Two Lovers

Imagen de Virgen Suicida versus Kaplan

Kaplan y virgensuicida se posicionan sobre esta película romántica

 

De otra época -a favor-

por Kaplan

Para no ser menos que el resto de artículos que hablan de James Gray, comencemos por lo evidente: es un director al margen de las corrientes estilísticas actuales, deudor confeso del thriller urbano de los setenta, de Scorsese, Coppola, Penn, Schrader, Friedkin, Cimino, Frankenheimer, Lumet. Sus películas son incluso más respetuosas con esta forma de hacer cine que las últimas obras de dichos realizadores. Si La noche es nuestra se hubiese rodado hace treinta años estaríamos hablando de un clásico rotundo que posee un puñado de las mejores escenas que ha dado el género, pero no es así. Las películas de Gray languidecen en la cartelera a las pocas semanas de su estreno o, como en el caso de Two lovers, llegan a nuestro país con años de retraso.

En esta última obra, Gray ha abandonado sus tan queridos ambientes criminales para centrarse en un marginal y, por lo demás, canónico triángulo amoroso. Marginal porque el personaje principal, interpretado por un tremendo Joaquin Phoenix, es un bipolar depresivo que trabaja en la tintorería de su padre y cuya vía de escape es la fotografía en blanco y negro. Despechado por un fracaso sentimental, se empeña en buscar su tabla de salvación en una vecina tan rica como atolondrada que no le corresponde, sin darse cuenta de que dicha salvación se la ofrece la hija de unos amigos de la familia, que le quiere de forma sincera y desinteresada. Es difícil, pues, que el espectador se identifique con alguno de ellos. Marginal, sí, pero también canónica, ya que, por mucho que sus personajes estén más o menos zumbados y el ambiente en el que se desenvuelve el protagonista sea más o menos opresivo, la historia que se cuenta la hemos visto ya cientos de veces en la ficción y la realidad. Nos creemos tan excepcionales e importantes como esos tres personajes, pero no nos damos cuenta de que, por lo general, nuestros deseos quiméricos y nuestras profundas desdichas no tan únicos ni tan graves.

¿Qué es lo que hace, pues, especial a esta Two lovers? El estilo. El estilo de Gray al rodar lo determina todo, es el desencadenante de que la ciudad y la casa en la que vive Phoenix resulten tan desazonadoras, la contención interpretativa que impone a todos los actores provoca que las escenas apenas necesiten diálogos, ya que los gestos y las miradas lo dicen todo con una sensibilidad y una claridad inusitadas en el cine actual, tan acostumbrado al subrayado grueso for dummies. Aunque no nos identifiquemos con él, sentimos la soledad del protagonista, su inadaptación, sus deseos infantiles, así como la pobreza interior de la vecina deseada y la ternura no correspondida de la otra chica. Gray nos habla del juego del amor, sus luces y, sobre todo, sus oscuridades, y lo hace por medio del más difícil todavía, acercándonos a un personaje del que sólo querríamos alejarnos, logrando una película pequeña sólo en apariencia, que habla de la soledad y el amor como único remedio. El espectador ha conocido en sus propias carnes de lo que habla la película, ha visto mil veces esa misma historia, pero ojalá se la hubieran contado más a menudo con tanta sinceridad y elegancia. El estilo, en resumen. Algo tan de otra época...

Two Lovers -en contra-

Por Virgen Suicida

Lo mejor que puede decirse de esta película es que está bien hecha, lo cual puede ser mucho o nada, según se mire. Su fallo principal, que debilita el conjunto y, finalmente, lo hunde, es que su director es muy consciente de que intenta hacer una película profunda, bella, independiente, con mensaje… cuando, en realidad, no tiene ni idea de qué mensaje es ése. Efectivamente, el film se deja ver –al menos, al principio- porque sus imágenes son bonitas y el modo en que están encadenadas (y perdonad que lo exprese de forma tan simple, pero es que no deja de ser algo simple) es más que aceptable. Pero, a la hora de valorar una película, considero que no basta con decir que es visualmente meritoria, porque entonces es una mera cáscara vacía condenada a pasar al olvido.

Diría que las interpretaciones son interesantes si no tuviera la constante sensación de que los personajes son clichés. ¿Acaso se puede empatizar con un Joaquin Phoenix infantil, egoísta y cobarde, pendiente únicamente de sus propias taras y debilidades? El protagonista, cuyas tribulaciones quiere el director que nos importen, no despierta ninguna simpatía... ni antipatía. ¿Qué pretende el autor? ¿Qué sintamos desprecio/indiferencia por todos y cada uno de sus personajes? ¿A quién le resulta creíble que el protago-autista despierte esas pasiones irrefrenables en dos bellezones como Gwyneth Paltrow y Vinessa Shaw?

La primera escena de cama de la película tiene un pase… si apelamos a las convenciones del género. Pero el coito en la azotea es de lo peor que he visto nunca en el cine, por pretencioso, por postizo, por cutre y por increíble. Escenas como ésta en el cine “serio” provocan traumas en la población masculina, que vive engañada con la idea de que cosas así, no sólo son posibles, sino además satisfactorias para ambas partes (últimamente insisto mucho en este tema, pero es que tiene tela; como se trata de una realidad femenina, poco importa que se falsee a todas horas).

La Paltrow –un flagrante error de casting- hace de niña bien rebelde, despreocupada y pseudo-indie-objeto de deseo, que ni convence, ni cae tampoco bien ni mal, y cuyo clímax interpretativo es un remedo sin sal de una escena de El apartamento mezclada con Cosas que diría con sólo mirarla. Shaw, por su parte, carga con hacer de mujer-buena, frente al cliché de mujer-zorra. Como mujer-buena que es, traga con todo, no le gusta la ópera, no distingue el buen cine, y es de lo más familiar e ingenua. Por supuesto, Phoenix pasa bastante de ella, aunque en la primera cita tengan un encamamiento de lo más tórrido (en serio, ¿a quién le pasan estas cosas?), por una tipa que, a su vez, parece enamoradísima de un tipo calvo y pedante que también pasa bastante de ella. Todo lo que va ocurriendo se ve venir, termina por no interesar y, además, deja mal sabor de boca. Por lo menos, una comedieta de tres al cuarto de Kate Hudson te deja de buen humor. Y es igual de profunda. Una pena.

 

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Patapalo
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Pues no he visto la película, así que no puedo pronunciarme, pero el artículo me ha resultado muy entretenido. A ver si os leemos más "versus". Me apunto ver La noche es nuestra. En su día no me dio muy buena espina, pero por lo que dice Kaplan puede estar bien darle una oportunidad.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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