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Democratia
La democracia, en su etimología nos dice que se trata de un sistema de organización social en el cual los ciudadanos de una nación son los que administran el poder (demos, “pueblo” y cratia, “gobierno”). Este modelo de sociedad fue puesto a prueba desde la Edad Antigua por naciones como Atenas, Corinto y Argos, y en la actualidad es practicado por casi todos los países del mundo. Según ciertos ideólogos, la democracia ni siquiera debería ser considerada un modelo, sino el sentimiento inequívoco del hombre por alcanzar la perfección política tanto en la organización social como en la organización gubernamental. La democracia ha representado un éxito para las mayorías comunitarias, si recordamos que antes del siglo XIX y salvo pocas excepciones, la mayoría de las naciones eran gobernadas por minorías selectas que justificaban su dominio con un sentimiento aristocrático o divino, cuya posición les confería derechos excepcionales que emanaban de viejos nacionalismos ancestrales o, como en el caso de los estados teocráticos, directamente de los dioses.
Así pues, en la actual sociedad occidental -y muchas culturas orientales -la democracia es la joya engarzada en la corona del individualismo y el liberalismo. Corro mucho peligro al hablar de esto, pues la democracia es un tesoro mucho más preciado que nuestras madres, nuestro territorio nacional o nuestros propios hijos. Los atenienses, por ejemplo, en la antigüedad decidieron perder sus tierras y sus hogares antes que perder su propia libertad, dejando a Atenas a merced del saqueo de los persas y marchándose a una isla desde donde dirigirían su ataque contra el invasor.
De igual manera los norteamericanos, hoy en día, promueven la democracia como un valor esencial tanto para ellos mismos como para el resto del mundo, llevando desde hace más de un siglo una cruzada particular contra todas las naciones que no sean democráticas y abriéndolas, si es necesario, a punta de bayoneta. La Doctrina Monroe fue durante mucho tiempo el estandarte más grande y emblemático que pudieron tener los demócratas jamás, tanto que si los antiguos demócratas griegos y romanos alzaran la cabeza desde sus tumbas, se enorgullecerían enormemente de lo que sus ideologías producirían en este planeta dos milenios después.
Individualismo y manipulación
En el siglo V a. de C., el mundo vivió una revolución cultural inmensa entre las naciones que antiguamente correspondían a Grecia y Persia. Los estados jonios, vasallos del Imperio Aqueménida, tomaron las armas y se aliaron con los griegos -con quienes compartían lazos étnicos mas nunca antes lazos políticos -para conquistar diferentes emplazamientos clave para el imperio asíatico. Uno de estos emplazamientos era la antigua Bizancio.
Con la captura de Bizancio, los griegos vieron abiertas nuevas rutas de comercio y nuevos enclaves sobre los cuales tender su influencia. Los más beneficiados, primeramente, fueron los atenienses, que por entonces vivían un proceso de cambio social gracias a la escuela fundada por los primeros sofistas, quienes promovían entre las comunidades una nueva forma de pensamiento acerca de la sociedad, la economía y la política. En lo social, estas ideas promovían una participación directa del individuo como ente materialista e individual, equiparando a todos los hombres sin importar su condición de nacimiento y tomando en cuenta únicamente el mérito conseguido en la vida. En lo económico, abogaban por la propiedad privada y el poder adquisitivo como principales influencias en las diferentes industrias. Y en lo político, los sofistas cultivaban la idea de la igualdad de derecho y un sistema de gobierno que permitiera la inclusión de todas las opiniones de los ciudadanos. Era el principio de un primitivo liberalismo.
Este liberalismo recién nacido encontró cobijo en una familia muy influyente de Atenas: los Alcmeónidas, quienes pretendían pertenecer a una rama tribal autóctona de Atenas que podía remontar su árbol genealógico hasta Neleo, el hijo mítico de Poseidón. Los Alcmeónidas fueron expulsados cuando Pisístrato, tirano de Atenas, se hizo con el poder y no retornarían hasta que los tiranos fueran derrocados y expulsados en el 510 a. de C.
A su regreso al Ática, los Alcmeónidas pronto se hicieron con el control de los principales departamentos productivos y políticos. Influyeron enormemente en la cultura promoviendo la causa liberal de Sócrates, que por entonces comenzaba a brillar como un reformador del sofismo materialista tradicional convirtiéndolo en un sofismo individualista, origen de lo que conocemos actualmente como Filosofía Occidental. Este fue el origen del materialismo que en el siglo XVIII culminaría con el derrumbe del idealismo filosófico y la instauración de los estados materialistas y las revoluciones socialistas del XIX. Claro que en ese entonces el materialismo burdo y utópico de Sócrates aún no tenía la forma dogmática que habría de adquirir dos mil años después.
En pleno siglo IV a. de C. la filosofía socrática fue tomada como un conjunto de ideas descabelladas por los despóticos y los oligárquicos, pero el pueblo razo, ciudadanos con el simple derecho de tener tierras, comerciantes con derechos de propiedad y aristócratas caídos en desgracia (todo varón libre), alimentaron con creces la idea de un estado gobernado por las mayorías políticas y no por las élites aristocráticas, que era una de las promociones enarboladas por el individualismo socrático que concluía, como su máxima expresión, en la democracia.
La democracia, primitivamente era considerada como una forma de gobierno en la que el individuo se representaba políticamente a sí mismo y utilizaba su voto para apoyar diferentes causas en su núcleo social, además de tener derecho a ocupar puestos funcionarios en la polis y misiones especiales. Tenía ciertas ventajas, como los ideales utópicos de los sofistas de igualdad de condiciones y libertad -al decir utópicos me refiero a perteneciente a los utopistas -pero uno de los problemas que rápidamente afectaron a este sistema fue la parcialidad, la polarización y la degeneración en la Democracia Representativa. Puede sonar curioso que el principal responsable de la imposición de la democracia en el pueblo ateniense haya sido una de las principales familias aristócratas, pero cobra sentido al pensar en las ventajas que traería a las élites atenienses un sistema en que el pueblo pudiese elegir quién debía llevar a cabo ciertas tareas del gobierno.
Aún cuando el pueblo podía representarse a sí mismo, las aristocracias, ya fueran prodemócratas o antidemócratas, seguían siendo las que tenían un peso político verdadero. En 459 a. de C. surgió Pericles, un político y militar ateniense -tal vez el héroe más grande que tienen los actuales atenienses -que desarrolló una técnica oratoria y una visión adelantada a su tiempo sobre la manipulación de las masas. Los aristocráticos, considerados perseguidores de ideales y partidarios del orden establecido, se convirtieron en enemigos acérrimos de este demócrata, pues pensaban que sus medidas encaminadas al imperialismo ocasionarían un encuentro bélico contra Esparta, la mayor potencia militar de la región.
La causa de tantas inestabilidades fue siempre la exclusividad de beneficios del comercio con las naciones del Helesponto, Jonia y Magna Grecia, asunto que pondría en serios apuros a una potencia centralista como Esparta, que dependía de la conquista y el vasallaje para que su sociedad se dedicara exclusivamente a la guerra. Pericles, como digno representante de los Alcmeónidas, fijó las bases para que Atenas fuera la nación heguemónica de toda Grecia: se apoderó de las enormes riquezas de los oráculos (centros religiosos que recibían grandes cantidades de oro y plata de los estados vecinos) de Delfos y Delos, estableció un sistema mercantil con rutas marítimas, concedió enormes privilegios a los participantes del mercado y para proteger dichas rutas reforzó las defensas de Atenas e incrementó el poderió marítimo. Esto, para Esparta, significaba un claro desafío hacia su influencia en la zona.
Dentro del conflicto armado, la democracia se mostró pronto como una gran ayuda política, ya que los Alcmeónidas vetaron y condenaron al ostracismo a la mayoría de aquellos aristócratas y antidemócratas que representaban algún peligro contra sus intereses tanto en la guerra como en el comercio por medio del voto popular. Surgieron, de entre la poderosa familia, numerosos oradores populistas como Alcibíades y Cleón, capaces de manipular a las masas por medio del discurso, sin importar qué tan descabellada fuera la propuesta formulada en la asamblea (ekklesia). Es muy cierto que Atenas alcanzó un desarrollo sin igual durante la gestión de Pericles, pero el resto de los estados aliados fueron víctima de las ingerencias características de una expansión imperialista. Algunas ciudades, como Córcira y Potidea tuvieron que incrementar sus tributos a la Liga de Delos (liderada por los atenienses), y otras como Epidemnos y Lámpsaco fueron obligadas a derribar sus murallas marítimas y aceptar guarniciones atenienses. Incluso, después de los discursos de Alcibíades, Atenas votó a favor en mayoría para una expedición encaminada a conquistar Sicilia. Así estuvo marcado el nacimiento de la democracia, como el instrumento de manipulación más efectivo de la Edad Antigua, que permitía a los individuos deshacerse de su condición impuesta y ganar un derecho a elegir quién le gobernaría, aún cuando este derecho fuera ejercido por medio de presión populista y técnicas propagandísticas que actualmente adjudicamos a la Psicología de las masas.
Libertad y explotación
Los sistemas democráticos -dicen sus defensores -son inherentes en el hombre y en toda sociedad que ha alcanzado cierta madurez política. Prueba de ello son los casos aislados de democracias que han existido fuera de la influencia grecorromana, como la Confederación Iroquesa (Haudenosaunee) y la República de Tlaxcala (Tlaxcallan), por citar algunos ejemplos. En estos dos casos sucedió que numerosas tribus con algún interés en común buscaron la alianza con el vecino en vez de hacer la guerra, para poder enfrentarse a un mal mayor. Ambas naciones se regían por el principio de que todo ciudadano de derechos podía votar o hacerse votar para ostentar cargos públicos; si bien la realidad era que las castas o familias más poderosas, más arraigadas o más numerosas ejercían una influencia mayor sobre las minoritarias, y se valían de dicha situación para manipular elecciones que dieran resultados favorables en vías de sus intereses. La democracia ha estado, a través de la historia, estrechamente ligada a los conflictos bélicos, ya sea para evitarlos o para enfrentarlos.
Los prodemócratas a menudo argumentan que desde que comenzaron a existir las sociedades tribales comenzó a haber democracia, mencionando la Regla de la mayoría como una manifestación de ello. No estoy de acuerdo con tal afirmación. Si bien sí se aplicaba un sistema de gestión social basado en las votaciones dentro de las primeras pequeñas ciudades asiáticas y africanas, dichas congregaciones una vez que crecían tendían a monarquizarse -adoptar una monarquía -. Véase a Herodoto, por ejemplo, que al hablarnos de los babilonios nos cuenta cómo las diferentes naciones medas, al ver que los problemas comunitarios se salían de control, decidieron elegir como árbitro a Deioces de Media. Y junto con este ejemplo tenemos a toda una constelación de naciones que, después de haber experimentado sistemas sociales similares a una democracia, se convirtieron en oligárquicos (Imperio Cartaginés, República Romana, República de Venecia), monárquicos (Sarracenos, Franceses, Suiza) y despóticos (Siracusa, Chipre).
El problema más desfavorable que padece la democracia es que en su forma radical (democracia directa) se forman baches sociales que son difíciles de subsanar por medio de acciones civiles, pues los aparatos legales para gestionar las elecciones, referendum y plebiscitos deben ser monstruosos para llevar a cabo una labor productiva, y los métodos suelen ser largos y costosos para la sociedad. En cambio, cuando se trata de corregir este problema mediante la representación (democracia representativa), se forman claros bandos de interés que compiten por la preeminencia en el poder para obtener privilegios y ganancias, y esto se logra mediante la polarización y la alienación de la sociedad: alimentando la ignorancia general, disminuyendo la calidad de vida, poniendo a sectores de la sociedad contra otros sectores de la misma, etc.
Aunque suene parcial, Estados Unidos es uno de los poquísimos países -y el mejor ejemplo -en que la Democracia Representativa ha dado frutos verdaderos; una nación en que los intereses de ambos partidos en un sistema bipartidista son exactamente los mismos -aunque se han diferenciado bastante en los últimos años -. Sin embargo los Estados Unidos son el resultado directo de una cultura comercial brutal que se ha desarrollado sin freno durante 200 años. Esto no ha producido polarización interna dentro de sus comunidades -en parte por el gran desarrollo de su Estado del Bienestar -, pero sí la ha producido en gran parte de las comunidades de sus socios comerciales. En México, por ejemplo, durante más de 50 años se tuvo un sistema democrático -algunos dirán que solo fue un supuesto, pero trato de ser imparcial -unipartidista, y sin embargo la política de Estados Unidos para con el socialismo sumió al país en una crisis ideológica que desataría muchos enfrentamientos con obreros, estudiantes y campesinos. En otras palabras, los intereses externos de la nación vecina provocaba polarización en la nuestra.
Así mismo, en todo el transcurso de la historia se tienen ejemplos más que suficientes de cómo, naciones imperialistas con procesos democráticos, forzaban a otros países monárquicos, oligárquicos, despóticos o con sistemas democráticos que no comulgaran con sus intereses, a renunciar a sus estructuras sociales para abrazar la práctica democrática y, por medio de la polarización (el famoso divide y vencerás de Julio César) crear facciones que velen por ellos. Mucho se ha hablado sobre la democracia, argumentando que es un derecho inalienable, un valor humano, una garantía ciudadana y una necesidad del individuo. Pero lo único seguro es que, durante toda la historia, la democracia solo ha demostrado ser un objeto bastante útil para algunos sectores sociales ya fueran locales o globales, a veces dando resultados muy buenos, pero en ocasiones resultados nefastos.
Fuentes
Herodoto, Los Nueve Libros de la Historia; Tomos I – IV.
Tucídices, Historia de las Guerras del Peloponeso; Discurso fúnebre.
Norberto Bobbio, Liberalismo y Democracia.
Giovanni Sartori, ¿Qué es la democracia?.