Dead End
Crítica de la película de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa
Llegar hasta una película como Dead End no resulta sencillo. Supe de esta obra, pequeña joya oculta del cine de terror actual, a través de un anuario de Fotogramas, hará unos tres años.
No podría precisar qué fue lo que me atrajo de ella, seguramente que era de las pocas películas del género que no había visto en ese año, así que me embarqué en su búsqueda. Difícil, puesto que a los cines de mi ciudad (Vigo) ni tan siquiera había llegado, y en los videoclubs no sabían de su existencia.
Finalmente di con ella en unos conocidos grandes almacenes, y a precio de saldo.
El film inicia de manera muy poco prometedora. Nos encontramos, durante casi toda la primera mitad de la película, con una especie de parodia, en la que los actores no hacen ningún esfuerzo interpretativo (o son muy conscientes del producto en el que se han metido), y los diálogos rozan el absurdo. Sólo la presencia de Ray Wise, inolvidable padre de Laura Palmer en Twin Peaks, salva un poco el apartado de casting, pero más por su inquietante rostro que por la calidad de la interpretación, que no pasa de correcta.
Así a todo, podemos vislumbrar ya los primeros síntomas de lo que puede venir, ya que la ambientación sí está bastante trabajada, y la sensación de noche extremadamente negra y amenazadora ya se puede percibir antes de meternos de lleno en el meollo.
Y cuando uno empieza a tener la tentación de interrumpir el visionado de la película, comienza el punto fuerte.
Los personajes se ven poco a poco envueltos en una especie de tenebroso bucle borgiano, que mina su moral y desespera por momentos al espectador. La sensación de peligro es constante, tenemos la impresión de que tanto los protagonistas como los propios espectadores estamos siendo observados por una amenaza invisible.
Los directores juegan con la baza de lo que no se ve, de lo que se debe intuir y aderezar con la propia imaginación, en una línea muy parecida a El proyecto de la bruja de Blair o, más recientemente, Paranormal Activity. Pero sin coartadas, ya que los responsables de Dead End no han querido jugar la carta de la estética realista, ni vender un falso documental. Claro que esto es demasiado arriesgado, porque habrá a quien deje del todo indiferente, o incluso muy decepcionado, teniendo en cuenta que es la atmósfera lo que sostiene toda la película, y la convierte en un producto efectivo, que hará las delicias de cualquier aficionado al terror que sepa dejarse envolver por su ambientación malsana.
También podría considerarse que el final es algo predecible, que el supuesto giro sorpresa no es tal, pero a mí sí me pilló desprevenido. Cuando no hay pretensiones, cuando no esperas nada de nada, e incluso te han desanimado durante más de media hora, haciéndote creer que estabas ante el típico sub-producto más cercano a la comedia que al terror, es grato descubrir que lo que finalmente te espera es una correcta, efectiva e inquietante cinta de género.
Hace más de dos años que la vi, y llevo grabadas a fuego algunas de sus imágenes (véase el cartel promocional). Por algo será.
LO MEJOR: Su falta de pretensiones, la atmósfera y la sensación de amenaza que desprende durante toda la segunda mitad del metraje.
LO PEOR: La primera media hora, en la que parece que estemos antes una película de serie B, más cercana a la parodia. Pero quizás sea lo que la hace diferente. También que esta crítica pueda romper con ese factor sorpresa. Mil perdones.
Darío Vilas
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