El viaje de Hawkwood – Las Monarquías de Dios I
Reseña de la novela de Paul Kearney publicada por Alamut
Víspera del día de San Beynac, año del Santo 422. Un misterioso barco, un galeón, se acerca a la costa de Hebrión, procedente del oeste, donde sólo hay mar antes de llegar al fin del mundo. Ante la pasividad con que se mueve el bajel, un grupo de faenadores decide abordarlo, desatando entonces el gran horror que yace dentro.
Con este prólogo Paul Kearney abre El viaje de Hawkwood, la primera parte de su saga Las Monarquías de Dios. Novela de gran éxito que ha sido traducida al francés, polaco, alemán, hebreo, ruso y checo. Ha sido Alamut la editorial encargada de acercarnos esta obra a nuestro idioma quince años después de su publicación original, en una edición de tapa blanda con solapas.
El viaje de Hawkwood contiene trazos de verdadera originalidad que destacan su planteamiento por encima de otras novelas de fantasía. Mezcla géneros como la intriga palaciega, las grandiosas batallas típicas del género y la aventura de exploración más clásica.
El argumento gira en torno al continente de Normannia, y se inicia con la toma de Aekir, la Ciudad de Dios, por parte de los invasores merduk (que recuerdan poderosamente a los musulmanes). Aekir es la capital espiritual de las Monarquías de Dios (algo así como nuestra Iglesia), así que su conquista por parte del sultán de Ostrabar es un duro golpe para los occidentales. La desaparición del sumo pontífice de la fe ramusiana agravará la situación. Todos estos sucesos afectarán directamente al resto de la historia, condicionando los sucesos: debido a la derrota de Aekir, en el reino marítimo de Hebrión la orden inceptina (una división de la Iglesia Ramusiana) iniciará una terrible represión contra todos los extranjeros cuya lealtad a la fe ramusiana sea dudosa. Pero, por encima de todos, los más perseguidos serán los practicantes de las artes mágicas y las criaturas de naturaleza sobrenatural. Pero el rey de Hebrion (que no comparte las tesis radicales de los inquisidores) encontrará el modo de salvar a parte de los perseguidos, gracias a un libro de rutas encontrado en el extraño barco del prólogo, más de cien años antes: navegar hacia el oeste, hasta un supuesto continente desconocido, y formar una colonia para los ajusticiados por la fe ramusiana. El elegido para capitanear los barcos será un marinero experto, Richard Hawkwood.
Hay muchos aciertos en esta novela. En primer lugar, el autor ha creado un entramado sólido para su historia. No estamos ante el típico trasfondo histórico para cimentar una trama, pero alejado de los acontecimientos que mueven la obra. Todo lo que ocurre en El viaje de Hawkwood está interconectado, ejerciendo una especie de "efecto dominó". Tres son las tramas principales que sustentan esta historia, pero hay docenas de detalles y focos de variada importancia dentro del desarrollo de la novela. Todas ella están llevadas con maestría, acopladas entre sí como las piezas de un enorme puzle: algunas están muy alejadas entre sí, pero todas son imprescindibles para hacerse una idea en conjunto de esta magna historia. La historia. El viaje de Hawkwood es un ejemplo magistral de cómo llevar a cabo una novela de fantasía coral, tanto en lo que se refiere a sus personajes como a los escenarios.
Uno de los aspectos que más me ha agradado es el hecho de que todos esos puntos se desarrollan de modo ameno, sin la pesadez tan habitual en algunas novelas fantásticas, tan detallistas en sus mil y un aspectos argumentales que resulta tedioso adentrarse en ese mundo imaginario. Es sencillo introducirse en la novela de Kearney, quizás porque hay un aura histórica en las sociedades y reinos que ha creado: los occidentales se podrían comparar con la sociedad renacentista con toques medievales (muy original la introducción de las armas de fuego, algo poco común en la literatura fantástica épica), mientras que los invasores orientales merduk parecen los turcos selyúcidas que atacaron Constantinopla. Esta relación también se puede advertir en algunos personajes: el comandante John Mogen bien podría ser Ricardo Corazón de León, y Shahr Baraz, el líder merduk, tiene aires de Saladino; o en las situaciones: la expedición se puede equiparar fácilmente al viaje de Colón (aunque los motivos no tengan nada que ver), y las batallas entre orientales y occidentales contienen elementos de las Cruzadas. Todos estos aspectos, que resultan al lector tan familiares, consiguen que la trama llegue más fácilmente a nuestra cabeza, elimina esa sensación abrumadora de otras novelas fantásticas tan cargadas y consigue que los cambios de escena de cada capítulo no resulten molestos.
Los personajes ayudan mucho al buen desarrollo de la trama. Cada uno de ellos tiene un carácter muy bien definido, no esconden lo que les mueve y se comportan de acuerdo a su naturaleza. Tienen carisma y es sencillo recordarlos. Además, Kearney ha creado relaciones muy interesantes entre personajes que chocan por su modo opuesto de ver las cosas: Murad, el noble al mando de la expedición, y Hawkwood; Abeleyn IV y el prelado; Bardolin y Griella...
En definitiva, El viaje de Hawkwood es una lectura agradable, una novela de literatura fantástica novedosa, original, realista y que huye de los tópicos (casi siempre). Ha sabido utilizar bien como base nuestra Historia para crear algo diferente pero reconocible, donde el lector encontrará acción épica, aventuras al más puro estilo clásico, politiqueos cortesanos y los necesarios romances.
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