Película sobre la última parte de la vida de Ludwig Van Beethoven, con la presentación en sociedad de la Novena Sinfonía como estrella invitada
Últimamente en el cine se estila bastante el biopic, con mayor o menor fortuna, y siempre hay algunos personajes que llaman más la atención que otros, por su más o menos ajetreada vida, por lo que hicieron o por su personalidad. Así, una película sobre Beethoven puede, aún sabiendo de antemano que fue un genio y que gozaba de un carácter difícil, espantar a más de uno si no está medianamente interesado en la música clásica.
Pero bajo este supuesto tema plomizo se esconde una estupenda película. Se trata de una historia basada en la vida del famoso compositor, pero en la que se han añadido partes ficticias, empezando por el personaje de su copista Anna Holtz, encarnado por Diane Kruger. Narra la relación existente entre Beethoven (un inspirado Ed Harris) y esta chica, que llega a su casa para ayudarle a trabajar en la famosa Novena Sinfonía, que debe ser presentada en cuatro días. Se trata de una relación que se va intensificando, con abundancia de primeros planos, a medida que transcurren los minutos, a través de situaciones cotidianas, a través de momentos en los que trabajan con la música, y en definitiva, a medida que se van conociendo y Beethoven acepta a su copista como tal.
Porque Beethoven es un genio, pero también un hombre grosero, machista, imponente y con un carácter muy fuerte, aunque también sabe perdonar y ser bondadoso. Ed Harris encarna con fuerza y talento el carácter del músico, y no es un personaje fácil. Lleno de expresión, sale por la puerta grande con su interpretación, ayudada por el increíble parecido físico que han conseguido darle. Diane Kruger se revela en esta película como una gran actriz, su interpretación emociona, y mantiene una expresividad que aguanta totalmente el peso de su rol. Los personajes, además de excelentemente interpretados, están bien construidos, se benefician de que el guión se sujeta solamente en los dos protagonistas. No nos dibujan apenas la sociedad de la época, quizá le falte un poco esto, y apuesta solamente por la relación entre ellos y la música. A lo largo del filme hay algunos toques de humor, bastante grotescos, como el carácter de su protagonista, y la verdad es que el conjunto aguanta bien sin necesidad de recurrir al exterior en demasía.
La música. Obviamente es parte fundamental en la película. Se hace un retrato de la música como idioma místico, como parte de la religión, para Beethoven es un vehículo espiritual para relacionar a Dios y al hombre. Pero en la parte de la realización, las escenas musicales cobran vida propia y son el verdadero motor del filme. Hay una escena llena de intensidad en la que Anna está copiando partituras y suena la obra de fondo, pero esto es solamente un preámbulo de la escena fundamental de la película, y que no es otra que la presentación en sociedad de la Novena Sinfonía de Beethoven. El concierto resulta vibrante, apoteósico y se convierte en el auténtico clímax de la película. Cuando suena con una fuerza inusitada el Himno de la Alegría es un momento de éxtasis y que le hace a uno pegarse al asiento, utilizando sólo el poder de la música y sin recurrir a ningún otro aspecto. Si el espectador ha conseguido conectar con la película, es fácil que se le pongan los pelos de punta. La fuerza de la escena es evidente, y en su parte final una cámara nerviosa, de planos cortos, otros rápidos rodeando los palcos hacen que se ponga un punto final adecuado. Además, se juega de forma magistral con la sordera galopante que sufría ya el músico, creando una situación de exaltación total al final del concierto.
Después hay unos ciertos momentos de bache, de los que se recupera para dar paso a la parte final. Hay una escena en la que Beethoven dicta sus composiciones, que recuerda bastante a la de Mozart en Amadeus, de Milos Forman. Los últimos días de Beethoven están marcados por su enfermedad y por la incomprensión de sus postreros trabajos, pero la genialidad reside en su modernidad y atrevimiento y servirán de legado para las próximas generaciones. Y ya el final deja una puerta abierta al optimismo, es un paso hacia la libertad de la persona y da una sensación de haber conseguido los objetivos. En resumen, es una más que interesante película sobre un más que interesante personaje de la historia.
A mí me gustó la película aunque entiendo que para disfrutarla de verdad hay que ir a verla con un amor hacia Beethoven, bien por su música o por el personaje.
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦