Prisionero.
Soltó el lápiz y contempló su obra: aún era imperfecta. En un acceso de ira arrugó el papel y lo arrojó a un rincón. Cogió otro folio. Reproduciría aquel cuadro de la consulta de su psicólogo; le traía paz. Si no lo hubiesen retirado seguiría libre; y su psicólogo vivo.
MALDITO
No fue la policía. Aquel desgraciado devolvió voluntariamente el cuadro de Munch al museo y juró que nunca volveríamos a verle. Pero yo no puedo desterrar de mis pesadillas sus manos intentando taponar los oídos, el rostro cadavérico, aquellos ojos desorbitados, esa boca que era un puro grito.