Rol, asignatura obligatoria

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Después de tantos años a la defensiva, creo que es mejor dejar las cosas claras: en vez de demonizar los juegos de rol, deberían incluirlos en el programa educativo de la enseñanza obligatoria.

No, no me he bebido el juicio ni estoy de cachondeo -aunque dudo mucho que casi nadie se tome el artículo en serio-. Es una idea que me ha rondado la cabeza desde hace mucho tiempo y que no considero en absoluto descabellada. Es algo que he ido gestando como consecuencia de mis propias experiencias como alumno y rolero y contrastado en el plano teórico y lógico. Es algo que, al final, resulta totalmente obvio: los juegos de rol deberían formar parte del programa educativo de nuestras escuelas. Si lo hicieran, otro gallo cantaría.

 

No voy a salir con la pata banco de que los roleros somos más listos, más altos y mejores estudiantes, que eso no son más que estadísticas y, además, de todo hay en la viña del señor. No, voy a intentar exponer unos puntos básicos que creo que justifican el considerar el proyecto desde un punto de vista serio. Son puntos que, en principio, creo que interesan a los pedagogos. Al menos, en la bibliografía del Curso de Adaptación Pedagógica que empecé a cursar estaban presentes.

 

En primer lugar, está el fomento de la lectura. A los niños les gustan las aventuras y los libros participativos. El éxito de las colecciones de “Elige tu propia aventura” así lo prueba. Los juegos de rol, además del inexplicable fenómeno de conseguir que algunos niños se lean manuales de 300 páginas de una complejidad nada desdeñable, tienen la virtud de incitar a los jugadores a leer: a descubrir los autores en los que se basan sus juegos (Tolkien, Moorcock, Lovecraft, Pérez-Reverte, etc.), a buscar nuevas ideas para sus aventuras, a revivir la experiencia aventurera en otros textos, etc. Es algo sobre lo que me quedan pocas dudas, pues alguno de mis primos empezó a leer (y a escribir) jugando al Señor de los Anillos.

 

En segundo lugar, de cajón de madera de árbol, está el desarrollo de las aptitudes de comunicación. Cuando yo era pequeño, nos montaron un minicurso de teatro en el que me apuntaron mis padres por ser tímido -buena razón llevaban- y estuvo muy entretenido porque el profesor lo dirigía de un modo muy abierto. Más abierto aún lo llevábamos nosotros con nuestras partidas de “juegos de imaginación” (rol sin dados ni manual, vaya, que el ingenio es lo que tiene) en el patio de recreo, algo que sin duda nos ayudó a desarrollar una buena capacidad de expresión oral, y a adquirir vocabulario -a veces de forma rocambolesca-. En ocasiones me pregunto qué pasaría en los cursos de idioma si, en vez de obligarte a contarle tu vida al vecino de pupitre -qué práctica más aberrante e ineficaz- te dieran un hilo común sobre el que ir desarrollando una historia. El juego de cartas “Érase una vez...” me inclina a imaginar ciertos resultados positivos y esperanzadores.

 

En tercer lugar, está el desarrollo matemático, sobre todo en determinados juegos. La estadística es un juego de niños para el que ha crecido entre dados, algo totalmente intuitivo, y sumar y restar algo trivial. Si intentas que un niño te haga 100 sumas y restas una tarde de verano en crudo, lo llevas claro, pero te calculará encantado de la vida la misma cifra de heridas a orcos y héroes sin darle la mayor importancia (sobre todo si son 90 heridas a orcos y 10 a héroes) si le das el marco adecuado. De nuevo, el telón de fondo puede conseguir que se haga una tarea árdua (hablar en público, leer, sumar) sin ningún problema.

 

La capacidad de redacción es otra cosa que se puede mejorar paralelamente. Me apuesto la mano izquierda a que he cogido mucha más soltura escribiendo gracias a los trasfondos de los personajes y las aventuras que he preparado para mis compañeros que con todas las redacciones de “qué has hecho este verano” con las que me han torturado desde que tengo uso de razón. Hummm, qué apasionante, ¡qué he hecho este verano! Seguro que la profesora disfruta tanto leyéndolo como yo escribiéndolo o viendo puntuado un trabajo tan creativo... He visto a gente que sólo cogía el boli para rellenar quinielas volcándose alegremente en escribir unas líneas sobre su personaje y su caballo (sic), e incluso dibujando.

 

Finalmente, la creatividad y el desarrollo lógico. Jugar una partida de rol implica un desafío intelectual y táctico, el cual se supera, si el director de juego tiene dos dedos de frente, con la lógica y el ingenio. Cuando te ves rodeados por los malos en una taberna, desarrollas la visión espacial rápidamente, y cuando te encierran en una mazmorra, te vuelves más ingenioso que McGiver. Todos hemos pensado en algún momento, mientras veíamos una película o leíamos un libros, que hubiéramos elegido un camino mejor que el del protagonista. Los juegos de rol te obligan a verbalizarlo y a dar cuerpo a ese criterio de decisión que tan importante es en la vida. En definitiva, te empujan a tomar decisiones y a llevar la iniciativa en un entorno controlado.

 

Además, al mismo tiempo se desarrollan muchos aspectos del trabajo en equipo y de la convivencia en sociedad francamente interesantes: al Dj se le veta cuando sus razonamientos no convencen al conjunto de los jugadores (qué mejor ejemplo de democracia), a los tramposos no se les suele tolerar (uno de moral), se aprende a asumir los errores (autocontrol) y a buscar alternativas (pensamiento positivo y paralelo), se entiende el concepto de lealtad en un espectro más amplio (de nuevo valores morales), etc.

 

En definitiva, los juegos de rol dan un marco muy atractivo para los niños y los jóvenes en los que desarrollar un conjunto de competencias y donde expresar una serie de inquietudes que resultan muy interesantes para su desarrollo. Indirectamente, fomentan la mejora de las habilidades de comunicación, de las disciplinas lógicas y de la capacidad lingüística, así como de los aspectos creativos del individuo. Y todo a través de la diversión y sin complicados y carísimos ordenadores de por medio.

 

Por supuesto, dentro de los distintos juegos hay algunos más indicados que otros, y algunos introducen elementos adicionales interesantes de por sí (como la ambientación histórica del Piratas!! o el marco cultural e histórico propio del Aquelarre), por lo que, igualmente, unos serán más pedagógicos que otros, y más o menos indicados para según qué edades. Asimismo, está claro que no porque sea una buena actividad cultural se debe ver de un modo unívoco y exclusivo, del mismo modo que centrar la educación de un niño únicamente en leer y memorizar se demostró insuficiente en su momento. Creo que, sin dejar de lado actividades complementarias, los juegos de rol pueden ser un elemento educativo muy interesante y de un gran potencial.

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Samurai Benji
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Apoyo totalmente tu opinión. Hace un tiempo leí un artículo similar del Ministerio de Cultura que también fomentaba los juegos de rol y los defendía, vinculando sus aportaciones positivas al campo de la educación. Me lo ha recordado, ambos son muy interesantes.

La única laguna que veo es que si realmente hubiese una asignatura obligatoria, habría profesores buenos y profesores menos buenos(tal y cómo ahora). Y hacerlo asignatura obligatoria sería un error, pues todo lo que es obligado, finalmente acaba creando una sensación de rechazo. Si algo no te gusta, no tienes porqué ser obligado a practicarlo-aunque también he de decir, que si no lo pruebas no puedes tener conocimiento justo de si te gusta o no realmente- sería más apropiado introducirlo como una asignatura optativa, algo así como Desarrollo de la Imaginación, o como Interacción Social y Desarrollo Cognitivo...que bueno, que si es por hacer castillos en el aire, a mi también me gustaría imaginarme el hipotético caso de que esto alguna vez fuese posible.

- Los libros antiguos son los libros de la juventud del mundo, y los nuevos son el fruto de su tiempo. -

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Telcar
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Interesante artículo, pero bueno, al margen de los argumentos a favor, no veo el rol como asignatura, ni como alternativa educativa ni nada similar.

Tan solo lo concibo como una opción lúdica apta para cierto tipo de personas, básicamente aquellas imaginativas, mínimamente cultas, aficionadas a un cierto grado de interpretación o inmersión...pero a ser posible con los pies en la tierra.

Si se les inculca a los chavales desde demasiado jovenzuelos, el gusto por mundos imaginarios o simple ficción, me temo que va a salir un número elevado de chavales que se van a sentir endémicamente decepcionados con el perro mundo real. Sufrirán y se verán abocados a una cierta exclusión social por causa de una mayoría menos sensible y más vociferante.

Quizá en tercer párrafo dejo caer un poquillo de mala baba hacia la naturaleza humana, pero así lo veo yo, jugador de rol MUY aficionado desde hace como veinte años al menos. 

En serio, a mí siempre me ha costado el doble (o quíntuple) el volver a la rutina diaria, después de una gran sesión de rol. El mundo se ve gris tirando a negro tras las fascinantes intrigas o épicas batallas que solo suceden en la imaginación de un puñado.

"Nunca tantos, debieron tanto absolutamente a nadie"

Ser Huinston Chungchil

 

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Destripacuentos
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Muchas gracias por los comentarios. Muy interesantes ambos dos, y ambos encierran mucha razón. Gracias por compartirlos.

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