El viajero
La noche del 28 de Noviembre de 2005 el famoso escritor y experto ocultista Edward Moore permanecía en la biblioteca de su casa al calor de una antigua chimenea de piedra e inmerso en la lectura de un rarísimo libro de abrumadora antigüedad. Nada hacía indicar que esa noche recibiría la visita de un extraño individuo.
Es cierto que Edward poseía abundancia económica y material; y había alcanzado el éxito profesional con sus novelas de fantasía y ciencia ficción hacia bastante tiempo; pero eso parecía no ser suficiente para él. Había algo que le preocupaba, algo no cuadraba en su visión del mundo. Se sentía asfixiado en ocasiones y desde hacía algún tiempo oprimido por la cotidianidad y el inmenso vacío que le provocaba su vida diaria. Sus intereses habían cambiado. Las cosas que antes le ilusionaban, la fama y el éxito entre otras, ahora parecían no tener ningún sentido para él. Siempre tuvo la extraña sensación de que no pertenecía a esta edad del mundo, que de alguna manera había nacido en una época de la que no formaba parte, por esa razón, desde hacía unos años, se había interesado por el estudio de ciertas artes oscuras y prohibidas.
En sus ratos libres frecuentaba ocultas bibliotecas en estrechos callejones de su ciudad que eran invisibles para la mayoría. Se sumergía en la lectura de libros de enigmática procedencia y se pasaba largo tiempo recopilando antiguos objetos de imposible datación y procedentes de los lugares más recónditos del planeta. Su objetivo, aquello que anhelaba con más intensidad que cualquier otra cosa, consistía en encontrar una forma de romper las sólidas cadenas del tiempo y el espacio que tan fuertemente atadas parecían encontrarse y le mantenían atrapado. Algo en su interior le decía que de alguna manera aquello era posible; aunque sabía que se encontraba aún muy lejos de poder lograrlo.
Cuando sonó el timbre, el antiguo reloj de pie de la biblioteca marcaba exactamente las 23:45. No esperaba la visita de nadie. Hacía tiempo que se había apartado de la vida social, y se había vuelto algo huraño y reservado. Aun así, algo le decía que debía abrir la puerta, y así hizo. En ese momento apareció ante él la figura de un anciano arrugado y decrépito de rostro cerúleo y ataviado con una extraña indumentaria cuyo tejido de un color negro azulado no había visto jamás. Llevaba puesta una atípica boina negra, de la cual sobresalía una fina y descuidada melena blanca. En sus manos asía un extraño paquete.
En ese momento Edward tuvo una rara sensación, una sensación de que en aquel cuadro fallaba algo.
—Es usted el señor Moore, ¿no es cierto? —dijo lentamente con voz ronca, pesada y profunda, haciendo vibrar un poco la cuasi física tensión de aquel ambiente nocturno, frío y silencioso.
Edward asintió con la cabeza, estaba abrumado ante la atmósfera que provocaba la presencia de aquel individuo. Había una especie de distorsión en el entorno. Un extraño cúmulo de sensaciones daban a entender que aquello que estaba ocurriendo no podía estar ocurriendo o no debía estar ocurriendo. Era una sensación difícil de explicar con el limitado lenguaje de las palabras.
El extraño visitante acercó lentamente el paquete para que Edward lo cogiera.
Por un momento observó el interior de la casa, auscultando con su singular mirada y mostrando en su cara un atisbo de lo que podría ser una sonrisa. Luego volvió a fijar su atención en Edward.
—Bien —dijo haciendo un breve gesto de despedida— Ahora debo irme.
Y en cuestión de segundos ante la mirada atónita de Edward aquel misterioso anciano se perdió en la oscuridad de la noche sin dejar rastro alguno.
Sin articular palabra Edward cerró la puerta y colocó con sumo cuidado aquella misteriosa caja encima de la mesa de la biblioteca. La observó durante unos segundos.
El paquete tenía la forma de una caja de zapatos; aunque un poco más grande e iba envuelto en una especie de pergamino. Le quitó el envoltorio lentamente, con sumo cuidado y sacó lo que contenía. Ante él se mostraba imponente un enorme y pesado libro de apariencia muy antigua. Su particular arcaísmo hacía pensar que se trataba de un ejemplar del siglo VIII tal vez IX; pero algo en la calidad de las últimas páginas indicaban que habían sido añadidas en una época más actual. Parecía un compendio elaborado a lo largo del tiempo por diferentes eruditos en extrañas artes y mancias en el que cada uno de ellos había aportado su más sublime y oscura sabiduría. La portada estaba adornada con extraños dibujos y raros e incomprensibles caracteres que de alguna extraña manera o fruto de algún oscuro conocimiento Edward comprendía. Comenzó a ojearlo con sumo cuidado. En ese momento el fuego de la chimenea se movió un poco más enérgicamente de lo habitual formando extrañas combinaciones de luces y sombras que se reflejaban sobre los demás libros de su biblioteca y sobre los antiguos objetos procedentes de recónditos lugares que había en los estantes. Continuó con la lectura de aquellos caracteres que solo él parecía comprender. Cada renglón insinuaba conocimientos absolutamente imposibles con los que Edward había solamente soñado desde que era pequeño y había deseado poseer. Al cabo de un rato de estar sumido en una enorme concentración, apartó la mirada del libro que dejo abierto por una de las amarillentas páginas. Permaneció un momento quieto como realizando algunas operaciones mentales. Juntó ambas manos y realizó unos extraños movimientos con los dedos y seguidamente pronunció unas palabras en un lenguaje incomprensible.
Estaba asustado de lo que pudiera ocurrir o de lo que aquello pudiera ocasionar; pero sabía que no era momento de titubeos. Cuando terminó su conjuro, el fuego de la chimenea exaltado se elevó con furia por su cavidad vertical provocando una llamarada en el exterior de la casa y arrojando un terrible rugido para después volver a su estado normal y reposado. Edward se asustó un poco, pero permaneció en su sitio, sin moverse. Al parecer el entorno seguía igual, nada hacía intuir que aquello que había realizado hubiese tenido efecto alguno; pero de pronto algo pareció cambiar sutilmente. Una extraña sensación comenzó a embargarle. Algo se movía de forma anárquica en su cerebro. Sentía como ciertos elementos diminutos de su mente se asociaban y se unían, otros se separaban, para agruparse en otras zonas jamás usadas o exploradas, y entonces se percató de que su visión del mundo había cambiado. Miró hacia el fuego, y ciertas imágenes le sobrevenían sin querer; pero tuvo una vivida visión más nítida que las demás que le llevó a salir rápidamente de la casa para comprobar si era cierta o si en cambio solo había sido fruto de su imaginación. Se detuvo en el jardín y se quedó un momento esperando y observando. Al cabo de unos segundos comenzó a brotar una pequeña llama de unos arbustos que apagó rápidamente ya que sabia exactamente de donde iba a emanar. Al parecer la intensa llamarada provocada por la chimenea había hecho saltar algunos rescoldos incandescentes que habían caído entre los setos del jardín, y que de no haber salido a apagarlos habrían provocado un terrible incendio, y esta imagen era exactamente la que se le había aparecido en su mente segundos antes y justo después de que miríadas de elementos neuronales se agruparan dando lugar a esa visión.
Aún no podía creerse lo que había ocurrido. Pensaba que tal vez aquella predicción solo fuese fruto de una simple reflexión instantánea, nada más. Pero las cosas no quedarían ahí. Con el paso de los días Edward se daba cuenta del cambio radical que habían dado sus capacidades intelectuales. Su cálculo mental había aumentado de forma fabulosa, tanto, que era capaz de realizar enormes y complejas operaciones fraccionarias con interminables decimales que ni siquiera una computadora sería capaz de igualar. Pero eso no era todo. Con suma facilidad era capaz de predecir el tiempo meteorológico, ya que con la cantidad de cálculos que era capaz de procesar; una tarea como esa se tornaba sencilla para él. Pero su capacidad más notable; la más increíble era que en cierta manera podía trasladarse a otros tiempos con suma facilidad; aunque solo fuese mentalmente. Con tan solo tocar un objeto, o percibir algún aroma, era trasladado a placer a su pasado o a su futuro vislumbrando de forma nítida la genealogía de los objetos que tocaba o tenía contacto, y lo mismo le ocurría con las personas; era capaz de ver la procedencia más intima de cualquier individuo y su primitivo entorno, lo que iba a ocurrirle y como y donde iba a morir, y si se concentraba aún más, era capaz de llegar hasta el mismo momento de la creación de cualquier cosa, a la unión de esos átomos que antes habían constituido parte de la geología de la tierra y antes aún del cosmos.
Visionó en sus viajes el universo antiguo, la creación y destrucción de estrellas, planetas y galaxias enteras. Vio el futuro lejano de la tierra, la desolación y oscuridad que se adueñarían de todo tras eones para de nuevo volver a surgir de la oscuridad. No volvió a ver señales de vida humana en un futuro ni próximo ni lejano, tan solo extrañas criaturas cuadrúpedas que jamás había visto ni imaginado que vagaban torpemente por la sombría superficie terrestre levemente bañada por un sol anaranjado y débil.
Al cabo de los meses cuando se fue acostumbrando a sus increíbles capacidades, recordó aquel libro que le había transmitido esos magníficos conocimientos. Recordó que lo había escondido aquel día entre sus demás libros de la biblioteca y decidió volver estudiarlo para avanzar aún más en sus oscuros y fabulosos secretos. Pero algo inesperado ocurrió cuando tuvo el mágico libro entre sus manos. De nuevo su mente comenzó a trabajar, pero sintió algo extraño en esa ocasión. Aquel libro le era ahora más familiar de lo que había creído en un principio. Al tocarlo, pensó que viajaría mentalmente a tiempos pretéritos, pero en lugar de eso avanzó hacia el futuro. Observó una vieja casa en el campo, llena de extraños libros muy antiguos y fabulosos objetos, en la que un hombre escribía a la mortecina luz de una vela. No pudo ver su cara; pero pudo intuir como fruto de un estudio profundo y de la unión de conocimientos a los que solo unos pocos son capaces de acceder, aquel hombre plasmaba en las últimas hojas del libro sus oscuros y prohibidos conocimientos que claramente trasgredían de forma arrogante las sólidas leyes de la naturaleza. De pronto pudo observar el rostro de aquel hombre. Reconoció al anciano que meses atrás le había traído el mágico libro; pero nuevamente algo no parecía cuadrar. Su prodigiosa mente se estremeció al comprobar el amuleto que llevaba el oscuro erudito colgado del cuello y que reconoció en seguida por ser una antigua herencia familiar que solo él poseía. Entonces en ese preciso momento supo que la tensión que le había provocado aquel individuo y había hecho vibrar los átomos de su cuerpo en su presencia. Las horribles sensaciones que le había causado al verlo; aunque increíble, no podían indicar otra cosa: que lo que él había sospechado desde siempre en lo más profundo de su espíritu. Lo que durante toda su vida había soñado era posible; pues comprendió con una sonrisa dibujada en sus labios que la mano que en un futuro escribiría las terribles páginas de aquel fabuloso libro no era otra que la suya propia.
Has conseguido crear una atmósfera que transmite esa inquietud del protagonista.
El desarrollo y progresión en el relato se sigue con interés
El desenlace es imaginativo.
Gracias por todo ello,