...una vez en una aldea cualquiera, de aquellas de antaño, desposeídas de electricidad y de agua caliente; más auténtica si era, además, una de esas construidas en plena sierra, bajo el abrigo de un bosque al que se lo tragó el paso de los siglos, dejando en su lugar una calva: solar infernal en verano y quebradiza corteza helada bajo los vientos invernales.