El leopardo de Batignolles
Reseña de la novela de Claude Izner publicada por Éditions 10/18
El detective peculiar y, a poder ser, carismático es uno de los tiros seguros de la literatura popular desde ya hace más de un siglo. A ellos dedica Éditions 10/18 su colección Grands Détectives, dentro de la cual se enmarcan las aventuras de Victor Legris, un librero del París del siglo XIX, quien protagoniza la novela que nos ocupa: Le léopard des Batignolles (El leopardo de Batignolles).
A diferencia de lo que ocurría con Sherlock Holmes, por ejemplo, que era esbozado con trazos fuertes y después dejado en segundo plano para que sus aventuras hablasen por él, en esta novela nos encontramos que buena parte del espacio va dedicado a los libreros con los que trabaja el propio protagonista. De hecho, es entre los tres entre quienes queda repartido el peso de las historia... más sus correspondientes parejas sentimentales. Es cierto que la novela se puede leer sin tener información previa sobre los mismos, pero también evidente que dejar espacio para seis personajes no necesariamente implicados con la trama policíaca se come mucho espacio de esta. Además, sus vidas tampoco son apasionantes: tienen sus enredos y desencantos amorosos, pero estos tienen poco interés para un lector ajeno.
Al mismo tiempo, son una buena excusa para recrearse en el escenario, uno de los puntos fuertes de Claude Izner. El París de finales del siglo XIX se mezcla con algunos sucesos de la Comuna que nos trae como fantasmas del pasado la trama y nos brinda una imagen pintoresca llena de pequeñas anécdotas y datos que resultarán de interés para el lector apasionado por la época. La inmersión es razonable aunque sobria, y se sujeta bien por la atención prestada a los detalles. Por la profesión de los investigadores, las referencias literarias y bibliófilas son considerables, sin duda otra de las bazas fuertes brindadas a los lectores.
La prosa por el contrario resulta ampulosa en ocasiones. Quizás por dar un toque más añejo a la narración, el autor optar por el vocabulario rebuscado, algo que no tiene por qué corresponderse con la literatura decimonónica, sobre todo en Francia, donde el naturalismo buscó precisamente una inmediatez con el lector que aquí no encontramos. Tampoco es que sea un libro de lectura complicada, pero sí algo rebuscado por momentos.
En cuanto a la trama, al final da la impresión de que es secundaria frente a la propia recreación del escenario y, sobre todo, de las vidas de la media docena de protagonistas. Implica bastantes personajes que, al contrario que los anteriores, no disfrutan de suficiente espacio en la narración hasta que es demasiado tarde. Los eventos y las pistas, además, están más dirigidos a que Legris y compañía los analicen que a poner al lector tras los pasos del criminal. Al final del libro uno descubre sin asombro al asesino, quizás porque Izner ya ha dejado claro que tampoco es lo más relevante del libro.
Así, El leopardo de Batignolles es una novela entretenida y curiosa, pero que llenará más a los apasionados del siglo XIX que a los amantes del policiaco. Eso sin perder de vista que, sobre todo, está dirigida a los iniciados en la serie.
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