La espada salvaje de Conan: La legión de los muertos
Reseña del tomo décimo tercero de la reedición de Planeta DeAgostini
Seguimos con un volumen de sabor 100% Howard. Roy Thomas sigue tirando de material original cuando puede para sus guiones y se las apaña con acierto para cubrir los huecos con las historias de los seguidores de Howard y, sobre todo, con el buen pulso que ha cogido a la Era Hiboria.
Arrancamos con Hijos del Lobo Blanco, en el que ahondamos en el ciclo de Conan como caudillo de los kozaks. Se trata de una historia bastante larga en la que seguimos las peripecias por el desierto del cimerio cuando parte en busca de venganza. La trama implica a un grupo de desertores hirkanios que, tras traicionar a su amo turanio, deciden revivir antiguos cultos y fundar su propio reino. A pesar de este preparo, el elemento (inevitable) sobrenatural no viene de su parte, sino de los propios escenarios agrestes en los que se meten. Y, de hecho, es más bien accesorio.
El peso principal de la historia reposa en la guerra en el desierto. Persecuciones, rescates, asedios, trifulcas entre clanes... El guión de Roy Thomas lo tiene todo y Sal Buscema y Rudy Nebres lo plasman a la perfección. Sin grandes giros argumentales pero con mucho cuidado en los detalles, se trata de una historia magnífica dentro del género.
A continuación, El camino de las águilas emprende senderos más escarpados. La ambientación es similar (seguimos en la órbita de Turán), pero el enfoque es más de espada y brujería. En esta adaptación del relato de Robert E. Howard completado por L. Sprague de Camp tenemos conjuras palaciegas como excusa para llevarnos a un escenario de ciudades olvidadas, fortalezas ancladas en picachos inaccesibles y viejas maldiciones listas para ser despertadas con un escalofrío de terror preternatural.
La mayor parte de los elementos son accesorios en la trama, pero aportan mucho al universo de la Era Hiboria: las luchas por el trono de Turán, las civilizaciones olvidadas, los piratas del Vilayet, las tribus salvajes... y entre todos ellos, Conan, ese personaje mágico capaz de codearse con monarcas y canallas con la misma facilidad. Un magnífico trabajo narrativo que no hace ni una concesión al ritmo: todo es acción. John Buscema y Tony de Zúñiga hacen un formidable trabajo y no pierden pie en ningún momento.
Y como cierre, La legión de los muertos, quizás el relato de menos peso pero que, curiosamente, da nombre al volumen. Se trata de una historia de L. Sprague de Camp y Lin Carter que busca dar respuesta a un hecho de la vida de Conan: que fue esclavo de los hiperbóreos en un momento de su juventud. Así, nos presentan una historia en los páramos helados del norte que termina, cómo no, con la captura del héroe.
La historieta no aporta gran cosa en cuanto a trasfondo (se limita a presentar un motivo plausible de su captura) ni tampoco en cuanto a elementos (es bastante canónica), pero se disfruta tanto por lo bien retratado que está el cimerio, joven, precipitado pero valiente y capaz como el que más, y por el trabajo gráfico realizado por Sal Buscema y Tony de Zúñiga.
Así, en conjunto, queda un volumen muy recomendable que consolida el buen desarrollo de la colección.
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