sacuden. Phil se acerca también. Le acaricia el rostro con las suaves cuchillas, se las clava levemente bajo los ojos, solo para advertirle de lo que podría pasar. Slattery le muestra el hacha y enseña los dientes gruñendo. Y los demás acuden también, como un racimo de pájaros monstruosos dispuestos a abalanzarse sobre él, para picotearle y devorar sus entrañas. Se orina encima, casi desea la muerte. Lo que teme en realidad es el dolor, el dolor y el después, cuando le dejen convertido en pulpa supurante, en grotesca apariencia de lo que un día fue.
Empieza a gritar y ya no se detiene. Les pide perdón, confiesa todo lo que les ha hecho, y hasta lo que no hizo. Llora, babea y gime súplicas incomprensibles. Mientras, la cámara diabólica lo registra todo. Ahí está su legado, su obra para la posteridad, la cara auténtica que lo muestra tal y como es.
Y en la pantalla aparece “The End” y ahí termina todo. No está herido ni desfigurado, no le han mutilado, está vivo y a salvo. El alivio casi le hace desmayarse.
Se encienden las luces en la sala y oye unos secos aplausos. Alguien detiene la filmación. Alguien le desata. No puede moverse, no ve. Escucha sus pasos lentos alejándose por el salón vacío y luego el silencio, instalándose alrededor como una capa sofocante que sepulta su vergüenza. Y comprende que todo ha terminado.
En las semanas siguientes aquella cinta delirante dará la vuelta al mundo. Y el mundo se preguntará ¿quién, de entre todos aquellos seres dramáticos, es el auténtico monstruo, quién la más patética criatura?
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trató de poner de relieve que la fealdad y la aberración no siempre son exteriores. La bella trapecista era el auténtico monstruo
Creo que ya queda claro con el comportamiento de los personajes. A mí personalmente no me gustan los narradores demasiado intervencionistas.
La historia resulta interesante, lo que le veo al relato es que le falta fluidez, está demasiado fragmentado. Al principio tarda en arrancar, podrías haber empezado directamente a partir del quinto párrafo y si acaso, haber metido más adelante lo de que no ha sido culpa suya y que nadie elige convertirse en un monstruo.
Después creo que te sobra la voz en off, estás describiendo la escena como en una pelicula y me gusta mucho como has llevado eso, todo el empleo de elementos cinematográficos, los ángulos, la puesta en escena, cambios de plano, incluso la música, todo eso le da un ambiente genial al relato, como si estuvieramos viendo nosotros también la película con Amos, y creo que las escenas hubieran quedado mejor si la descripción de la escena hubiera seguido igual, totalmente descrita, a mostrarla en la voz de un narrador. A lo mejor es manía mía (hasta en las películas los narradores en off me suelen chirriar), pero ese narrador es lo que más me ha sacado de la historia, no sé, da como un distanciamiento de la escena, cuando hubiera preferido estar dentro de ella, no sé si me explico.
Muchas gracias, Rae, por la lectura (es un tochazo) y sobre todo por los consejos.
Ya voy viendo claro lo de recortar el principio (bien visto lo de "nadie elige convertirse en un monstruo...", siento debilidad x esas dos frases para construir al personaje), sé que se le puede hacer buena poda. Y el resto, creo que es una excelente sugerencia lo de suprimir la voz en off, me permitiría mantener la estructura cine abandonado-circo quitando uno, o incluso dos, de los otros "escenarios". Como ya le dije a Odín, me temía haberme pasado pero no sabía cómo hacerlo de otro modo sin eliminar la sensación de filmación en directo, como tú muy bien has reflejado, de estar dentro de la peli.
Esas dos frases me parecieron que definen muy bien al protagonista (y no las veo del todo ciertas, precisamente el relato da a entender que Amos es un monstruo por las decisiones que ha tomado y su forma de actuar, que los otros no pudieron evitar sus accidentes, pero él si hubiera podido tomar otro camino y los accidentes no habrían ocurrido), por eso creo que aunque cambiaras el principio, sí deberían aparecer, porque es la esencia de Amos, cómo se ve él.
Es un personaje que además se define como espectador, conocemos a Amos por sus reacciones mientras ve la película más que por lo que nos muestra en ella, en ese sentido me ha gustado mucho como has construido al personaje, con esa doble visión por dentro y por fuera a la vez.
Comento antes de leer la opinión de mis compañeros para no influenciarme XDDD
Lo bueno es que está bien escrito y que me ha sorprendido lo bien incluidos que están esos monstruos de cines tan conocidos, pero me voy a centrar en lo que me ha chocado porque creo que es lo que nos enseña a eso de mejorar
Creo que es demasiado lento el empezar a rodar de la historia. Hasta que ha comenzado la venganza en sí no he conseguido meterme en el relato. La imagen de ese espectador involuntario me ha gustado desde el principio, sin embargo, era como si desapareciera demasiado para mi gusto. Durante la primera parte, queda diluido entre tanta descripción y durante la parte de la trama en sí, me ha faltado demasiado. No sé si consigo explicarme, me faltaba el saber sus reacciones a lo que estaba aconteciendo más allá de explicar quien aparece en escena. Creo que hubiera aportado fuerza mezclar sus sentimientos con la exposición de los hechos.
Y para acabar, me sobra la frase del final. Creo que es la conclusión a la que debe llegar el lector y exponerla en el relato, para mi gusto, le da un toque aleccionador y como de moraleja que nunca me ha hecho mucha gracia.
En general, me ha gustado y a poco que imprimieras más ritmo a ese principio, ganaría muchos enteros XDDDD
LCS dijo:
trató de poner de relieve que la fealdad y la aberración no siempre son exteriores. La bella trapecista era el auténtico monstruo
Creo que ya queda claro con el comportamiento de los personajes. A mí personalmente no me gustan los narradores demasiado intervencionistas.
Pero en el caso de esta frase, no está mal, porque se asegura de que quien no conozca la película pueda ubicar la figura de la trapecista ¿no?
Leído. Me ha gustado bastante y me ha parecido bastante bueno.
Me gustaría destacar, ya de entrada, lo bien escrito que está. La prosa, el buen uso de adjetivos, se hace fácil de leer al mismo tiempo y, además, todos los planos usados para hacernos creer que estamos viendo una especie de pelicula-obra teatral... Estupendo; así da gusto leer un relato.
En cuanto a la historia, me ha absorbido. Muy, muy buena, original, bien llevada. Una buena idea bien construida. Y es que, hacer un homenaje, meter a ciertos personajes, y encima ofrecer una historia que engancha, no es precisamente fácil.
Amos y el "Joker" están muy bien construidos, aunque sorprende lo del primero, que se mantiene en un segundo plano sin estarlo realmente. Personalmente, no me molesta que el "Joker" sea quien cuente la historia. ¿Hubiese quedado mejor de otro modo? Uhm, no sé, pero del que está hecho, me gusta.
El final, es verdad que tiene demasiada moralina, pero, leñe, que también me ha gustado. Y sí, la última frase "sobra", pero, demonios, de nuevo, me ha gustado. Aunque ya quedaba claro, por supuesto.
Lo único que se me ha hecho algo pesado ha sido el principio. La historia tarda en arrancar y se me ha hecho, al principio, algo confusa.
Por lo demás, repito (sí, cansino) que me ha encantado. Una lastima que al final no entrase, de verdad, y menos mal que se ha podido recuperar de esta manera.
Si se va a hacer algún proyecto sobre Descalabazados, que entre, please.
Muchas gracias Darkus. Está siendo, de verdad, muy productivo esto. Un auténtico lujo los comentarios.
Después de leeros tengo claras varias conclusiones: aligerar el principio (conservando alguna característica de Amos para meterla luego) y eliminar escenarios (disolviendo algunos dentro de los 2 principales).
Lo has definido como yo lo concebí: una especie de rodaje literario de una peli-obra de teatro. De vez en cuando me da por experimentar (si no me da con un tema, me da con la forma). Los experimentos rara vez salen del todo bien a la 1ª, este hay que pulirlo un poco y creo que quedará bien. De nuevo gracias.
Hola Zabbai!
Ésta es mi primera crítica, así que espero mantenerme dentro del tono y que por favor no te tomes a mal lo que pueda decirte. Como habrás visto en la respuesta a tu crítica de mi cuento Sufrimiento de justos, me gustan las críticas directas porque creo que son las que enseñan. Pero, por supuesto, son opiniones subjetivas y no tienen por qué ser correctas. Luego ya tú eliges lo que realmente te sirve y lo que no :)
Veamos. Me gusta la base tan visual del cuento, que coincide con el lenguaje del cine, y me gusta el concepto del giro para verse él mismo como protagonista del guión. Creo que el cuento promete.
Sí me ocurre que se me hace muy larga la reflexión del productor cuando está atado esperando a que empiece la historia. Corta el ritmo totalmente y creo que quizás habría que contar todo eso de otra manera, mucho más resumido e intercalándolo con lo que va ocurriendo. Sobre todo porque mientras reflexiona perdemos la tensión y la sensación de terror que el protagonista pueda tener.
También me pasa igual que ha comentado alguien: se me hace poco fluido a veces. La estructura en escenas produce ese riesgo, así que habría que solventarla metiéndole ritmo de otra manera. Quizás poniendo más foco en el protagonista dentro de las mismas (por sugerir algo).
La mención del joker me gusta la primera vez porque es divertida e irónica, pero la aclaración de que está pintado de blanco como el joker de batman sobra porque el lector ya lo sabe.
Respecto a los puntos de vista, siguiendo lo que ya han opinado, estoy pensando que queda muy bien el recurso de "nuevo plano de…", "fundido en negro", etc. Creo que el relato quedaría muy redondo si lo estructuraras todo en ese lenguaje, no sólo algunas partes. Resultaría original.
Respecto al final, una frase como "la cara auténtica que lo muestra tal y como es" me suena a juicio del narrador, por lo que en ese caso sobraría. Es mejor que esa conclusión la saque siempre el lector, o si la hace el narrador que sea porque éste es un narrador subjetivo o narrador personaje :)
No, hombre, no, cómo me voy a tomar a mal una crítica así. Se nota que está hecha de buena fe. Muchas gracias por la lectura y los comentarios, tomo nota de alguno nuevo. Nos seguimos leyendo. Saludos.
Me gusta!
Muy imaginativo y original. Muchas historias condensadas en un solo relato, y tiene momentos muy buenos.
La historia del "Joker" y su personalidad delirante me encanta... El chiste negro y terrible, la risa histérica... ...Te juro que me lo he imaginado, y se me asemeja a una escena y un personaje a lo Tim Burton.
Algunos te han comentado de instantes más lentos o pesados, pero creo que esa sensación la tenemos al leer cualquier relato amateur (con ello me refiero al de alguien desconocido... ... creo que escribes muy bien), y mostramos una falta de paciencia ante la ausencia de acción, mientras que en una novela o relato profesional damos más oportunidades al autor...
Supongo que es una especie de posición crítica que adoptamos al comenzar a leer... ...posición que cuando nos compramos un libro no tenemos, y la sustituimos por la del puro disfrute, distracción y abstracción en el discurrir de la lectura.
Me parece que aguantar esas 10 líneas hasta el inicio de la acción no merma el relato en absoluto, y la acción y variedad de personajes posterior hace disfrutar hasta el final.
La verdad es que pensé que ibas a matar a Amos... ...y, sinceramente, no me habría gustado ese final; me habría parecido demasiado fácil, casi como una muerte demasiado dulce para el tirano. Mucho más terrible es ese babeo, ese hecho de orinarse encima, una escena escatológica, terrible... ...lo que se merecía...
Enhorabuena!
Muchas gracias Maundevar, me has alegrado el día, de verdad.
Comparto contigo lo de adoptar una "posición crítica": llega a convertirse en un hábito. Hace tiempo que con todo lo que leo se me hace consciente esa actitud, tengo que recordarme que se trata de disfrutar. Creo que llega un momento, cuando uno también escribe, que se hace casi inevitable; es como si vieras los hilos que mueven las marionetas y el tinglado de detrás en vez de solo mirar la escena. Cuánto más lo hacemos con un compañero no conocido (o poco), te entiendo perfectamente. Después de las opiniones de los compañeros, que me han hecho ver claras unas cuantas cosas, creo que empezaré de otra forma más directa, cuando Amos despierta atado, y la información del principio la iré repartiendo.
En cuanto al Joker, a mi me enamoró el personaje y eso tiene que acabar notándose. Me alegro de que contigo consiguiera trasmitir lo que había en mi cabeza, no siempre se logra. Y en el final también coincidimos, es exactamente lo que yo pensaba.
Lo dicho, me acabas de alegrar el día XDDDD
Un buen relato.
Quizá tardo un poco en arrancar y quizá el último párrafo paracer un poco moralizante, pero desde luego que refleja perfectamente una época mítica del cine.
Me ha gustado mucho, compañera.
Un placer leerte.
Bastante inútil