Cien años de soledad
Breve reseña a la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Muchos años después, frente a la pantalla de ordenador, el autor de esta breve reseña había de recordar aquella tarde remota en compró el libro en un quiosco. Por aquel entonces, yo era poco más que un adolescente. Había quedado con los colegas para ir una fiestecilla que había organizado un amigo en su casa. Mientras los demás bebían y escuchaban música, yo, sentado en un rincón, abrí el libro y leí la primera frase. No pude dejarlo.
Aunque, en realidad, Cien años de soledad es una novela que versa sobre la historia de una familia, los Buendía, para mí es sobre todo la historia del coronel Aureliano Buendía. Me he enamorado de este personaje, como en su día se enamoró de él su propio autor. Circulan por ahí dos leyendas. La primera dice que, cuando el coronel Aureliano Buendía murió, García Márquez estuvo dos horas tumbado en la cama, llorando como una niña chica. La segunda que García Márquez sufría de golondrinos (unos bultos en las axilas) y que, cuando se los contagió a su personaje, a él le desaparecieron.
El coronel Aureliano Buendía es una especie de don Quijote moderno que promovió treinta y dos pronunciamientos, acompañado de su Sancho Panza particular (Gerineldo Márquez) y los perdió todos. Luchó toda su vida por el Partido Liberal y acabó muriendo de viejo en su casa.
El resto de los personajes son los padres, los hermanos, la mujer, los hijos y demás familia, comparsas y meritorios que, junto al coronel Aureliano Buendía, se mueven por Macondo, porque desde que el coronel muere, el libro pierde fuerza. Bueno, quizá haya después un par de episodios más o menos interesantes y quizá también merezca la pena llegar hasta el final, más que nada, para comprender el título del libro. Sin embargo, en el fondo, las páginas que quedan no dejan de ser un poco más de lo mismo de lo que ya hemos leído, tanto por la reiteración, para mi gusto abusiva, en los nombres de los miembros de la familia Buendía (Aureliano, Arcadio, José, Amaranta, Remedios, Úrsula) como por la repetición de comportamientos ya vistos.
Aún así, estamos ante una de las mejores novelas de todos los tiempos. En primer lugar, porque es la obra que mejor representa el género que se ha llamado realismo mágico, que a mí, personalmente, me fascina porque veo la unión entre el realismo y lo fantástico. Y, en segundo lugar, por el ritmo que García Márquez impone a su prosa. Continuamente releo los primeros capítulos para que se pegue algo de su música.
Por último, se podría decir que Cien años de soledad gira, sobre todo, en torno a dos temas. Por un lado, la soledad o más bien la incomprensión. La inmensa mayoría de los personajes no son más que seres incomprendidos. No hay más que echar un vistazo a, por ejemplo, José Arcadio Buendía, el patriarca de la familia y su fascinación por los inventos o a la propia Fernanda del Carpio y su interés por intentar mantener a la familia como es debido. Por otro lado, también está presente el tema del incesto, y concretamente el temor a que nazca como castigo un niño con cola de cerdo.
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